Gerardo Bustamante Bermúdez
La memoria es el acto en el que se cuenta a sí mismo y a los demás, episodios del pasado. La subjetividad queda mediada por el olvido y la suturación de recuerdos, recreaciones y olvidos. Quien recuerda se enuncia frente a un espejo; frente a él se construye. Si se hace a través de la escritura, queda el registro de una perspectiva íntima, es decir, se escribe la verdad de quien enuncia. Al escribirse el pasado se entiende el presente.
Como música de Mahler moran las tristuras de la infancia, del escritor guerrerense Ulber Sánchez es un poemario doloroso y evocativo; en sus versos se entrelazan la música del compositor y director de orquesta checo Gustav Mahler con los fragmentos de la memoria infantil y las escenas familiares de lo cotidiano, vistas a través del tiempo. En el 2011, el Instituto Mexiquense de Cultura hizo la primera edición. En el 2019, Ediciones Trinchera realizó la segunda edición.
Se trata de un libro que bien podemos equiparar con una orquesta de poemas en la que se representa el dolor y la pobreza; la violencia y la miseria del pasado en el pentagrama emocional del autor. Desde el presente de la enunciación, el poeta toma distancia, indaga en el lenguaje y traza su propia geografía emocional. La evocación de la madre del yo lírico llega al poemario en sus quehaceres y representaciones de lo cotidiano, desde el oficio de hacer tortillas, pedalear la máquina Singer, preparar la comida o el café hasta soportar el tedio y la violencia doméstica. La familia es el centro de exploración de la llaga poética y desde ahí el poeta recuerda los episodios tristes en esa regresión a Santa Sara, lugar en el que siempre llueve y en el que resuenan las palabras de la madre: “El olvido es como la lluvia”.
Dividido en dos partes, este libro es un canto al destierro vivencial a través de las metáforas, la sinestesia y la representación de esos mundos individuales en donde la familia comparte la condición de parias, el hambre y la incomprensión, por eso, el poeta, dice: “He aquí un destello de parias con una tonada de odio,/ una mujer entre los andamos de la soledad./He aquí mi grácil dolor de muelas, mis pensamientos hacia abajo./ Santa Sara y la apatía de mi madre./ Mi madre y su hipocresía cuando el hambre/ permanece más allá de la desolación”. Desolación, memoria, escritura y testimonio constituyen los ángulos enunciativos por medio de los cuales el poeta reconfigura un pasado y la realidad de lo cotidiano-poético, en donde no hay milagros ni finales felices, sino antítesis que son ráfagas, cuchilladas en un ambiente en el que coexiste lo impensable porque la violencia real se coloca al lado de la sonatas del compositor checo: “Un hombre golpea a una mujer./ La música de Mahler en la quietud./ Cada golpe va directo al rostro,/ la sangre como acto de presencia juega un papel secundario”.
Por los versos de Como música de Mahler… se observan nubes y almendros que son testigos de la escenificación de lo cotidiano, de un pasado que se materializa en un texto poético muy bien logrado en el que las saudades de la edad pretérita configuran un escenario de evocación de un tiempo en donde la hipocresía, la violencia, el hambre y la condición de paria conviven con la nubosidad que avanza por los cielos, lo mismo que los pájaros que exploran otros ámbitos, a diferencia de los hombres, que tienen los pies puestos en los anclajes de sus orígenes, su cultura y lenguaje.
En la segunda parte de poemario, el poeta anota: “el atardecer de la memoria es lo que ya se ha dicho”. Desde este espacio, la madre ausente, el discurso poético y la necesidad de comunicar el cementerio de recuerdos, se constituye como la posibilidad de representar fragmentos de una memoria enardecida, de un duelo en el que la cotidianidad y la violencia se instauran como práctica de un vuelo poético por medio de cada imagen nombrada y es ahí donde resulta importante destacar el hecho de que la memoria renombrada desde la edad adulta significa la posibilidad del no olvido y de la comunicación de espacios íntimos a maneras de oraciones o blasfemias. No hay en este poemario una idealización de la infancia, sino una representación de la experiencia que ahora se vuelven poemas, pues la memoria, en este caso, conduce a la poesía. Cada ausencia, cada golpe, grito o hueso de ausentes, son una irrupción a los silencios, a las manías por mirarse en un espejo y, desde ahí, ver el reflejo de la voz lírica, con todos sus fragmentos de memoria, voces de otros, imágenes de un pasado que llega a través de las palabras, mientras la melancolía de las composiciones de Mahler se corresponden con ese pentagrama de la vida en el que el poeta trae a su/nuestro presente los acordes de un llanto nebuloso en esos días de lluvia en los que las tristuras de la infancia moran en cada compás poético:
Hablo de ti por oficio.
Amanece y es tiempo de guardar la sentencia.
La ciudad, debes saberlo, es una hija bastarda que justifica su quietud.
Un par de disparos se oye a lo lejos.
No recuerdo cuándo empezó a mermar el silencio.
No recuerdo cuándo miré frente al espejo y el vacío sonrió más allá de la lluvia.
Título: Como música de Mahler moran las tristuras de la infancia
Autor: Ulber Sánchez
Editorial: Instituto Mexiquense de Cultura
Año: 2011
Gerardo Bustamante Bermúdez. Doctor en Letras. Es ensayista, editor y crítico literario. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI, I).