viernes, abril 19, 2024
    <i>Estrella roja</i> (fragmento)

    Alexandr Bogdánov

    Traducción directa del ruso de Jorge Bustamante García

     

    8. Netti

    “‘La vida en el universo es única’, dijo Sterni. ¿Y qué nos propone? Destruir, exterminar una forma de vida única, que después ya no podremos nunca reemplazar. Durante centenares de millones de años ha existido un planeta hermoso, ha vivido una vida especial, no parecida a otra… Y de entre sus poderosos elementos empezó a organizarse la conciencia; en medio de una lucha cruel y difícil de un nivel inferior a uno superior, la conciencia tomó al fin formas humanas cercanas y familiares a nosotros. Pero estas formas no son como las nuestras: en ellas se refleja y se concentra la historia de otra naturaleza, de otra lucha; tras ellas se esconde otra espontaneidad, residen otras contradicciones, otras posibilidades de desarrollo. Hubo una época, en que por primera vez se pudo realizar la unión de dos grandes formas de vida. ¡Cuánta variedad, cuánta armonía superior pudo haber significado esta unión! Y luego nos dicen que la vida en el universo es única, que por eso necesitamos desunirla y… destruirla.

    “Cuando Sterni nos habló sobre la humanidad de la Tierra, sobre su historia, sus características, su psicología, tan diferente a la nuestra, expresó sus ideas mejor de lo que yo puedo hacerlo. Si los terrícolas hubieran sido completamente parecidos a nosotros en todo, excepto en el grado de desarrollo, si ellos fueran como fueron nuestros antepasados en la época de nuestro capitalismo, entonces con Sterni sería posible estar de acuerdo: el escalón inferior tiene que sacrificarse en provecho del superior, el débil en aras del fuerte. Pero los terrícolas no son así, no se trata solo de seres más inferiores y más débiles que nosotros por cultura, sino distintos de nosotros, y por eso, eliminándolos, no los sustituiremos con nada, solo rellenaremos mecánicamente con nosotros mismos ese vacío que hemos creado en el reino de las formas de la vida.

    “La diferencia real entre la cultura terrícola y la nuestra no reside ni en la barbarie, ni en la crueldad. La barbarie y la crueldad son solo manifestaciones pasajeras de aquella prodigalidad general en el proceso de desarrollo, que distingue toda la vida de la Tierra. Allí la lucha por la existencia es más enérgica e intensa, la naturaleza crea continuamente muchas más formas, pero en más cantidad son las que mueren víctimas del desarrollo. Y esto no puede ser de otro modo, porque de la fuente de la vida, el Sol, la Tierra recibe en total ocho veces más de energía radiante que nuestro planeta. Allá se crean y se diseminan tantas formas de vida diferentes, que en esa variedad surgen tantas contradicciones tan dolorosamente llenas de naufragios que hacen tan complejo y rudo el camino hacia su reconciliación. En el reino vegetal y animal millones de formas de vida luchan encarnizadamente y se desplazan rápidamente unas a otras, participando con su vida y su muerte en la fabricación de nuevas formas sintéticas, más acabadas y armoniosas. De igual forma ha ocurrido en el mundo humano.

    “Nuestra historia, si la comparamos con la historia de la humanidad terrícola, parece extremadamente simple, libre de descarríos y correcta hasta lo esquemático. De manera tranquila y continua sucedió la acumulación de elementos del socialismo, desaparecieron los pequeños propietarios, se levantó escalón por escalón el proletariado; todo esto ocurrió sin altibajos ni sobresaltos en toda la extensión del planeta, unido por un objetivo político coherente. Tenía lugar una lucha, pero la gente se entendía de alguna manera; el proletariado no miraba al futuro distante, y la burguesía no se encerraba en sus ideas reaccionarias; las diferentes épocas y las formaciones sociales no se mezclaban hasta tal grado, como esto ocurre en la Tierra, donde en un país capitalista altamente desarrollado es posible a veces encontrar rasgos feudales, y un campesinado numeroso, rezagado por su cultura hasta por un período histórico completo, sirve a menudo como instrumento para el aplastamiento del proletariado por parte de las clases superiores. Por una vía más recta y llana nosotros llegamos hace algunas generaciones a una organización de la sociedad, que liberaba y unía todas las fuerzas del desarrollo social.

