Seis marsupiales recuperando lo perdido

Donnovan Yerena

 

Seis marsupiales recuperando lo perdido

Fundar es un verbo de caridad. Fundar es un acto de humanidad cruda y quisiera afirmar que fundar es sinónimo de compartir. La fundación del mundo fue un evento estelar, fue la mayor explosión de bondad que nos pudieron dar. Cuando hablamos de fundar, realmente hablamos de regalar una parte nuestra a quien sea recíproco. Al momento de fundar entramos en contacto con partes de nosotros que se quedan atadas a todo lo que creamos y así, sin querer quizás, vamos dejando partes de nuestro cuerpo como ladrillos que edifican y construyen. 

Las cosas que son parte de nosotros constituyen una fuerza tan vital como la gravedad, incluso mayor que ella. Hablar de las cosas que nos unen es saber que los clavos no duran para siempre, que los ladrillos se desmoronan con el peso del viento y que la mejor manera de mantener a una aldea tranquila es abrir la librería de 8 a 8. 

En mi facultad hay una biblioteca pequeña que me acoge cada vez que lo necesito. Cuando recién entré a la carrera estaba permitido caminar entre los pasillos y recuerdo estar buscando libros de Lemony Snicket aka Daniel Handler aka el fundador de una de las mejores series de fantasía en la literatura americana contemporánea a mi parecer. A series of unfortunate events es una maravilla que nació en 1999 con su primer libro: The bad beginning

Este libro fundó una de las franquicias más galardonadas y exitosas de los 2000 y marcó un inicio tanto literario como cinematográfico. A series of unfortunate events fundó en mí una fascinación por lo irónico, lo absurdo y la adaptación de Netflix me hizo enamorarme aún más de Neil Patrick Harris. Pienso en todo lo que desemboca un libro, un río y la decisión de fundar para compartir. Ahora la biblioteca está semiabierta, o cerrada, no sé. A veces recuerdo la prepandemia como una puerta por la que se cuela un rayo de luz que apenas alcanza a aluzar mis dedos que son trémulos, recorriendo las paredes de la universidad. De pronto, pasé a ser un voyerista en mi propia facultad. 

Me pregunto, ¿quién más ha sido voyerista de la vida universitaria? Ya sea intencional o no, creo que todos en algún punto hemos pecado de algún chisme visual. Pero me parece que si hay alguien que se ha involucrado directamente con la vida íntima del estudiantado durante mucho tiempo, tiene que ser cada una de las mascotas de las facultades y prepas. Puedo imaginar la época en la que cada una de ellas fueron puestas en sus lugares inmóviles, tan mesurados, tan reconocidos, tan históricos. 

De allá de donde vienen los animales 

1933 es un año que se clava como navaja en la historia del mundo, es el alfiler perdido en un monte de paja y heno, tuvo que haber sido el primer pájaro que emprendió un vuelo en solitario. El primer mes del año fue obscuro, el presidente Paul von Hindenburg le otorgó el título de canciller al líder del partido Nacional Socialista, Adolfo Hitler. En febrero, Zangara Giuseppe abrió fuego buscando mitigar al recién electo Roosevelt, en su lugar encontró al Anton Cermak y a otras cinco personas.  Días después, en marzo, Roosevelt toma posesión como presidente y musita que “a lo único que hay que tenerle miedo es al miedo”. El 1 de abril se funda el pueblo de Delicias en el estado de Chihuahua. El cabildo de Buenos Aires fue declarado Monumento Nacional de Argentina en mayo. Hitler prohíbe todos los partidos no nazis en junio y el 14 julio el Partido Nazi se convierte oficialmente en el único partido legal de Alemania. A finales de agosto un terremoto sacude el pueblo chino Dieshi y devasta más de 9,000 vidas. En septiembre (25) se enciende la llama de la verdad. Albert Einstein se refugia en tierras americanas a mitades de octubre y se matricula como profesor en Princeton. En noviembre las mujeres españolas obtienen por primera vez el derecho a votar. Con motivos de navidad, la tregua entre Bolivia y Paraguay se pospone hasta enero, la Guerra del Chaco se hastía. El año termina y desde la maleza, una luz se consumaba a través de la rendija de la puerta que se abría apenas, 1934 y la flama de la verdad es encontrada. 

