María del Carmen Benítez Flores
En diversas épocas, autores dedicados a la vocación religiosa se han expresado poderosamente a través de su poesía amorosa. Una cita célebre de San Agustín reza así: “El amor comienza con una sonrisa, crece con un beso y termina con una lágrima”. Esta relación puede tomar tintes incluso eróticos, como lo hizo John Donne en su poema “Una despedida: prohibido el duelo” donde el poeta relaciona la separación de los amantes con los brazos de un compás, sugiriendo la cópula de una pareja. En las artes plásticas, el cuadro escultórico barroco de Bernini, el “Éxtasis de Santa Teresa”, representa la transverberación de la santa, interpretada como la unión íntima con el mismísimo Dios.
¿De qué forma nos transporta Lucía Yépez con su lírica de temática religiosa y sensual en su libro Las palabras no saben morder el polvo? Las imágenes mitológicas, literarias, místicas, mágicas, zoológicas y cosmopolitas son profusas. Pero son las alusiones y metáforas religiosas las que predominan en este poemario, con figuras literarias tan poderosas, que merecen un análisis aparte.
Estas alusiones religiosas coinciden en forma y fondo con la liberación de los sentidos que Lucía Yépez nos lleva a experimentar. De manera impecable, su poesía combina rituales y símbolos bíblicos con intensas referencias eróticas, llevando al lector hacia la idea de una comunión de cuerpo y alma con el ser amado. Esto se manifiesta bellamente en su poemario.
Dice en “Crucemos la línea”:
Corro el riesgo
me construyo
quemándome en el deseo
esa es la salvación
No importa cuando
hoy
ayer
No estoy para nadie
tras el escalofrío de reinos lejanos
la melancolía genital del enigma
contra las amenazas
bautízame
entrecerraré los ojos
el crimen llegará
serpiente brotando
de los espasmos de un lucero
aunque sobre la arena
chirríe el mar…
En sus composiciones hay rebeldía ante los símbolos religiosos convencionales. Ejemplos de ello son sus poemas “Lady Macbeth” y “Miedo al poema”. En “Mare Nostrum” la poeta desafía una noción de espiritualidad que no comulga con la intolerancia religiosa:
A las tres de la mañana
la melancolía es un puñal
temblando en el espejo
habito las llamas del infierno
mi crimen de poeta negro
y las bestias surgen
detrás de un cuchillo
Oremos
Paz a los hombres de mala voluntad”
La realidad cotidiana y la santidad se combinan en la lírica de Yépez, hasta crear una dimensión poética sin espacio ni tiempo, hablando de manera elocuente a nuestros sentidos, a nuestra psique, y a nuestra relación con aquello que cada uno tengamos por sagrado. En estas páginas, vemos cómo los demonios interiores cobran fuerza, mientras que los seres celestiales se debilitan para mostrarnos otra faceta de la imagen del ángel caído, como se aprecia en los siguientes fragmentos de “Sola por enésima vez”:
… dolor de almendra amarga
asoma al borde de sus ojos
(¿A dónde desde cuándo dónde estás?)
en esta hora de sepulcros
¿Qué ángel invocará la verdad?”
Así como en “¿Sabes cuándo dar el golpe preciso?”:
… la canción de la serpiente alza los brazos
preguntan por no sé quien
recuerdan
que los ángeles se han vuelto negros
lloran arrinconados
a la hora señalada.
Dice en “Melancolía Post Meridem”:
…Apagas la luz
la noche se abre sobre el mar
un ángel se arroja al vacío
Yo acecho en tu mirada al océano
sabes a mar…”
Y en “Talk to me”:
De pie frente a mi sombra
¿a quién maldecir?
mi ángel guardián
perdió el metro
Las paradojas entre la noción convencional que muchos tenemos para alcanzar la santidad y la propuesta por Lucía, nos llevan a contemplar una nueva forma de llegar al cielo. Escribe en “Al poniente”:
… encendida al poniente
toda ventana
mira la tristeza
pero nadie debajo de la cama
podrá arrancar los caracoles
¿aprenderé a ser olvido?
