Una lírica erótica y divina

Nora Lizet Castillo Aguirre

¿Yo quién soy?
Volando me vivo, cantor de flores,
Compongo cantares
mariposas de canto:
¡broten de mi alma,
saboréelos mi corazón!
Ms. Cantares mexicanos

Minerva Margarita Villarreal y su poesía son referentes obligados en el panorama poético nacional. Nos referimos no solo a su dedicación a este oficio de poeta, sino a las imágenes tan eróticamente delineadas, trazadas por su necesidad de compartir su fuego interior. Tanto el erotismo como la espiritualidad se consideran nociones reprobadas en nuestra cultura mexicana, como si estuvieran sometidas al rechazo. Los fundamentos de una espiritualidad derivados en buena medida de la doctrina platónica se han empecinado en delimitar las fronteras entre lo que es el territorio del cuerpo, de su opuesto, que llegan a ser las manifestaciones del espíritu. Desde este punto de vista, lo mundano, lo material y lo corpóreo están hechos irremediablemente de elementos distintos al espíritu, la conciencia y la divinidad. Sin embargo, en la poética de Minerva Margarita Villarreal estas confrontaciones son necesarias, pareciera que su objetivo literario era poder hacerlos convivir en el mismo verso. Su literatura es el reflejo de un mundo que se abre paso a empellones para cambiar la concepción del arte y de la palabra.

 

Tanto en la literatura como en las otras manifestaciones artísticas reconocidas por la cultura oficial y en los medios de comunicación masiva, las imágenes de la mujer han sido, en su mayoría, elaboradas por una perspectiva masculina que se ha presentado y autorizado a sí misma como régimen de la verdad, En esas imágenes priman los rasgos que convierten a la mujer en espectáculo, en objeto creado para “la mirada privilegiada” del sujeto masculino, como demostrara John Berger en su análisis de la mujer en la pintura. […] en el caso de la mujer que ha sido incorporada a la sociedad y la nación en su responsabilidad primaria de madre y esposa, éstas funcionan como guiones performativos del “ser mujer”. (Guerra, 2007, 34-35).

 

En los poemas de Minerva Margarita Villarreal estos guiones performativos a los que hace alusión Lucía Guerra se van transformando. Nuestra autora se ha encargado de mostrar las distintas facetas de una mujer tanto en su persona como en las protagonistas –místicas y paganas– de sus poemas. De Las maneras del agua:

 

Aparece

Antes del alba sus manos traen el cielo hasta el muro de piedra
y en lecho de madera abro los ojos que no abro
Su hábito solar… su descalzo venir
estando aún dormida con otros ojos vi
Tersa Teresa de las metamorfosis
blanca es rosa su piel… roza casi su rostro
Detrás del respaldo que no hay
ella misma es respaldo:
Cara… brazos… torso… manos… sobre mi cabeza
Inclinada está:
Cúmulo de luz Teresa bajo el velo negro en la tiniebla rémora
sus pies desde otro plano
la vigilia previa de atravesar
el curso de los astros
e irrumpir
Tersa de las meditaciones
En la tierra el espanto:
Más que asombro
mantequilla líquida penetrando
por no sé qué resumidero
el cuerpo:
Seré una alcantarilla en manos de Teresa
una fiebre de oro de las llagas de Cristo
un cielo desprendido del siglo dieciséis
una viuda oscilante… un dominico en ascuas
una familia perseguida
y de cuatro maneras germinará lo plantado:
Agua del pozo
Agua de noria sin anegar el huerto
Agua de río o del arroyo
Lluvia del cielo:
La humanidad de Cristo desnuda tus pupilas
su tórax alanceado aún gotea
Bañémonos Teresa en esta rojedad
En la tierra el espanto
Bañémonos Teresa
El espanto Teresa
Bañémonos Teresa en esta rojedad

 

Laude
Estoy tocada por Dios
la violencia de su cuerpo
por mi sangre fluye
tocada por
la violencia
es
el cuerpo
de la sangre que fluye
tocada
por tu cuerpo
la violencia fluye
Dios
por mi cuerpo
dentro
de mi cuerpo
como
un canto
Y
por
Él
estoy sangrando

 

