Gamaliel Figón
Leí Lágrima extraña. Antología Poética (2018), de Luis García Montero, poeta granadino nacido en 1958 e inscrito en la corriente de la poesía de la experiencia. El editor y también poeta granadino Juan Carlos Abril escribe la introducción dirigida al lector y la lectora de Hispanoamérica, y da cuenta de la poesía de la experiencia como un movimiento de las letras españolas del siglo XX en el que se hace manifiesto la manera en que los sentimientos se modifican conforme se suceden las transformaciones históricas. Abril, además, selecciona los poemas que conforman la antología poética que empieza con Tristia (1982) hasta A puerta cerrada (2017), apenas un año antes de la publicación del libro. Son treinta y cinco años de escritura en doce títulos que comienzan entre erotismo y nostalgia y terminan en un desasosiego por amores pasados y por el mismo pasar del tiempo.
El orden cronológico de las tres décadas y media de poesía nos permite avanzar por los años mientras descubrimos nuevas preocupaciones del poeta. En un Luis García Montero más maduro podemos ver la preocupación por el lenguaje mismo, la historia de España, la inclinación abierta por la política y la conciencia total de que quizá es el pasado lo único que se tiene y no se tiene al mismo tiempo. Todo en un lenguaje llano y en un tono cercano que se siente confesional e íntimo.
Como lector, me vuelvo testigo de la evolución del poeta: el tema del amor se mantiene siempre presente, pero su presencia disminuye conforme avanzamos para dar paso a otros, como el desasosiego. Puedo también observar algunas constantes y podría decir que la escritura de Luis García Montero se mantiene entre la omnipresencia de la lluvia y el frío, el otoño angustioso: “antes que los humanos / los objetos aprenden a vivir en otoño”, (85) y el invierno, así como una mirada obsesiva hacia el pasado. En ese mirar hacia atrás y nunca hacia el frente surgen enseguida otras cosas: la conflictiva Historia, la nostalgia ajena y propia, la memoria y la amenaza del olvido, la ruina y el deseo. La relación del poeta con el pasado fue lo más entrañable que encontré en el libro, porque descubro complejidad y conflicto en esa remembranza, pero también una ventana para presenciar la intimidad de la experiencia del poeta.
En A puerta cerrada (2017), la voz poética llena de angustia enuncia que “Ahora se trata de sentir que el pasado no es una mentira”, (233) y en Vista cansada (2008) se manifiesta un rechazo tajante hacia el presente y entonces “Las ruinas de hoy / no son ya mi dolor ni mi recuerdo” (170). Lo material despierta una nostalgia ajena. El regreso a otros años se convierte en una tarea poética y la inmersión a tiempos pretéritos se experimenta como más real en un poema que en la casa abandonada que alguna vez fue el hogar de la juventud.
El acto mismo de leer aparece como una comunión entre el pasado y el presente, igual que la lluvia: oímos desde el presente las gotas de agua que ya terminaron su trayecto. Borges, que se reencuentra con el recuerdo de su padre gracias a la lluvia, escribe en un poema: “Cae o cayó. La lluvia es una cosa / Que sin duda sucede en el pasado”. Esta condición de la lectura la conoce la voz de Luis García Montero cuando dice en sus versos dedicados al lector: “agradezco el azar de esta ocasión / en la que tú me salvas del olvido” (156). El poeta, en su exploración del pasado, avanza también como lector y creador sobre la tradición literaria, en sus referentes. Entonces ocurre el diálogo con Rafael Alberti, Luis Cernuda, el mismo Borges, Federico García Lorca, Rubén Bonifaz Nuño, entre otros, a través del homenaje del epígrafe y la respuesta al incluir esas palabras en los poemas.
Pienso ahora en los versos de donde proviene el título: “y esta lágrima extraña / que llamamos historia” (48) y creo comprender que se trata precisamente de esa postura hacia el pasado que fluctúa entre el temor o aceptación del olvido, el anhelo de volver y quizá la conclusión de que el pasado es todo lo que se tiene y, por tanto, lo que se pierde. Me pregunto: si el futuro es borroso y el presente es acelerado, ¿hacia qué tiempos se encuentra el mayor esfuerzo de nuestro deseo? “Todo me llega débil como un baile lejano”, (39) dice el poeta y sin embargo su convicción en rescatar esa experiencia pasada está ahí, insistente. Nuestros tiempos esperan tan solo el siguiente baile, olvidando de inmediato los pasados. En esa promesa de lo nuevo se concentra nuestro deseo. Tal vez necesitamos regresar un poco nuestros pasos y rechazar por un momento la aceleración de los tiempos. Al terminar de leer Lágrima extraña pienso que también puede haber esperanza por el pasado, en ese llanto extraño por mirar hacia atrás.
Título: Lágrima extraña
Autor: Luis García Montero
Editorial: Universidad Autónoma de Nuevo León/La Otra
Año: 2018
Gamaliel Figón. (Apodaca, 1999). Estudió Letras Hispánicas en la UANL. Perteneció a la primera generación (2019) del Centro de Creación Literaria Universitaria y fue dos veces becario del curso de verano de la FLM (2021, 2022). Primer (2022) y segundo lugar (2021) del Certamen de Literatura Joven, así como tercer lugar (2021) del Premio Nacional al Estudiante Universitario de la UV, en el género de cuento.