jueves, abril 25, 2024
    La ucronía, ¿hoyo negro en la cinematografía nacional?

    Naoura Broquet

     

    En el siglo XII, cuatro testigos implicados en el asesinato de un samurái son interrogados: las declaraciones, incluyendo la del fantasma del asesinado, resultan contradictorias y confusas. Los hechos narrados desde diferentes perspectivas solo causan incertidumbre para aquel que quiera dilucidar la verdad. ¿Acaso todos mienten? Basada en el cuento de Ryounosuke Akutagawa, Rashomon (1950) dirigida por Akira Kurosawa, fue un parteaguas en la historia del cine. El cineasta japonés magistralmente cuestiona el horror de la Segunda Guerra Mundial donde todo intento de aprehender la verdad es un abismo; puso en jaque al cine histórico como incapaz de pensar el presente. La verdad es relativa, un punto de vista, maleable y tergiversada por los individuos; la Historia se puede abordar como una ficción, un acto narrativo fabricable. ¿Qué es la ucronía? Una de tantas posibilidades de pensar la Historia desde otros puntos de vista en el espacio y en el tiempo. Es un reto, de por sí, abordar la historia mexicana a partir del cine; un reto mayor es hacer uso de la ciencia ficción, género que tiene limitadas producciones en nuestra industria cinematográfica actual.  El cine nacional podría, sin duda, usar la ucronía como un poderoso aliado para pensar y reflexionar sobre nuestra propia Historia. Concretamente, ¿qué ucronías existen en nuestra cinematografía nacional?

    La ucronía, como subgénero de la ciencia ficción, se encuentra en la literatura e invade diversas expresiones artísticas; tanto la distopía y la ucronía provienen de la utopía. El término, acuñado por Tomás Moro, hace referencia a un lugar imaginario que permite soñar con una sociedad mejor, en el caso del filósofo, en una república ideal. El término viene del griego y significa ‘no lugar’. Inspirado en Moro, el francés Charles Renouvier escribe Uchronie: L’utopie dans l´histoire en 1876 dando nacimiento al término de ucronía que significa ‘no tiempo’. Al igual que la utopía, es un ‘no lugar’ que existe solo en nuestra imaginación pero que, además, pertenece al hubiera: “¿qué hubiera pasado si…?” Según el DEL, esta se define como “la reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos”. La ucronía permite moldear eventos para cambiar ciertos hechos y abrir una brecha, un nuevo abanico de posibilidades invitándonos a imaginar una historia alternativa, un desarrollo hipotético. La premisa más conocida es, sin duda: ¿qué habría pasado si los nazis hubieran ganado la Segunda Guerra Mundial? El libro más reconocido con este supuesto es El hombre en el castillo de Philip K. Dick y su adaptación a serie por HBO. En la cinematografía mundial actual, la cinta Bastardos sin gloria (2009) es, sin duda, de las más famosas ucronías (por mencionar alguna) donde su director, Quentin Tarantino, plantea la existencia de un escuadrón judío dedicado a matar nazis durante la Segunda Guerra Mundial, al igual que cumple la fantasía de acribillar al mismísimo Hitler. Aunque Tarantino es un ejemplo americano ya muy familiar, la distopía sigue siendo un género mayormente conocido por el público. 

    El COVID-19 probó ser “un escenario digno de película de ciencia ficción”. La pandemia actual sigue siendo un incentivo para interesarse en la ficción especulativa, particularmente de corte post-apocalíptico y pandémico donde se ven plasmadas muchas de nuestras ansiedades e inquietudes. Según estudios recientes, los amantes de la ciencia ficción exhibieron mayor resiliencia durante la pandemia (Guerrero, 2021); filmes como Soy leyenda de Francis Lawrence, Contagio de Steven Soderberg o las ya famosas películas de invasión zombie, ganaron nueva popularidad. Muchos recuerdan narraciones sobre sociedades abusivas y dictatoriales como las de Fahrenheit 451 o 1984, imaginando de forma crítica un futuro no deseado, anticipando y advirtiendo de lo que podría acontecer. En nuestros lares existen propuestas cinematográficas distópicas, quizás una de las más interesantes y actuales en nuestro cine nacional es El año de la peste (1978) dirigida por Felipe Cazals. En la cinta, la Ciudad de México es azotada por una epidemia; las autoridades hacen lo que mejor saben: ignorar advertencias, encubrir y reprimir. No podemos dejar de mencionar la ya muy conocida y controversial Nuevo Orden (2020) dirigida por Michel Franco: acusada de un profundo racismo y clasismo, la cinta plantea, en un futuro cercano, el levantamiento de la clase trabajadora y la instauración de una dictadura militar.