En estos versos en los que Teresa de Ávila pone de manifiesto su cuerpo, menciona su sangre, sus deseos, el momento en que es tocada por Dios y menciona la violencia del cuerpo de Dios/Cristo. Esta mención no es descuidada, hay una dualidad entre lo divino y lo profano. La mención del cuerpo no es un acto inocente, es una conjunción mística entre lo terrenal y lo divino. Hay una inflamación no solo del cuerpo sino también del espíritu. Hay un gozo al experimentar la comunión de Dios con lo mundano. De modo que, partiendo de los sentidos corporales en busca de la divinidad y, por otro lado, partiendo de la divinidad para hacer esta fusión, estas dos cúpulas poéticas de la literatura contemporánea se nos presentan como provocaciones de aquella dualidad que busca apartar el cuerpo y el espíritu en el mundo. En el punto de inflexión entre lo profano y lo sagrado hay una reacción muy fuerte, no se trata de reacciones separadas del individuo o de una conciencia individual más próxima a la que conocemos, sino que se trata de la pasión de Cristo a través de Teresa y revelada a Minerva Margarita Villarreal para que lo pudiera manifestar a través de estas palabras cargadas de erotismo. La reacción no es consciente, pero nadie se salva del cambio. El éxtasis que experimenta Teresa no la redime de la necesidad de seguir los pasos de Cristo. Y nosotros, los lectores de estas revelaciones también hemos sido tocados por el éxtasis de Minerva Margarita Villarreal y sus suaves maneras.

 

El ojo de agua de sus manos

Con solo tocarme la cabeza mientras dormía
con sólo decirme sin decirme
al fuego celeste
desperté
Adicta
arrodillada
hasta las fundaciones
En la inmensidad de Icamole
cuando más amo el desierto
el ojo de agua de sus manos
su delirio
su tibieza feroz en mis rodillas
Vi sucederse las señales
hasta que se ausentó de la carne
como una virgen que desaparece.

 

Laude
Mientras me como esta manzana
Dios viene a bendecirme
parpadeante de sol
desciende
al vuelo
de la paloma
con su piel
su pelo alborotado
y un joven
que conduce a la puerta
del programa de los doce pasos
El muchacho es adicto
De cada diez
uno no recae:
La impotencia de sus labios
por mi sangre
fluye

 

En este otro poema, con su laude nos habla de las adicciones, de las necesidades del cuerpo, de la necesidad de encontrar la fe y el alivio que representa saber que los seres celestiales pueden redimirnos de los pecados. En este solo poema ha mencionado los elementos inequívocos de la divinidad: la luz, el agua, la manzana, la puerta, el sol, la paloma, una virgen que desaparece, el desierto, la genuflexión en señal de reverencia. Y, por otra parte: la angustia, la adicción, la necesidad, el programa de los doce pasos de los alcohólicos anónimos. Seres dependientes no solo del licor, sino de atención, de una guía, seres en espera de milagros, seres seducidos por los placeres carnales, por los placeres sensoriales y, por lo tanto, fácilmente recompensados en su eterna espera. Conjuga de manera magistral Ávila, Icamole, el desierto y el agua. Elementos aparentemente contradictorios en comunión con lo etéreo.

 

Un vestido para desnudarme
Hoy mi vestido significa:
Me levantaré de la cama como si obedeciera a Cristo
Entre una manta de gases
muslos adoloridos huesos que se desploman
camino a paso lento
No debo caer
porque la montaña se ha partido
y cuando abre la mañana
un agujero se vuelve un precipicio
Me levantaré de la cama
tomaré una ducha
El agua limpia mi cuerpo
me despoja de ese humor
fétido de estar enlatada
como sardina
me desdobla en mi peso drenado y me multiplica
pues la multitud está hambrienta
y como si yo fuera los panes y los peces
confundo los gritos con el llamado
mas cerca su voz resplandece
y me alcanza
Me visto después del baño
luego de tallarme las grietas
las flores fueron abriendo
porque yo
recién lavada
y bendecida
me he multiplicado:
Un vestido de algodón
un vestido holgado como Olga
con volantes de ancho vuelo
para pasear los huesos
los muslos las caderas moverlas ya en la vida
en su agua clara
en su viento de lilas aromadas
y que no trote la cabeza
de un lado a otro por dentro abotagada
como nave que se bambolea ante la agitación de espadas
de ese mar puntiagudo y alebrestado que la embiste
Un vestido con turbante que sujete el pensamiento que ha vaciado mi corazón
muy asustado observándolo todo
un vestido para volar
para ganar el cielo
un vestido y que beban los pájaros
de su estanque dorado en su bailable aéreo
¿Sabes cuál es el salario del mal?
Es la muerte y me niego a depositarle pago alguno.

