Iveth Luna Flores
La música es el único arte capaz de reunir a tantas personas en un mismo lugar, miles de bocas vocalizando las mismas palabras, entonando las mismas melodías, respirando al mismo tiempo. Franco “Bifo” Berardi, en su libro La sublevación, dice que la voz y la poesía son dos estrategias de reactivación, que la poesía podría iniciar el proceso de reactivación del cuerpo emotivo, y con éste, el de la reactivación de la solidaridad social, comenzando por la reactivación de la fuerza anhelante de la enunciación. Bifo remarca la ambigüedad del lenguaje en la poesía y sus posibilidades para resignificar los símbolos y desestabilizar los significados, pienso que la música no siempre tiene estas cualidades, pero tal como la poesía, reactiva nuestros cuerpos y emociones, y siembra el deseo por enunciar nuestras experiencias e identidades.
¿Qué es lo que cantamos cuando cantamos? Llevamos en nuestra memoria corporal las primeras canciones que nos hicieron estremecer, nuestros cerebros y estómagos se activan cuando escuchamos las letras que asociamos a un momento específico de nuestras vidas. Aún recuerdo las noches en que mi padre alcoholizado ponía a todo volumen sus VHS de Queen, Judas Priest y Kiss, entrada la madrugada metía a la casetera el VHS del en vivo de Juan Gabriel. Aunque yo moría de sueño, le ponía atención a las canciones de Juanga porque eran las únicas que entendía y porque era el género musical que irrumpía entre los guitarrazos a los que papá nos tenía acostumbradxs. ¿Papá sufría por amor? Me gustaban esas canciones, eran las únicas que me decían que papá estaba triste.
En Twitter y en muchos artículos de mercadotecnia y de la industria musical, se dice que mi generación y las nuevas generaciones gastamos más dinero en música: boletos para conciertos, abonos para festivales y suscripciones a streaming. Que sobre todo lxs jóvenes, prefieren la experiencia en vivo, en lugar de endeudarse con cosas materiales: una casa, un automóvil, seguros médicos, etc. Si en México tuviéramos la posibilidad económica de comprar una casa o un departamento, de crear un patrimonio –para lxs hijxs que tampoco es posible criar y mantener– y de tener una pensión digna, tal vez apostaríamos más por nuestro futuro que por el presente inmediato.
Mi padre cuenta que cuando se casó con mi madre, era un joven obrero, metalero y rockero que coleccionaba LP’s originales de sus grupos favoritos; cuando nació su primer hijo, fue a vender sus discos y con una parte de ese dinero compró casetes y revistas de Nintendo. El metal y el rock tuvieron que esperar, nació el papá gamer que se encerró en la fábrica y en sus videojuegos mientras sus otras hijas nacían y crecían, una fábrica adentro de otra. Cuando papá le compró nuestra primera computadora usada a mi tío Técnico en Sistemas, mi tío la mandó con una biblioteca de música limitada, en el Reproductor de Música de Windows sólo teníamos la discografía completa de Mecano y Alejandro Sanz. Papá llegaba del trabajo, se quitaba las botas y la ropa olorosa a fierro, ponía la música en la computadora y se metía a bañar. Yo hacía mi tarea de secundaria y escuchaba las letras que cantaba Ana Torroja, no entendía qué había pasado con Mario de Cruz de Navajas. Seguro mi papá no se dio cuenta, pero luego de tantas tardes repitiendo y escuchando Mujer contra mujer, a su hija adolescente le crecieron muchas dudas. ¿Por qué ella opina que aquello no está bien? Cuando Ana Torroja cantaba que las hallaba labio a labio en el salón, imaginaba a mi mejor amiga y a mí a solas en el salón de clases, no nos besábamos, nos contábamos nuestros desmadres en casa, pero nuestros compañeros se burlaban de nosotras y nos decían marimachas por ser tan unidas. ¿Qué es el matiz? ¿Quién detiene palomas al vuelo volando al ras del suelo? En esa ambigüedad me quedaba atrapada, tratando de entender si estaba disfrazando de amistad mi amor y devoción por mi mejor amiga. La música que mi papá repetía una y otra vez al llegar de la fábrica, abría mundos, lenguajes insospechados, erotismo punzante en mi cuerpo adolescente.
