Dante Tercero
Cuando me invitaron a compartir mi experiencia sobre la representación de los hombres trans en el ámbito sociocultural, entendí que iba a ser un reto; comenzando porque nunca fue un tema que me obsesionara y, por lo tanto, supuse que me faltarían muchas referencias. Al final decidí aventurarme porque, sin duda, tenía algo que decir. Solo crucé los dedos esperando que fuera algo relevante, que aportara y que, sobre todo, representara bien a otros hombres trans.
Lo primero que se me vino a la mente fue la cinta francesa Mi vida en rosa (Ma vie en rose, 1997) de Alain Berliner, porque fue una película que resonó en mí y me hizo cuestionarme seriamente. La vi cuando tenía veintitantos y me sentí menos solo. Recuerdo que la niña protagonista siempre trataba de encontrarle un sentido a cómo se sentía e imaginaba a Dios cometiendo un error de dedo al crearla, poniéndola en un cuerpo de niño. Esa escena me conmovió y lloré junto con mi mamá porque nos trajo muchos recuerdos: cuando era niño también sabía que algo no cuadraba para mí y, en mi inocencia, llegué a imaginar lo mismo que ella. Después de cavilar por un rato pensé en descartarla porque gira en torno a la transición social de una niña y a mí se me pidió explorar desde lo transmasculino, dar títulos como Los muchachos no lloran (Boys don’t cry, 1999) de Kimberly Peirce o Conociendo a Ray (3 Generations, 2015) de Gaby Dellal. Sin embargo, no la deseché porque considero que, para quienes pasamos de los treinta, esta fue la verdadera experiencia en cuanto a encontrar representación allá afuera, nos vimos obligados a tratar de sentirnos identificados con personajes, figuras públicas y productos culturales de mujeres trans y en una minúscula producción transmasculina.
Otro de los títulos que me sugirieron explorar fue El secreto de Albert Nobbs (Albert Nobbs, 2011) de Rodrigo García. Esta película me parece adecuada para describir nuestra experiencia, pero no en el sentido de que de verdad nos represente, sino que se nos sigue considerando una extensión del lesbianismo butch, un derivado, y ciertamente no lo somos. No todos los hombres trans se consideraban lesbianas antes de su transición; muchos de mis amigos trans son bisexuales o pansexuales, incluso algunos de mis conocidos en grupos de chicos trans en redes sociales son gays. Y considerando que El secreto de Albert Nobbs se me sugirió como representación transmasculina y que la protagonista se considera a sí misma mujer lesbiana cisgénero que, por motivos personales, tuvo que travestirse; entiendo que aún no quedan claras las diferencias entre orientación sexual e identidad de género. Así que, de nuevo, lo que mayormente nos ha representado ha sido una serie de producciones que no habla de nosotros.
Uno de los pocos hombres trans que recuerdo haber visto en series de televisión o streaming que no se ajusta cien por ciento al estereotipo, salió en The L Word: Generation Q (2019) de Ilene Chaiken, Kathy Greenberg y Michele Abbott. Se llamaba Micah Lee y es bisexual (o pansexual, no me queda claro). No voy a negar que yo también me sorprendí cuando me enteré de que había chicos trans que se sentían atraídos por otros hombres, pero actualmente estoy más informado gracias a los verdaderos héroes sin capa: youtubers que en sus canales comparten procesos, transición social y hormonal, tips, gadgets y teoría trans. Ellos para mí fueron los que realmente comenzaron a darnos visibilidad desde la perspectiva correcta y los que personalmente me hacen sentir más identificado. Uno de mis favoritos es Chase, su canal se centra en hacer reseñas sobre packers, stand to pee o STP (un objeto para poder hacer pipí de pie) y prótesis de todo tipo; pero en el proceso comparte mucha información sobre su vida. Me gusta sentir que hay alguien al otro lado de la pantalla que realmente sabe, por ejemplo, lo complicado que es ir al baño cuando eres un hombre trans.
Otro personaje de serie que se me viene a la mente es Joel, de Ser o no ser (2022) escrita por Coral Cruz y dirigida por Marta Pahissa. Él es un chico trans de 16 años que quiere ser actor. Tanto este personaje como el de Micah Lee, fueron interpretados por actores trans y eso es un avance importante (son Ander Puig y Leo Sheng respectivamente). Me hace identificarme aún más con ellos porque quienes interpretan estos papeles han experimentado en carne propia algunas de las anécdotas que llevan a la pantalla y no son actores cisgénero aprovechándose de la “exoticidad” del ser trans para impulsar sus carreras o para poner a prueba sus habilidades histriónicas. Incluso, en Ser o no ser el chico trans es el protagonista, ya no es solo un complemento o personaje secundario y eso abre el espacio para poder abordar el tema a profundidad. La problemática de la serie se basa en el cispassing (pasar por persona cisgénero) pues Joel no quiere que los demás sepan que es trans. Yo no me siento identificado con el esconder mi transness pero sé que sí es la realidad de muchos otros hombres trans. A mí no me molesta que lo sepan porque me gusta ser trans, pero también hay ocasiones en las que prefiero no decirlo porque no sé si me encuentro en un espacio seguro. Siempre trato de ser abierto al respecto porque no considero que sea algo de lo que tenga que avergonzarme pero, de repente, me acuerdo de historias como la de Brandon, que murió asesinado y su historia es contada en el protagonista de Los muchachos no lloran. Esta película retrata una realidad brutal que no ha cambiado mucho desde entonces, exponiendo la transfobia que aún se vive, y es cuando entiendo que muchos hombres trans opten por hacer cispassing para evitar que las demás personas se enteren.