    Ciertas distopías nacionales podrían coquetear con la ucronía, un ejemplo es la propuesta de Alex Rivera con su film Sleep Dealer, Traficantes de sueños (2008), una película mexicoestadounidense que dibuja un futuro tecnológico de mundos virtuales y control informático. Rivera plantea una distopía que se siente terriblemente actual, una realidad cotidiana y familiar: los inmigrantes son explotados en fábricas por trasnacionales. En este mundo, trabajan literalmente conectados a una red drenados de su energía vital, las grandes empresas explotan a su mano de obra, oprimen al pueblo y roban las reservas de agua; los rebeldes que luchan por derechos son considerados terroristas y erradicados gracias a drones armados. Partiendo de la construcción de un muro en la frontera como punto de inflexión, el filme de Riviera imagina un mundo alterno al nuestro, una historia hipotética demasiado cercana a nuestra realidad. El siguiente ejemplo que podemos mencionar es 2033 (2010) de Francisco Laresgoiti, que imagina un futuro distópico en la totalitaria ciudad de Valparaíso (ex CDMX). Podemos forzar la ucronía si partimos de 2013 como punto de inflexión propuesto por la cinta, donde el cineasta imagina un golpe de estado por un político llamado PEC que instaura un régimen militar: se prohíbe la libertad de culto y junto a un magnate farmacéutico ejercen un control sobre la población. Tomando en cuenta la Cristiada como punto de partida, con sus obvias referencias, el cineasta presenta una nueva realidad en 2033, donde la rebelión está liderada por un grupo religioso. Una propuesta de ciencia ficción cristiana muy mediocre.  

    ¿Existen ucronías en la cinematografía nacional? Si consideramos el sentido estricto de ucronía –partiendo de un hecho histórico real para crear una ficción– la respuesta más inmediata es negativa: los ejemplos anteriores quedan descartados. Sin embargo, existe una aproximación, un esbozo de propuesta en el largometraje Los Parecidos (2016) de Issac Ezban. El cineasta mexicano se ha transformado en un referente para el cine de ciencia ficción nacional, reconocido por su ópera prima El Incidente (2014), el director se declaró gran amante del cine de ciencia ficción norteamericano (1950-1960), en especial, de la famosa serie La Dimensión Desconocida. Su filme presenta dos historias paralelas, dos mundos alternos donde los personajes están atrapados en un loop temporal en espacios infinitos; estos dos espacios alternos se presentan como paradojas temporales. Seguimos, en la primera historia, a dos hermanos y un detective atrapados en las escaleras de incendios de un edificio que se extienden infinitamente; en la segunda historia, una familia clasemediera es atrapada en una carretera sin destino, en un bucle espacio/temporal. Ezban logra transmitir, en un espacio abierto, una sensación de claustrofobia, de encierro. Este tipo de ciencia ficción posibilita la reflexión sobre el tiempo, paradojas temporales y se pregunta: ¿qué es lo real? Si bien el filme dibuja dos mundos paralelos a nuestra llamada “realidad”, su siguiente película propone, de forma menos lograda pero igualmente interesante, un universo alterno. 