Bifo dice que la cuestión de la solidaridad siempre ha sido crucial en todo proceso de lucha y cambio social. ¿Cómo practicar la solidaridad cuando en las redes sociales el capitalismo y la publicidad nos divide de acuerdo a un target? Nos separamos incluso de acuerdo a los géneros de música que escuchamos, a veces son la base de nuestra personalidad. El filósofo italiano también dice que como el amor, la solidaridad no tiene que ver con el altruismo, sino con el placer de compartir el aliento y el espacio del otro. El amor es la capacidad de disfrutar de mí mismo gracias a otra presencia, a su mirada. Eso es la solidaridad. La solidaridad se basa en la proximidad territorial de los cuerpos. Después de una pandemia que nos sembró el terror de respirar el aliento de otra persona que pudiera infectarnos, hoy los conciertos musicales son un campo de libertad donde bailamos bajo la mirada de otrxs, respiramos olores corporales externos, nos movemos sin miedo y sentimos el aliento de la otredad.
Sé que empecé a escribir por el deseo de querer entender las letras de las canciones que amaba, no tenía los discos originales que traían sus libritos con las letras, tampoco teníamos internet en casa. Pero tenía mi grabadora y mis discos piratas, le ponía stop a la música para transcribir lo que cantaba El Binomio de Oro, Britney Spears, Shakira y años después Evanescence, y tantos otros grupos y artistas. Escuchaba lo que escuchaba mi vecina chola, lo que salía en la radio y lo que aparecía en los canales de MTV y Telehit. Sé que primero transcribí y copié los versos de otrxs, hasta que tiempo después escribí mis propias letras, no sabía si escribía canciones o poemas. Nunca he escrito de otra manera, me enamoro de los poemas y la narrativa y los ensayos de otrxs, para después tratar de copiarles aquello que tanto me gustó, aunque mis textos sean una copia pirata, una música popular que tomé prestado de lo que leí y escuché.
¿Qué es lo que escribo cuando escribo? ¿Qué es lo que canto cuando canto? Una transcripción de la realidad tal vez, una música aprendida que trato de alterar con mi propio ritmo fragmentado.
Nunca he entendido el amor que le tiene mi padre a la música metal. Hoy, que por fin está jubilado, luego de más de 30 años trabajando como obrero, respirando al interior de las fábricas, puede darse el lujo de pagar boletos para ir a sus conciertos, de viajar a ver a sus grupos favoritos, disfrutando, gritando y empedándose cantando a un lado de otrxs. Es muy probable que yo no pueda jubilarme como él ni tener una pensión digna, llevo 15 años trabajando y sólo he cotizado 492 semanas en el IMSS porque he trabajado en lugares que no dan prestaciones. Hoy mismo no puedo pagar los boletos y los abonos carísimos de conciertos. Me he dado a la tarea de crear mi propio ritmo, de entonar mi música y buscar que otras personas respiren conmigo las palabras que transcribo de este mundo en el que nos tocó sobrevivir.
Bifo, en una entrevista que le hace Marta Echaves, Antonio Gómez Villar y María Ruido, dice que la poesía le parece una manera de reactualizar la brillantez, la singularidad de la experiencia. Poesía es capacidad de restituir visibilidad a lo que vemos cada día. Pero la poesía es también la capacidad de encontrar un ritmo, pero no El ritmo. No hay un ritmo natural, un ritmo verdadero. El ritmo siempre se contextualiza. El ritmo que me permite caminar. El ritmo que me permite entenderme con otra persona. El ritmo de la seducción. El ritmo de la sexualidad. El ritmo del placer. El ritmo de salir del sufrimiento.
No es que yo crea la poesía se equipara a la música o al trabajo que hacen lxs artistas y la industria musical, sin embargo a través de la historia han compartido atributos que impactan en las comunidades, que las representan y las enuncian. Me gusta pensar que cuando leemos un poema en silencio sólo para nosotrxs mismxs o cuando leemos en voz alta para otras personas, estamos respirando juntxs, estamos respirando y conspirando, siguiendo el pensamiento de Bifo. Te detienes en un verso y tomas aire para continuar con el siguiente, cantas un verso e inflamas los pulmones para seguir con el estribillo. Alguien, en cualquier otro lugar, está haciendo lo mismo que tú, con el mismo poema o con la misma canción.
Iveth Luna Flores. (Nuevo León, 1988). Poeta. Licenciada en Letras Mexicanas por la UANL. Ha publicado Comunidad terapéutica (Premio Nacional de Poesía Francisco Cervantes Vidal 2016). Fue becaria del Centro de Escritores de Nuevo León, del programa Jóvenes Creadores del FONCA y ganadora del taller de escritura creativa Punto Final, Laboratorio de terminación de obra convocado por Fondo Ventura A.C., la Feria Internacional del Libro Oaxaca (FILO) y Editorial Almadía. Su obra ha aparecido en diversas revistas y antologías nacionales e internacionales.