José Roberto Mendirichaga
A Dolores Campillo, mujer admirable, en memoria.
Tiene razón Mauro Armiño cuando en el prólogo a La emancipación de la mujer en España advierte que el feminismo de Concepción Arenal no es el de los siglos XX y XXI, sino el embrionario de mediados del siglo XIX en España, a la vez que agrega: “[…] su costumbrismo tiene que ser contemplado desde nuestra perspectiva. Desde la suya, era ensayo teórico, denuncia de una situación injusta. Pero, de hecho, hoy sólo nos sirve para completar el cuadro de la sociedad que vivió con algunas manchas borrosas que representarían a la mujer de esa época. Podría decirse más incluso: casi todas las soluciones por ella dadas a los diversos problemas han sido ya conquistadas por la sociedad […]”.
Pero, entonces, ¿por qué leer o releer a Concepción Arenal? Porque su pensamiento contiene muchos elementos que conservan actualidad, o que fueron base para la elaboración de una propuesta femenina a la realidad social, económica y política de su tiempo, en una España que sufría las transformaciones propias del momento, ya debatiéndose desde entonces entre un monarquismo tradicional y un republicanismo moderno; en una Europa que, a su vez, experimentaba una serie de cambios producto de los liderazgos políticos internacionales, del marxismo y de los socialismos, de la propuesta social cristiana y de la desigualdad entre las naciones.
Mucho escribió Concepción Arenal en su ejercicio profesional de abogada, funcionaria penal, periodista y activista social. Estudió como oyente Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, aunque en varias ocasiones hubo de disfrazarse de hombre para ser aceptada en los cursos. Se casó con el también escritor y periodista Fernando García Carrasco y sus hijos fueron Concepción (murió muy pequeña), Fernando y Ramón Carrasco Arenal. Vivió en varias ciudades y poblados de España, en razón primero del trabajo de su esposo y luego del de ella misma, ya viuda. Colaboró en muchos periódicos de la época y fue fundadora de la revista quincenal La Voz de la Caridad. Perteneció a la Sociedad de San Vicente de Paúl. En el prólogo a Concepción Arenal: mentalidad y proyección social, de María José Lacalzada, su tesis doctoral en 1991, José A. Ferrer Benemeli escribe: “Concepción Arenal fue una mujer independiente, preocupada por el ‘sentimiento de humanidad’, a quien su fe y creencias no le impidieron colaborar con personas, movimientos y grupos políticos más dispares […]” (Lacalzada, 2012: 14).
Además de pertenecer a la Sociedad de San Vicente de Paúl, fue secretaria de la Sección Central de Damas de la Cruz Roja Española, directora del Hospital de Sangre de Miranda de Ebro, miembro de la Junta Directiva del Ateneo de Señoras, promotora de la Constructora Benéfica, fundadora de la Escuela de Institutrices y presidenta de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer. Llama la atención su participación en congresos internacionales como los de Frankfurt, a partir de 1846 y posteriores, Estocolmo 1878, Roma 1885, San Petersburgo y Amberes 1890 (Rivas, 1999: 24 y 31-32).
Existen varias ediciones de sus Obras completas, y algunos de sus libros son: Fábulas en verso, Manual del visitador del preso, La cárcel llamada modelo, La igualdad social y política y sus relaciones con la libertad, La instrucción del pueblo, Cuadros de la guerra, La beneficencia, la filantropía, la caridad, Las colonias penales de la Australia y la pena de deportación, Manual del visitador pobre para uso de las conferencias de San Vicente de Paúl […] y muchos más.
Se pudiera sintetizar el pensamiento de Concepción Arenal, pero parece tener más fuerza si se citan directamente algunos de los párrafos más destacados de su obra literaria y periodística, tomando como base el libro La emancipación de la mujer en España, el que Mauro Armiño armó antológicamente con la integración de los discursos, artículos, informes y propuestas de la activista social gallega. “Estado actual de la mujer en España”, artículo publicado en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza en Agosto de 1895 y que fue material diez años antes para el capítulo de la obra The woman question in Europe, de M. Stanton (ed.) en G.P. Putnam’s Sons, New York, 1884, el que contiene una serie de ideas fundamentales sobre el rol que debía jugar la mujer en ese momento de la historia.
Siguiendo la edición de Armiño, podemos reproducir algunos párrafos de Concepción Arenal: “La costumbre, sin ninguna razón, pero con mucho poder, arroja a las mujeres de las ocupaciones y trabajos más lucrativos […]”, “Así, pues, la condición de la mujer española en la esfera económica es deplorable […]”, “[…] la religión ejerce escasa influencia moral en la mujer española […]”, “En las escuela de niñas (donde las hay), la mayor parte del tiempo se invierte en labores, y sólo por excepción la maestra sabe leer con sentido […]”, “El marido que pisotea sus deberes de esposo y de padre halla en la opinión todo género de complacencias […]”, “No se puede desconocer el progreso, aun en los pueblos de poca importancia […] de escuelas que brindan educación de altura para la mujer” (Arenal, 1974: 25-58).
Todavía en 2022, aún en países desarrollados, hay diferencias salariales y de prestaciones en empleos varón-mujer. No es que Concepción Arenal negara el valor de la religión; simplemente consideraba que ésta, en su enseñanza, era débil y muy acentuada en las prácticas externas, la oración memoriosa y las devociones populares; ella ansiaba una firme formación teológica y moral para mujeres y hombres, y demandaba un clero católico más preparado. Por otra parte, consideraba que en la educación femenina se ponía demasiado énfasis en las manualidades, desatendiendo los aspectos racional, ético y estético. Y pensaba que en el matrimonio, hombre y mujer habían de gobernar y educar juntos.
Un segundo trabajo incluido en el citado texto es “La educación de la mujer”, informe presentado en el Congreso Pedagógico de 1892. Decía allí la Arenal: “La educación procura formar el carácter […]”, “[…] si la mujer tiene deberes que cumplir, derechos que reclamar, benevolencia que ejercer, nos parece que entre su educación y la del hombre no debe haber diferencias”, “Lo primero que necesita la mujer es afirmar su personalidad, independiente(mente) de su estado […]”, “Contribuiría mucho a formar el carácter serio de la mujer y consolidar su personalidad el que se interesara y tomase parte activa en las cuestiones sociales”, “[…] en la guerra separatista de los Estados Unidos de América, cuando los federales mal dirigidos estaban en una situación muy comprometida, los sacó de ella y les dio el triunfo el plan de campaña de una mujer (Miss Anna Ella Carrol), que adoptaron los hombres, aunque ocultando su origen femenino para no desacreditarlo”, “[…] los trastornos, puede decirse los estragos, del histerismo serían tan raros como hoy son frecuentes si se atendiese a la educación física de la mujer” (Arenal, 1974: 59-80).
Postula Concepción Arenal una educación para la mujer, igual que la planeada para el hombre. No debe haber diferencias entre una y otra, sino de grado y forma. Insiste en la formación del carácter de la mujer, para poder resistir los embates del medio y no ser manipulada por los caprichos masculinos. Con fina ironía señala que, en muchas ocasiones, no se da la razón a la mujer o no se aprovechan sus consejos, por motivos de falso orgullo y machismo. Y resulta muy útil su recomendación del ejercicio físico en la mujer, a fin de evitar problemas físicos y psicológicos.
“El trabajo de las mujeres”, aparecido en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza en 1891, es el tercer ensayo antologado en la citada edición. Señala aquí Concepción Arenal: “[…] no debe extrañarse que tantas (mujeres) pidan al vicio recursos que no hallan en el trabajo, sino admirar las que perseveran en la virtud luchando con heroísmo ignorado, que es muchas veces martirio sin palma”, “La misma labor, si la hace una mujer, se paga mucho menos que si la ejecutara un hombre […], “El hecho es que, por regla general, la mujer necesita trabajar, y trabajar mucho, dentro y fuera de casa […]”, “¿Se quiere hacer un pueblo de hombres libres con mujeres esclavas? ¿Se quiere que la mujer disfrute realmente de libertad, mientras tenga la argolla de la miseria y de la ignorancia […]? A este mal grave no hay otro remedio que educar a la mujer, artística, científica e industrialmente […]” (Arenal, 1974: 81-95).
Vuelve a insistir la abogada Arenal en que una misma labor es remunerada de diversa manera en el hombre que en la mujer, y que la falta de preparación y la escasez para el empleo femenino pueden, en ocasiones, orillar al dinero fácil e inmoral. Su cuestionamiento de cómo se quiere hacer “un pueblo de hombres libres con mujeres esclavas” es deletéreo, concluyendo que hay que educar a la mujer de manera integral.
De 1861 es este cuarto material de Concepción Arenal, titulado “La mujer del porvenir”. Puede decirse que es de sus trabajos más armados. Es un pequeño pero completo librito, dividido en una introducción, doce capítulos y la conclusión. Adviértase la novedad de sus ideas, pasado el medio siglo del vapor y del buen tono, donde no quedó del todo superada la idea del activismo político, el sufragio femenino y la posibilidad de ocupar cargos públicos por las féminas españolas: “Una mujer puede llegar a la más alta dignidad que se concibe, puede ser madre de Dios […]”, “Ni el estudio de la fisiología del cerebro ni la observación de lo que pasa en el mundo, autorizan para afirmar resueltamente que la inferioridad intelectual de la mujer sea orgánica […]”, “[…] véase si no están en mayor proporción las reinas notables por sus talentos y aptitud para el mando”, “La ley prohíbe a la mujer el ejercicio de todas las profesiones […]”, “Amar para ella es la vida, toda la vida […]”, “La mujer es la que conserva en el hogar el fuego sagrado de los sentimientos religiosos […]”, “¿[…] quién mandará en casa, quién será el jefe de la familia? Mandar despóticamente, no debe mandar nadie […]”, […] el amor de una madre nos puede dar idea del amor del Cielo […]”, “La mujer soltera, que caritativa e ilustrada se dedica al consuelo de sus semejantes, es un elemento social de bien y prosperidad que no tiene precio […]”, “No es necesario que la mujer soltera haga votos ni vista un hábito para que su vida se consagre al bien de los demás”, “Queremos para la mujer todos los derechos civiles. Queremos que tenga derecho a ejercer todas las profesiones y oficios que no repugnen a su natural dulzura. Nada más. Nada menos” (Arenal, 1974: 97-188).
Al anterior material, se pueden hacer tantos comentarios que pudieran extender el artículo en demasía. En él esboza incluso la posibilidad del sacerdocio de la mujer en la religión católica, si bien no se atreve a plantearlo abiertamente. Pudiera parecer que en cierto momento Concepción Arenal claudica de exigir derechos civiles para la mujer, pero si se atiende a las últimas líneas del anterior texto, se verá que ésta demanda lo contrario. Señala que la mujer es el corazón del hogar y que el amor a la familia y a sus semejantes es su nota distintiva; y que que ésta ejerce en el hogar una función evangelizadora y salvífica.
Y “La mujer de su casa”, escrito de 1881, es un texto de madurez, donde Concepción Arenal destaca que ciertamente la mujer debe atender al hogar, pero no puede desentenderse de los asuntos del exterior. Recuerda: “Por cualquiera página que abramos el libro de la historia, vemos que los pueblos sufren principalmente, no por los ataques de los malhechores, que las leyes condenan y la opinión anatemiza, sino por aquellos impunes o aplaudidos que destrozan el cuerpo social con tranquilidad de conciencia y beneplácito de la comunidad”, “¿Cuánto no animaron a la resistencia y al combate, y aun pelearon ellas mismas, en nuestra guerra de Independencia?”, “Si el americano no hubiese elevado (al menos relativamente) a la mujer, ella no habría podido hacer la América, como se ha dicho”, “El amor de madre [….], si no se ilumina mucho por la razón y se contiene muchísimo por la idea del deber, es un poderoso elemento de desorden moral y de injusticia”, “La virtud de una mujer o de una joven se fortalecen yendo a visitar a una pobre o una presa”, “[…] el Gobierno sólo puede contribuir algo, no mucho, a la obra. Para que las prisiones sean auxiliares del derecho, y no escarnio de la justicia […], para que la caridad pase de instinto a sentimiento […]” (Arenal, 1974: 189-284).
Como se ha podido apreciar, muchos de estos conceptos acerca de la importancia de la mujer y su necesidad de reivindicación no han perdido actualidad. Si los trasladamos a nuestro México del siglo XXI, mucho contribuirían a elevar no sólo el nivel de la mujer, sino de la sociedad toda. Ahora que se habla de paridad de género y de un feminismo que no anula al varón sino que lo complementa, el pensamiento de Concepción Arenal resulta renovador.
Aurélie Vialette, en un artículo en Hispanic Review, “A woman’s political answer to the cuestión social in the nineteenth century Spain”, ha escrito: “Lo sorprendente es que Arenal, que no era una socialista, trata de hacer un caso para su proyecto de reforma social en España implantando la educación industrial (destacado nuestro), tanto para obreros como para empresarios” (p. 459). Y concluye: “Las Cartas a un obrero también se constituyen en un foro para Arenal, a fin de participar como mujer renovadora en la filosofía social, tanto para las masas como para los capitalistas […], por lo que su estatus y escritos sobre la cuestión social, reflejan la función de la mujer intelectual y la habilidad de las mujeres escritoras para moverse libremente dentro de los distintos grupos sociales” (p. 466).
Hay otra obra de Arenal que debe igualmente leerse y comentarse, así sea brevemente. Se trata de Cartas a los delincuentes, que en México la Comisión Nacional de Derechos Humanos publicó en 1991. Basándose en el Código Penal de la España de su tiempo, Concepción Arenal escribió una serie de reflexiones para las y los presos, que contienen no sólo aspectos legales, sino morales. Para ella, en la mayor parte de los casos de los reclusos, éstos desconocen la letra y el espíritu de la ley, y “la primera condición para que el castigo moralice es el convencimiento, por parte del que le sufre, de que es justo […]” (p. 2). Señala: “En cuanto a vuestra culpabilidad, no quiero hablaros de ella; mi objeto no es acusaros, sino poneros en situación de que os acuséis vosotros mismos, después que, conociendo la justicia de las leyes y su necesidad, tengáis ideas claras del deber y del derecho, y podáis medir toda la extensión de vuestro delito o de vuestro crimen” (p. 7).
Continúa la abogada penalista y visitadora de cárceles españolas: “La fuerza pública que miráis como enemiga, lejos de serlo, os ampara, os defiende de la venganza pública […]” (p. 14); “[…] yo procuraré ayudaros” (p. 17); “[…] el hombre, para ser dichoso, necesita ser honrado” (p. 28); “¡Encarcelados inocentes! ¡Mis pobres hermanos! ¡Mis desventurados amigos! ¡Qué no daría yo por alcanzar de Dios la paz que Él solo puede llevar a vuestra alma […]!”. “¡Quién pudiera limar los cerrojos y abrir las puertas de vuestra cárcel […]!” (p. 167). Estas Cartas, como las dirigidas al obrero o al patrón, merecen comentario aparte.
Luego de la lectura de algunas de sus páginas y de lo que sobre ella han opinado los especialistas, no deja de estimular que a 200 años de su natalicio su pensamiento siga teniendo difusión y vigencia. Concepción Arenal está viva, gracias a que muchos hombres y mujeres del mundo actual creen en sus tesis de justicia y paz, y buscan el mejoramiento holístico del planeta basados en que las personas han de ser éticas y congruentes, dedicando especial atención a sus congéneres los humanos: que sufren y gozan, que piensan y sienten, y que están llamados a un plano superior.
Fuentes
Arenal, Concepción. La emancipación de la mujer en España, Edición y prólogo de Mauro
Armiño, BJ 18, Ediciones Júcar, Madrid, 1974.
—. Cartas a los delincuentes, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Ciudad de
México, 1991.
—. Obras completas, Dos tomos, BAC-Atlas, Madrid, 1994.
Lacalzada de Mateo, María José. Concepción Arenal: mentalidad y proyección social,
Prólogo de José A. Ferrer Benemeli, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2012.
Rivas, Ana María. Concepción Arenal, Serie Verde 4, Fundación Mounier, Madrid, 1999.
Vialette, Aurélie. “A woman’s political answer to the cuestión social in the nineteenth
century Spain”, Hispanic Review, Autumn 2015, Vol. 83, Issue 4, pp. 445-466.
José Roberto Mendirichaga. (Monterrey, 1944). Maestro en Letras Españolas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL y doctor en Historia por la Universidad Iberoamericana. Cultiva el ensayo y la biografía. Autor de La flama en el tiempo (UANL, 2016) y El H. Cuerpo Consular en Monterrey, c. 1840-2018 (HCCM-UDEM, 2019). Enseña, entre otros cursos, los de Literatura Mexicana e Historia de México. Profesor emérito de la Universidad de Monterrey.