    Los Parecidos se desarrolla en la madrugada del 2 de octubre de 1968. En una vieja estación de autobuses, ocho personas se encuentran encerradas a causa de una fuerte tormenta; poco a poco, sus rostros van cambiando sin una razón lógica. La fuerte lluvia parece no ser de este mundo y los personajes son llevados al borde de la locura y la paranoia: los protagonistas empiezan a cuestionar su realidad y a dudar de su identidad. El contexto del 68 en la cinta es anecdótico, un telón de fondo. El director no tiene una veleidad política ni mirada crítica sobre el evento; sin embargo, en la historia del país, la masacre en la plaza de las tres culturas de Tlatelolco no se olvida. El trauma de lo que representó es un espectro que sobrevuela inevitablemente en la cinta, y el director es ineludiblemente arrastrado por el magnetismo de este evento. La matanza de Tlatelolco creó una ruptura y una brecha en la historia de nuestro país; la masacre dio nacimiento a un espectro, a una herida, una falla en la historia nacional. Múltiples voces y testimonios de estudiantes, obreros, profesores, empleados, soldados, hombres del estado, incluyendo fantasmas, han dado sus versiones de los acontecimientos: “2 de octubre” como fecha enigmática, como instante interminable que permanecerá por siempre, atando los cuerpos a ese evento, testigos del horror. En su cinta, Ezban dibuja un ambiente ominoso de dislocación y esboza elementos que se aproximan, estirando la liga, a la ucronía. En un mundo alterno, el responsable de la masacre tiene un rostro, el de un niño con poderes llamado Ignacio; las fechorías y travesuras de un infante provocan grandes catástrofes y traumas históricos a nivel nacional: la masacre de Tlatelolco y el terrible terremoto del 85. Ignacio encarna lo absurdo de nuestra propia existencia: la historia humana es insignificante y diminuta, así como la imagen de un niño indiferente que juega con el mundo como se juega con hormigas. Al moldear el universo a su conveniencia y gusto, Ignacio se vuelve un demiurgo y, con el poder de su imaginación, esculpe el mundo evidenciando su estructura como artificio. Ignacio no sólo moldea la realidad sino la crea, su ficción, al igual que nuestra Historia, es un acto fabricable: una ficción pactada y aceptada por todos.

    El cineasta abrió de manera involuntaria nuevas posibilidades estéticas de representación usando la ciencia ficción; la cinta de Ezban se acercó a algo “similar” a una ucronía, fue un esbozo en el panorama cinematográfico mexicano. El cine ha abordado la Historia del país a través del documental, el drama y la comedia histórica, ¿por qué no usar la ucronía para explorar nuevas posibilidades desde otros ángulos? Es una lástima que no haya un acercamiento real o interés; la ciencia ficción abre un prisma de posibilidades para reflexionar sobre nuestra Historia, nos ofrece alternativas a las narrativas nacionales canónicas y nos incita a construir una visión propia del mundo. En la literatura, el cuento Crónicas del gran reformador de Héctor Chavarría (1985) soñó con la conquista de Europa por los pueblos originarios. Contamos a cuenta gotas los largometrajes que se aventuran a usar la ciencia ficción en el cine mexicano actual y, en general, son distópicos. ¿De qué es sintomático la falta de ucronía en la cinematografía nacional?, quizás plantearnos un escenario ucrónico preferible nos parece “naif” y ridículo; o imaginar una versión histórica alternativa “peor” nos parece inconcebible en este país. ¿Por qué la ucronía es un hoyo negro en el cine nacional? ¿Será que la verdad oficial de nuestro país ya es una ucronía? 

     

    Referencias

    Guerrero, V. (2021). “ La ciencia ficción y el horror podrían beneficiar tu resiliencia ante el Coronavirus”, Ciencia UNAM. Disponible en: https://ciencia.unam.mx/leer/1100/la-ciencia-ficcion-y-el-horror-podrian-beneficiar-tu-resiliencia-ante-el-coronavirus


     

    Naoura Broquet. Maestra y licenciada en cine por la Nouvelle Sorbonne y de Paris Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales. Directora de programación en el festival Feratum. Productora, directora de arte y actriz. Integrante del colectivo de danza contemporánea «cuerpo anónimo», y del Seminario Estéticas de Ciencia Ficción.

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