sábado, abril 20, 2024
    El poeta, ese estorbo. A propósito de «Rojo», de Guillermo Jaramillo

    Joaquín Hurtado


    Qué sacas compa, con volver a indagar en el curso trágico que tiñe el cielo de rojo. Fulgor grana de aquella ruina narca, sepulta en el desierto con lujo de zopilotes.

    Escoltamos al culpable hasta la guillotina. Que hierva la mancha bermellón en la caldera.

    El muchacho tiene ritmo. Misterios de pájaros detenidos. Discrepancias de género y espacio. Boxea con fantasmas en la sombras. No le presten dinero. ¿Pagar al contado? ¡Jamás! No dejes al hombre prometer a la palabra. Justo es tu temor al fraude en primera persona.

    Y si algún vecino cría serpientes, el poeta viene y las deja libres. Sus estrofas nos alertan de niños que apedrean vidrios por nada.

    ¿Por qué nos destripas los santos de yeso, por qué Guillermo los partes en dos?

    Con tu libro me acordé que mi abuela nunca tomó brandy en delantal. No te agüites, compadre, queda buen trecho de corrido. Oi el perro o son varios. Pinches perros que no se callan. Dile a los peces que todo es real, la pecera, el corsario hundido, el ancla fibra de vidrio. Vienen las nubes con dolor por frío. Este hombre ha perdido la cabeza.

    Percibimos una sombra detrás del guitarreo. El Angelus por excelencia. ¿Qué dice? La paz sea con vosotros. Y qué significa. Batalla de cholos a la redonda. Relicario en la soledad concelebrada: “Celebremos la pequeñez de las cosas realmente importantes/ Manos de Hombres que siembran mariguana”.

    Y así…

    Cualquier país decente con héroes solemnes, con ejércitos rapaces y políticos demagogos, con sacerdotes depredadores y economistas profetas que saben hacer fluctuar las divisas como pompas de jabón, un país que quiera asegurarse un futuro prometedor debería promulgar leyes y prohibir de manera inapelable la existencia de ciudadanos que se autonombran poetas, evitar el surgimiento de matones que escriben odas al ocaso y versitos a la lluvia de verano. Que la gente ya está harta de sus arrumacos y embelecos. Cualquier pueblo que ame su paisaje y sus broncíneos rituales debería expulsar de su suelo a estos intrusos. Enviarlos sin boleto de retorno a una isla de caníbales. Arrojarlos al cráter de algún volcán. Sacarles los ojos, extraer su corazón, alimentar con sus vísceras a los perros, negarles el agua, la luz, la nacionalidad, el plato de frijoles. Erradicar premios, encuentros, becas, publicaciones. Ni una escuela, ni una calle, ni un edificio deberá llevar su nombre y apellido. Arrancar sus fotos y textos de la escuela oficial. Qué bueno ver que en mi patria, ejemplo de gente sufrida, de ciudadanos lunares, de buenos cristianos y camilleros, de querubines sanguinarios; en su ordenada sabiduría despliega una sutil y a veces ostensible poda de creadores, artistas, cantores. A tiempo mi gente ha descubierto que el poeta es un fisgón, un parásito, un chupasangre insaciable, un merolico, un monstruo solitario y manipulador. El poeta es un burlista, un traidor, un indecente embaucador.

    Oye, loco, entonces, en qué quedamos. ¿Qué hace exactamente un poeta? La poesía es la pólvora que hace estallar el mundo de las fake news. Ahora, que si quieres saber qué es el mundo, te diré en cortito que tal cosa no existe. Existen los sentimientos, las pestañas postizas, las emociones templadas en los ramales del corazón y los carritos de súper y los recuerdos. Pero volvamos a la poesía, según Guillermo Jaramillo, es aquello que ya es pero puede vibrar de otra manera para ser de otro color. Es una distinta posición en la cama. Un tono que se abre a los ojos y espanta, es aquello que se resiste debajo de lo aparente, aguarda el descuido del cálculo de la mente maquinita y nos lleva a otro plano. El poeta juega con la luz, es el regidor de la esclusa donde se juega el mundo como representación. Así Guillermo, juega con las proporciones de la sombra ocultadora y la radiación que entra por la rendija de las palabras.

    Vuela en clave de sol, urge a los fluidos a derramarse más allá de las fronteras. ¿Y por eso es un perseguido, un animal bizarro? Por eso y además porque politiza el deseo. Lo vuelve canción de catacumbas en la plaza del pueblo chaparro y mocho que somos. Cantos y color, culpa socializada. Odioso. Este poeta nos lleva a la encrucijada de las voces las dichas y las silenciosas, las expuestas y las sometidas. Desencadena lo inexplicable. Es el jefe de la camarilla que asuela los caminos con sus composiciones raras. Es por lo tanto un decadente, derrapa sobre las esperanzas de la cuadriculada metafísica, de los modelos de estabilidad macroeconómica. Eso sin mencionar que el hombre sabe rasgar instrumentos de cuerda con su banda Tonayán. Licor barato. De un poema al siguiente, de una página a la próxima Guillermo crea un caos en el desmesurado azar a la máxima potencia. La noche entonces se reduce a un trago de mezcal o un fresco vasito de agua mineral. Lo debemos juzgar por dinamitador de trenes, de aeropuertos inundados en lagos secos. Eso hacen los poetas, eso es de lo que gira la poesía. Dan puerta ancha a la calentura de la mota de polvo, recarga armas de asalto para refrorzar guerrilleros. Hace que te sientas tan señora excitada con insólitas confesiones a duermevela.

    ¿Algo más que agregar? Yo estaba muy feliz con William Turner, dichoso con los rojos Blade Runner. Entonces llega este huerco a tratar el carmesí del ocaso en un poema de tres líneas. ¿No te parece peligroso? Demasiado riesgoso maltratar el ocaso del para qué te cuento. Y todavía se da ínfulas de pirómano porque arroja un cerillo y deja los mares del planeta ardiendo.

    Vengan bachilleres, críticos y activistas, canten a coro con voz de trueno: Muera, basta ya de poesía, que viva la mentira, la media tinta. Muerto el maldito verso que empiece la guerra.


    Joaquín Hurtado. (Monterrey, 1961). Su obra reunida, editada por Atrasalante y la UANL, da cuenta cabal del desarrollo de una pluma curiosa, socarrona y difícil de encasillar por los múltiples registros y temas que ha tomado la escritura de este autor regiomontano que combina sus esfuerzos narrativos con el activismo a favor de las minorías sexuales, las mujeres y los enfermos de VIH y sida. Entre sus publicaciones destacan Laredo Song, Crónica sero y Ruta periférica.