Quien se robe una manzana
recobrará la inocencia.”
Y en “Vorágine”:
…mi cuerpo en tus labios se vuelve plegaria
caracola
humedad de mar
¿Se puede hacer el amor rezando?
Asimismo, nos plantea preguntas que, por su sed filosófica, se vuelven desafiantes, como en el poema “Jorge”:
Devuélveme
a las manchas de tu muro
los pechos desnudos
de sueños vírgenes
¿Dios míoinventaste la muerte?
En sus poemas, se recobra la gracia a través de alusiones a símbolos y rituales que normalmente asociamos con el castigo, la sentencia y el juicio, para así redimir a los amantes y purificarlos a través de la unión del alma y la piel, como lo hace en “Tango en Mi Bemol”:
…te reto a compartir
mis lúbricos propósitos
no puedes extinguirme
con agua bendita
Dios está en vigilia
tu estrategia
es inútil
mi saliva te humedece
tal vez
si decides
ser anarquista
recupere mi lengua
el estado de gracia…
Se ha hablado antes de los recursos que Lucía Yépez utiliza con maestría: su lírica impecable, la yuxtaposición de palabras para realzar su intensidad y sus juegos con la estructura gráfica de las estrofas, que en ocasiones evocan diversas voces dentro de un mismo poema; voces que, si bien ciertamente dan una estructura poética, también son alusivas a las letanías de una oración o incluso un salmo responsorial, como en “Balada de tu quinta gata”:
Al final de la quinta avenida
de tus gatas nada sé
ni de la santa lujuria de sus cuerpos
montados uno en el otro
Saltan golondrinas de sus dedos
como una maldición
A cuarenta grados bajo cero
nada se puede ver
mi vida es un recuento
de expulsiones
Tendremos que llorar bajo el agua
poco importa tu pasado en claro
Algo entre las sábanas se quiebra
en trance mortal
caes
pétalo
a
pétalo
Una gata negra habita tu sombra
lame tus bordes
con las mil lenguas de Babel”
Para concluir este breve peregrinaje por los poemas de Las palabras no muerden el polvo, podemos decir que, en la poesía de Lucía Yépez, encontraremos ecos de los desafíos que muy seguramente muchos podríamos planteamos al pensar en la religión como una serie de limitaciones y juicios. Estos poemas nos acercan más a una emancipación a través de la experiencia de los amantes, un solaz similar al que se encuentra en poemas bíblicos como El Cantar de los Cantares.
El leer a Lucía y adentrarse en sus metáforas y alusiones al antiguo testamento y a la vida de los santos en un contexto de cotidianeidad, de sensualidad e incluso de lujuria, nos lleva a encontramos a una poeta libre que se expresa valientemente y que nos hace reflexionar sobre otras formas de amar e incluso de orar. Esto es una proeza en un país en el que tradicionalmente la mujer es portadora de la fe religiosa en la familia.
Estudios estadísticos indican que en la religión cristiana, las mujeres son más religiosas que los hombres. Por lo tanto, su loable manejo de estos temas a través de la poesía, constituye una importante contribución a la emancipación y el empoderamiento de la mujer, ya que estos poemas tienen el potencial de liberarnos de prejuicios, en muchas ocasiones autoimpuestos o impuestos por la sociedad. Sus cantos nos recuerdan un renovado significado de la frase “experiencia religiosa” como referencia al amor de pareja.
María del Carmen Benítez Flores. Nació en Ciudad de México. Maestra en Tecnología Educativa por el Tecnológico de Monterrey y la Universidad de British Columbia en Canadá. Graduada con honores en Lengua Inglesa de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Imparte temas de Lengua y Literatura Inglesa en el programa de Bachillerato Internacional y es directora de Lenguas Extranjeras de la Prepa Tec Campus Eugenio Garza Lagüera del Tecnológico de Monterrey. Es coeditora de Onomatopeya Productions, Así como lo oyes, casa editora de la colección Poetazos. Desarrolla un proyecto de escritura conjunta de cuentos para niños.
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