Por otro lado, también puedo darme cuenta de que, actualmente, no todo es sufrimiento. Las cosas han mejorado mucho para las personas trans en las dinámicas sociales, en cuanto a derechos humanos, en lo legal y en lo cultural. La mayoría de las personas de mi entorno se consideran aliadas, respetan mis decisiones y me apoyan en todo lo que pueden. Los aliados son una parte importante en nuestros procesos y esto también se hace evidente en Ser o no ser, cuando los amigos de Joel y la maestra de teatro lo defienden ante un compañero de clase, aclarándole a ste que el género no está en los genitales sino en el cerebro. Algunos hombres trans somos muy afortunados y tenemos familia, amigos y conocidos que saltan al ruedo por nosotros.
Siguiendo con lo bonito, el año pasado Netflix lanzó una serie tipo telenovela titulada 100 días para enamorarnos (2020) creada por Ricardo Álvarez Canales, y en ella hay un personaje llamado Alex. La trama no gira en torno a él, pero supone una presencia importante y toca algunos temas que no se toman en cuenta en otras representaciones. Este es uno de los personajes con los que me he sentido más identificado, sobre todo porque es el único latino que recuerdo haber visto en una producción grande. En la serie, Alex experimenta su transición social de una forma muy similar a como yo la viví: sale del clóset trans después de cuestionarse mucho a sí mismo, utiliza vendajes que lastiman su cuerpo y viste ropa masculina por intuición, esconde su esencia sin saber por qué y cuando entiende que es un chico trans, lo vive sin que sea un secreto. Este es un punto positivo porque casi siempre abordan la transexualidad y la transición como algo que se debe ocultar. Otro de los temas que me parece no solo relevante sino informativo es que, en la serie, Alex comienza un proceso legal para cambiar su nombre y género. 100 días para enamorarnos sucede en Estados Unidos (Houston), pero en México también es legal hacer rectificación de nombre y género. Actualmente yo estoy en ese proceso. Sin embargo, a pesar de que la ley dicta que debe ser un trámite sencillo y rápido, llevo más de ocho meses esperando a que el Registro Civil corrija mis documentos. Espero que esto se resuelva pronto pero me parece importante destacar que, incluso en esos ámbitos, la cosa va mejorando. Y hablando de nuestros nombres legales y elegidos, en esta serie se expone de una forma muy tierna el deadnaming. Para quienes no sepan lo que es esto, es cuando las personas se refieren a ti utilizando el nombre con el que te registraron por primera vez y no el nombre que tú elegiste, ya sea de manera intencional o no. Los papás de Alex, caen en este error frecuentemente pero no lo hacen a propósito e intentan adaptarse a la nueva identidad de su hijo. Pasa lo mismo conmigo, a mi mamá le cuesta trabajo olvidarse de mi nombre anterior pero, para solucionarlo, optó por mandarse hacer una pulserita con mi nuevo nombre para que ya no se le olvide. Y este es uno de los aportes que más me gusta de la serie: las nuevas generaciones de padres que sí aman a sus hijos y los validan porque no ven el ser trans como un problema o enfermedad. No me gustó que quien hiciera el papel fuera una actriz cisgénero pero sí considero que el personaje de Alex se acerca un poco más a lo que algunos de nosotros vivimos actualmente al comunicar nuestra identidad a nuestros seres queridos.
Dejo para el final a una de mis figuras públicas favoritas: Gottmik, un chico trans drag queen que participó en la temporada 13 de RuPaul´s Drag Race (2021). Junto con Elliot Page, es uno de mis hombres trans favoritos pero, en este caso, lo que me conecta es que Gottmik desestabiliza el concepto de lo masculino ya que un hombre trans haciendo drag no es algo que se suele esperar. Gottmik explora su lado femenino de una forma en extremo interesante, así como la corporalidad y el autoaprecio. Habemos muchos hombres trans que nunca odiamos nuestro cuerpo antes de las hormonas; hay hombres trans que se siguen considerando mujeres por contradictorio que esto suene; habemos hombres trans que no necesariamente queremos ser hiper masculinos; hay hombres trans que desean gestar: habemos chicos trans de todo tipo y realmente deseo que, cada vez, nos hagamos más visibles y que podamos vivir sin miedo a ser.
Finalmente, me gustaría aclarar el porqué decidí incluir a los creadores de cada referente al momento de nombrarlos en este texto. Si bien es cierto que hace falta que la mayoría de los personajes trans en el cine o en series sean interpretados por actores trans; considero que lo que realmente hace falta son escritores, guionistas, directores, artistas plásticos y, en general, creadores trans que se interesen por generar obras más fieles a la experiencia transmasculina y que den visibilidad, pero desde lo real y no desde el mito o el estereotipo que habita en la mente de la población cisgénero.
Dante Tercero es un poeta y editor mexicano. Es autor de Mi Tercer Ojo, Perro Sombra y Poemojis. Obtuvo la beca Jóvenes Creadores del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (SACPC) por el proyecto “Poemojis: viralización poética”.