 

Hay en estos versos propuestos por Minerva Margarita Villarreal una promesa de erotismo exquisito y delicado que serpentea el misticismo sin olvidar la corporalidad de lo mundano. Va entretejiendo una secuencia de recuerdos que se funden gradualmente a la temperatura por momentos serena y por momentos vehemente de la añoranza, y que son propuestos desde el momento de la duermevela a punto de conciliar el sueño o de un sueño que busca el despertar. Surge, por tanto, en este libro de Las maneras del agua una voz que se escucha imperceptible desde el umbral de la agonía compartiendo la ruta con el paso de la plenitud. El vestido en contraposición con la desnudez, lo oculto y lo visible a través de la suave tela. El roce de la tela con las caderas voluptuosas, una manera muy erótica de hacer alusión al hecho de necesitar cubrir el pecado de la carne. La vitalidad del sexo emerge de las palabras con las que trata de cubrir esas grietas, mientras que es evidente el Eros y el Thanatos, el Alfa y el Omega. El miedo a la muerte que se evidencia en contraste con la vitalidad del sexo palpitante que el vestido debe cubrir para ganar el cielo.

En otro poema denominado Herida luminosa consideramos que una característica muy definitoria es la división del poema en antesalas. Compuesto como una elegía al dolor presentado de muchas formas. En un principio percibimos la evocación al amor, la historia de un encuentro, la dicha y la pasión y después la pérdida enunciada mediante imágenes de simbolismo erótico. La firmeza de las imágenes al ser rememoradas provocan la insistencia de la chica abandonada que se descose y se desbarata, hasta llegar a no querer morir, al mismo tiempo que percibe que es el único final posible. La voz parece enajenada en espiral y desde ese punto se dirige a un recóndito que por instantes puede evocar a un amante, por instantes se asemeja a un recuerdo, por momentos se trata de un diálogo interior e inclusive, por momentos insiste en un diálogo con la divinidad:

 

Para la niebla un cuerpo
para tu cuerpo un viento desatado
para ese viento un hombre
para sus ojos llovidos por el goce
abre tus puertas templo
La gota del flagelo
tan ansiosa de sábanas
su blanca piel abría
Para la nieve un cuerpo
para la noche
el viento detenido
el río que anunciaba
la hiel de la navaja
en esa niña
Su fuego es siempre un nido
al ave que renace

 

Nuestra autora combina distintos elementos que se conjugan en estas líneas, elementos naturales como la niebla, la nieve y el viento que indefectiblemente se perciben con los sentidos; el río, la hiel, el fuego que son combinados con una sutileza casi divina. En principio hay una reminiscencia, un recuerdo que se insiste y no puede evitar el quebrantarse conforme el dolor, un dolor que proviene no solo de la nostalgia sino un dolor categórico, físico, natural de un cuerpo atormentado y que se abre paso en la escritura. Hay un vínculo de dolor y plenitud, por lo tanto, en el recuerdo que se transforma en un rasgo poético. Probablemente lo que conduce la vertiente de esta poesía es básicamente un deseo de unión. La unión del cuerpo a través del espíritu y del espíritu a través del cuerpo. Una comunión con la divinidad. El deseo de esa comunión se mueve de eventos y terrenos, de estaciones y existencias como una sola intensidad que se dispersa y se concentra nuevamente sin aviso. La herida luminosa que se niega a cerrarse. Tal vez por ello, nos deja su voz:

 

Esa voz
es el canto que bebes
como pez sumergido
hasta el fruto
que brilla
más profundo que el mar

 

Esa voz es el canto, esa voz de Minerva Margarita Villarreal nos ofrecerá siempre una nueva propuesta de la lírica erótica y divina. Una fusión que solo ella pudo lograr al ensayar en escenarios que solo una diosa podía pisar.

 

REFERENCIAS

Guerra, Lucía. (2007). Mujer y escritura. Fundamentos teóricos de la crítica feminista. Ciudad de México: UNAM.

Villarreal, Minerva Margarita (2016). Las maneras del agua. Ciudad de México: FCE.


Nora Lizet Castillo Aguirre. (Monterrey, 1970). Ensayista, poeta y narradora. Doctora en Filosofía con acentuación en Estudios de la Cultura (UANL, 2018) Summa Cum Laude. Máster en Letras Españolas (2002), Licenciada en Lingüística Aplicada con Énfasis en Didáctica del Idioma (1991). Promotora cultural desde 1994. Ha impartido una variedad de cursos en lengua inglesa y cursos de literatura universal. Su obra ha sido publicada en distintos países. Actualmente imparte cursos de creación literaria en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa.