emaLúa gcanchola
tallo cero.
hubiera empezado por decir soy una niña. por nombrarme.
hacerle saber a mis padres quién soy. a las amigas
del condominio, a mi profesora. pero algunas flores hacen
crecer sus espinas para sí. las mías fueron nueve.
primera espina. silencio agreste
porque si no cerraba la boca era reprendida con cinturones en las nalgas. porque deseaba el cariño de mis padres. porque tenía que dar el ejemplo a mis hermanos. porque me decían eres hombre y los hombres no pueden ponerse faldas ni decir te amo o pegar estampitas de flores en sus libretas. porque no quería vivir en el fuego toda la eternidad. porque dios.
yo también me sacrifiqué: realmente me esforzaba en ser un niño. me decían emilio. yo me decía emilio. jugaba futbol aunque lo detestara. intentaba parecer ruda. etcétera. así fui alimentando la ficción de un personaje que vivió mis años. y mientras emilio afuera, yo adentro. en las lágrimas de almohada y cobertores. en el dolor de mirar al espejo. en la culpa. luego la espina se hizo tan grande que se convirtió en bosque.
segunda espina. territorio de afloramiento
era un paisaje de soles púrpuras; los árboles, el río, el pasto. mi piel. ay, mi piel, tan púrpura como el primer labial que utilicé a escondidas. y en el corazón de un círculo imperfecto, nuestra casita (púrpura, desde luego). y remarco nuestra porque alguien más la habitaba conmigo: Vina, mi primera madre.
una mirada, un abrazo o la mano y sus mil recorridos. no necesitábamos palabras, el amor era nuestro oxígeno. ese mundito purpuluminoso, al que nombré CÁS, estaba ubicado en el renglón más secreto de mi mente. temía descubrirlo. temía descubrirme al preguntar ¿quién es esa niña morada?
tercera espina. baño baldío
el territorio del escusado, la regadera y el espejo. habitado por nadie, era el lugar perfecto para salir del bosque a ratos. diario intentaba manifestarme en el espejo. a veces lo lograba y me sentía viva. otras veces se mantenía intacto el niño que me exigía ser.
los vestidos improvisados con playeras, los intentos de maquillarme y esconder el pene entre las piernas me llenaban de euforia. la carga simbólica de estos haceres me facilitaba transitar a este mundo. pero la puerta para salir del baño era la misma que me regresaba a CÁS. un miedo me impedía permanecer en mi cuerpo: lastimar y ser lastimada.
cuarta espina. arcifinio en la boca
la boca también es territorio. y un día lo empecé a habitar. soy una mujer, les dije a mis padres. con la mayor sensibilidad y siendo lo más clara posible, les compartí todo lo que había pasado desde que era una niña. uno a otro se echaron la culpa. cuando no fue suficiente, buscaron culpables en mis círculos cercanos. no me creían. les parecía imposible que yo existiera y no el otro niño al que vieron crecer. en ese momento me descubrí espina.
enterrada de pronto en la vida de mis padres, destruí el pasado y el futuro de un hijo que creían tener. ¿tan desgraciada era mi llegada al mundo? no, me respondieron otros abrazos. oídos que recibieron mejor a la niña que ahora habitaba mi boca. así descubrí que las espinas que lastiman a unos, son recibidas como pétalos por otros.
quinta espina. bifurcación del cuerpo
pisar la boca fue el primer paso. lo siguiente era trazar una ruta por todo el cuerpo. habitar su totalidad. pero escribir es menos complicado que andar la carne. por más pasos que daba, las huellas que habían dejado los veintiún años de emilio se negaban a desaparecer. pasaba horas viéndome en el espejo. intentando reclamar el territorio que tanto tiempo me fue arrebatado.
nunca imaginé que tendría “un hijo” así. es muy difícil para mí. creo que hubiera preferido que tuvieras pésimas calificaciones en la escuela o no sé, que fueras “ratero”. sin ánimos de seguir escuchando palabras como esas, me fui a vivir con mi abuela. pero tanto ella como mis padres (cuando los visitaba) me pedían dejar de ser yo en su presencia. de alguna manera, desde sus ojos, yo era una extranjera intentando apropiarse del cuerpo de su hijo/nieto. entendía muy bien su proceso de duelo. pero también entendía que seguir travistiéndome de emilio, de ese niño que nunca fui, me lastimaba profundamente. no estaba obligada a “sacrificarme” y detener mi proceso de autodescubrimiento para evitar el dolor de mi familia. me pareció que lo más sano para ambas partes era la distancia prolongada.
sexta espina. ciudad abismo
a mis primeros meses en la ciudad de méxico les puse el nombre de mi búsqueda más googleada: dónde conseguir cianuro. frecuentemente me imaginaba muerta. eso y fumar marihuana calmaban un poco mi ansiedad y mi tristeza. nunca me atreví a intentar nada para quitarme la vida. quizás porque no estaba sola.
personamor me recibió en su espacio. era un pequeño cuarto cerca de ciudad universitaria. a pesar de que personamor se hundía en la tesis y en otros deberes, siempre estuvo al tanto de mí. trataba de aligerarme los días. me ayudaba a buscar empleo. y creo que su preocupación y sus cuidados hacia mí eran una especie de freno ante las ideaciones suicidas. pero a pesar de contar con su apoyo, me sentía sola. sola de huérfana, de niña que no existe en el tiempo: los padres que había dejado en la otra ciudad no eran míos. eran de emilio.
séptima espina. baliza en el picaporte
la puerta para salir a la calle era una señal de peligro en sí misma. los padres de emilio no eran los únicos que se espinaban con mi existencia. todos los días había personas que no podían evitar pincharse sólo con notarme. y me regresaban la espina con una mirada, una risa o susurros. así andaba por toda la ciudad. espinada. espinada.
cuando regresaba a casa no podía verme en el espejo con mis ojos. me veía con los ojos de los padres de emilio. con los ojos de personas desconocidas. lloraba de frustración y enojo. ¿por qué mis ojos se descomponían a cada rato? ¿por qué no podía verme a pesar de estar afuera de CÁS? invisible, me escondí durante meses bajo cobertores y almohadas. esperaba que Vina se conmoviera de mi dolor. que descendiera de nuestro reino púrpura para llevarme de nuevo con ella.
octava espina. la flora abunda en el recuerdo
a pesar de no existir en un álbum familiar o en anécdotas divertidas de otras bocas, sí tuve un pasado. crecí en el lugar más morado en el que una niña pudo haber crecido. tuve una madre amorosa. corría descalza en el pasto. mojaba las tardes en el río. el sol, la tierra y los árboles eran hermanas que lo sabían todo sobre abrazos. y mi mejor amiga del bosque: la pajarita Ú.
y ahora estoy aquí, intentando ser. aguantando que el mundo sienta asco por mí. aguantando que el mundo me diga que yo no soy yo. que soy un macho disfrazado de mujer. y aún así ser acosada en el transporte público o en la calle por hombres que me ven como un objeto sexual.
CÁS no se puede tocar, pero es tan real como las espinas de las que nació. de las que sigue naciendo.
novena espina. la raíz crece tan inversamente que al fin brota una niña del otro lado de la piel
nacer en este cuerpo siempre ha significado un dolor muy grande. muchas personas no pueden ver quien realmente soy: una niña que desea amar y ser amada. pero mi corporalidad no es el error. el error está en aquellos ojos que no saben leerme. mi cuerpo no es un cuerpo de hombre. mi cuerpo es un cuerpo de mujer porque yo lo habito. sencillamente es lo que soy: una mujer con pene.
llegar a cada rincón de mi cuerpo, habitarlo, ha sido una experiencia increíble. siempre le decía a personamor para tratar de explicarle: es como si te pusieras unos lentes y vieras el mundo como nunca antes. sólo que en vez de los ojos en este caso es la percepción del mundo, de mí. de repente me siento real. de repente existo.
antes pensaba en CÁS como un invento para sobrevivir a esa invisibilidad nombrada emilio. ahora entiendo que CÁS en realidad soy yo. el amor hecho paisaje púrpura. el amor hecho hogar.
yo no soy responsable de lastimar a los padres de emilio. lo es su miedo, sus ideas nocivas sobre las personas trans. ellos tampoco son responsables de mi dolor. lo fue la desconfianza en mí misma, el miedo a hablar. sólo me puedo hacer cargo de mis propias espinas. y creo que ahí reside nuestro poder secreto como mujeres: ser amor. transformar el dolor en una raíz firme.
y la raíz crece tan inversamente que al fin brota una niña del otro lado de la piel. y del otro lado del nombre florecen la L y sus frutos. desde ahora me empiezo a escribir con mayúscula:
emaLúa.
emaLúa gcanchola. (Ciudad de México, 2000). Mujer trans. Estudió Creación Literaria en el Centro Estatal de Bellas Artes de Yucatán (CEBA). Becaria del programa Jóvenes Creadores del FONCA 2022-2023. Ganadora del primer lugar en el Duodécimo Concurso Caminos de la Libertad para Jóvenes en la categoría de poesía (2021), el premio estatal de poesía Tiempos de Escritura (2020, Yucatán), el Séptimo Premio Iberoamericano de Poesía Joven Alejandro Aura (2020) y el XVI Concurso Nacional de Expresión Literaria La Juventud y la Mar (2016). Fue seleccionada para participar en la estancia literaria Material de los Sueños en las Islas Marías (2021). Algunos de sus poemas han sido publicados en medios como Círculo de Poesía, Punto de Partida, Nueva York Poetry Review, Periódico de Poesía, entre otros.