    “No fue ese el camino que siguieron nuestros hermanos terrícolas, un camino espinoso, con multitud de recovecos e interrupciones. Pocos de nosotros saben, y nadie de nosotros está en posición de imaginar con claridad, hasta qué delirio fue llevado el arte de la tortura entre la gente más cultivada de la Tierra, pertenecientes a las organizaciones ideológicas y políticas de las clases dominantes: la Iglesia y el Estado. ¿Y cuál fue el resultado? ¿Se retardó el desarrollo? No, no tenemos bases para afirmar esto, porque las primeras fases del capitalismo, hasta el mismo nacimiento de la conciencia socialista del proletariado, transcurrieron en medio de la confusión y la lucha cruel de distintas formaciones, no más despacio, sino más rápido, que entre nosotros en Marte, donde las transiciones fueron graduales y más tranquilas. Pero la misma severidad y crueldad de la lucha en la Tierra dio a la gente tal elevación de energía y pasión, tal fuerza de heroísmo y martirio, como no conocía la más moderada y menos trágica de las luchas de nuestros antepasados. En esto, la vida en la tierra no es inferior, sino superior a la nuestra, aunque nosotros, mayores por cultura, estamos por mucho en un escalón más alto.

    “La civilización terrícola está fragmentada, sus distintas razas y naciones se han compenetrado profundamente con sus territorios, hablan en distintos idiomas, y una profunda incomprensión entre unos y otros ha permeado todas sus relaciones vitales… Todo esto es cierto, y es cierto que la integración humana en general, que con grandes dificultades se abre camino a través de todas estas fronteras, será alcanzada por nuestros hermanos terrícolas relativamente mucho más tarde, que por nosotros. Esta división surgió por la propia variedad de la vida en la Tierra, la riqueza y la diversidad de su naturaleza, lo que conduce al surgimiento de una multitud de puntos de vista distintos y de matices en la comprensión del universo. ¿Acaso todo esto coloca a la Tierra y su gente más abajo, y no más alto que nuestro mundo en épocas análogas de su historia?

    “Incluso la diferencia mecánica de las lenguas en las que hablan, en muchos aspectos ayudó en el desarrollo de su pensamiento, liberando la noción del poder rudo de las palabras en las que se expresan. Comparen la filosofía de los terrícolas con la filosofía de nuestros antepasados capitalistas. La filosofía de la Tierra no solo es más diversa, sino también más fina, no solo sale de un material más complejo, sino que en las mejores escuelas la analizan más profundamente, más justamente, estableciendo el enlace entre los hechos y las ideas. Por supuesto, toda filosofía es expresión de la debilidad y disparidad del conocimiento, de la insuficiencia del desarrollo científico; es la tentativa de dar un cuadro único de la existencia, rellenando con proposiciones los vacíos de la experiencia científica; por eso la filosofía será eliminada en la Tierra, como fue eliminada ya entre nosotros por la unidad de la ciencia. Pero miren cuántas proposiciones de la filosofía de la Tierra, creadas por sus pensadores y luchadores avanzados, prefiguran en líneas generales los descubrimientos de su ciencia: han descubierto casi todos los aspectos de la filosofía socialista. Es claro que las tribus que han superado a nuestros antepasados en obra filosófica, pueden posteriormente superarnos en obra científica.

    “Sterni quiere medir a esta gente con el mismo rasero de los seres justos, de los socialistas conscientes, quiere juzgarla por sus contradicciones actuales, y no por aquellas fuerzas engendradas y que a su tiempo resolverán esas contradicciones. ¡Sterni quiere secar para siempre este tempestuoso, pero maravilloso océano de la vida!

    “Firme y categóricamente debemos responderle: ¡nunca!

    “Debemos preparar nuestra unión futura con la humanidad de la Tierra. No podemos acelerar significativamente su tránsito a un régimen libre: pero lo poco que estemos en posición de hacer para esto, lo debemos hacer. Y si al primer enviado de la Tierra en nuestro entorno no hemos sabido protegerlo de los sufrimientos innecesarios de las enfermedades, esto no nos hace ningún honor. Por suerte, pronto recobrará la salud, y aunque al fin y al cabo lo mate este acercamiento demasiado rápido con una vida extraña para él, conseguirá hacer todavía mucho para la futura unión de ambos mundos. 

    “Y nuestras propias dificultades y peligros debemos superarlos por otras vías. Es necesario dirigir los nuevos esfuerzos científicos a la química de las proteínas, es necesario preparar, lo mejor posible que sea, la colonización de Venus. Si nosotros no conseguimos resolver estas tareas en el corto plazo que nos queda, será necesario reducir temporalmente la reproducción. ¿Qué partero razonable no sacrificaría la vida de un niño que va a nacer, para conservar la vida de la madre? Debemos también, si fuera necesario, sacrificar aquella partícula de nuestra vida, que todavía no existe, por aquella que hasta ahora existe en una vida ajena, que es y se desarrolla. La unión de los mundos compensará infinitamente este sacrificio.

    “¡La unidad de la vida es un objetivo superior, y el amor es la mayor sabiduría!”

    Tras un profundo silencio, Menni tomó la palabra.

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