Curso de zoología 101 

1933 fue el año en el que Pedro de Alba encendió la llama que ha perdurado hasta nuestro tiempo, y siendo hoy 2023, sigo sin conocer a todos los animales que se han refugiado en cada una de las facultades y preparatorias. Si esto fuera un mundo mágico yo sería más feliz, si cada mascota fuera un patronus, una luz resplandeciente que se posa sobre las hojas del árbol más fiel. Expecto patronum. Espero a un protector, y lo obtuve. Todos lo hicimos. ¿Los escogimos nosotros a ellos o fue al revés? ¿Fue primero el huevo o la gallina? Yo creo que primero fue la tierra y después de ser elegida, todo sucedió. 

A Filosofía y Letras nos custodia un unicornio llano, fuerte e imponente. Mi primer encuentro con él fue el día del examen de admisión y a pesar de que no estuve en Monterrey más de tres días, su sobra me acompañó de regreso a Michoacán. Incluso el día en el que se publicaron los resultados, la figura rasa y corpulenta se dibujó en mi mente. A pesar de que el branding del nombre que le fue asignado ha sido controversial, creo que su esencia no lo deja. Muchos dicen que la mascota no debería ser un unicornio, sino Atenea o incluso una cálida mariposa, pero yo sé que desde el inicio ha existido una mascota que es innata a la FFyL. 

En 2020, antes del anuncio de la pandemia, el recinto del Consejo Estudiantil se vio forzado a cerrar sus puertas al público debido a un típico caso de casa tomada, al estilo Cortázar. Una familia de tlacuaches, numerosa y escurridiza, había reclamado lo que un día les fue arrebatado: la tierra. Los posts de Facebook inundaron el grupo de la facultad con imágenes de los pequeños marsupiales in fraganti, corriendo por las jardineras y saltando entre las paredes que les hacían un contraste sin igual. 

A los tlacuaches se les respeta, se les venera y se les monta un altar. A la tierra se le regresa lo que se tomó prestado sin deber, las promesas se cumplen y las que se quiebran, se les termina de desmoronar en molcajete. 

Fuente Vaqueros, el pueblo en el que los ladrillos pesan más 

¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras.

Que es la luz obrando sobre unos cuantos individuos lo que hace los pueblos, y que los pueblos vivan y se engrandezcan a cambio de las ideas que nacen en unas cuantas cabezas privilegiadas, llenas de un amor superior hacia los demás.

Por eso ¡no sabéis qué alegría tan grande me produce el poder inaugurar la biblioteca pública de Fuente Vaqueros! Una biblioteca que es una reunión de libros agrupados y seleccionados, que es una voz contra la ignorancia; una luz perenne contra la oscuridad.

Muchas veces un pueblo duerme como el agua de un estanque un día sin viento, y un libro o unos libros pueden estremecerlo e inquietarlo y ensañarle nuevos horizontes de superación y concordia.

Porque contra el libro no valen persecuciones. Ni los ejércitos, ni el oro, ni las llamas pueden contra ellos; porque podéis hacer desaparecer una obra, pero no podéis cortar las cabezas que han aprendido de ella porque son miles, y si son pocas ignoráis dónde están.

 

Dos años antes de que la universidad fuera hogar, Federico García Lorca fundó la biblioteca de su pueblo natal en Granada. En un acto de amor, la fundación fue sinónimo de gestación. Este discurso puede ser una metadescripción de lo que significa realmente fundar una institución, un proyecto, una relación. Cinco años después, Federico moriría asesinado por una bala del franquismo y hoy, sigo leyéndolo como si fuera la primera vez. 

Así mismo, después de algunos años, creo que es tiempo de que los tlacuaches vuelvan a Filosofía y Letras y no sólo eso, sino que vuelvan en una ceremonia de manteles largos y que se les edifique un monumento, que se haga el papeleo necesario y que pase por la aprobación de todo mundo, que sea oficial: el unicornio Kevin le cede gustoso el lugar a seis pequeños marsupiales, que apenas y pueden tomar el micrófono entre sus manitas y apenas y pueden abrir sus pequeñas bocas para decir: 

El hambre es mayor que el miedo a morir. 

 


 

Donnovan Yerena. De Morelia, capital del estado de los pescadores. Estudiante de Letras Hispánicas fuera del agua. Formó parte de la segunda generación del Centro de Creación Literaria de la Casa del Libro de la UANL. Anteriormente obtuvo el primer lugar en el Certamen de Literatura Joven Universitaria UANL con un cuento sobre añoranza y té. En la actualidad, con eso sobrevive en la gran ciudad de las montañas. Certero creyente de que todas las historias son peces pero solo aquellas que se escriben, jamás serán pescados.

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