Lupita Zavaleta Vega
Al fondo de esta piedra hay un rostro, una mano, un velo, terciopelo sobre un cuerpo. Al fondo de esta piedra hay un rapto, unos dedos que perforan la piel. Al fondo de esta piedra hay un beso, un secreto, curvas que se atisban a veces, que se esconden, unas ganas de piel, de músculo flexionado. Al fondo de esta piedra hay una columna que sostiene todo lo demás, hay unas vides, unos ojos.
Mira bien el color, la textura, el tamaño de un bloque propio. Susúrrale lo que buscas, caricia y forma. Un sonido de trueno y cascada van a separar tu pedazo de montaña. Ya se mueve la cadena de diamante. Ojalá sea así. Al fondo de esta piedra, ¿qué vas a encontrar?
Desbastar quiere decir quitar las partes más bastas o groseras de un material (DLE). Usualmente se usa para describir la primera fase de la creación de una escultura. La palabra en sí misma me suena menos ruidosa que la acción que nombra. El arrastre de la “s” me recuerda a la sutileza de una lija, no tanto al golpe del martillo.
Quisiera saber más sobre escultura para entender el desbaste. Quisiera experimentar el esfuerzo físico de acercarse a la piedra, cuerpo a cuerpo. Pero como es algo que nunca he intentado, entonces quiero robarme la palabra. Traérmela a algo familiar: ¿cómo sería escribir desbastando?
Busco un texto que lo haga, que en la forma y en el fondo del proceso creativo se adivine el desbaste. Un texto contradictorio, también, como el cuerpo en movimiento de la piedra, una escritura sobre el derroche sin el derroche. Una escritura desbastada en la que solo quede la mínima expresión. Así recuerdo el libro de Pura pasión de Annie Ernaux. Pura pasión es un inventario o una descripción minuciosa del tiempo de una “pasión”, es decir, de la vida de una narradora que gira en torno a la presencia y la ausencia de un hombre, que en la historia es solo la letra A. Es la narración desnuda de la obsesión, la espera y el deseo. Desnuda y por lo tanto desbastada. De una brevedad que sorprende, pero que en su precisión deja el eco del golpe de cincel en el mármol. En este libro lo “basto” o lo “grosero” es todo aquello que estorba a la pasión.
A manera de modelo de arcilla, el libro inicia con un prólogo que ofrece una clave de lectura. Es casi un manifiesto en el que se marca la medida con la cual se manufactura el texto, la impresión inicial que llevó a la talla de las palabras y la voz narrativa de este libro. Annie Ernaux comienza describiendo la primera vez que vio en televisión una escena pornográfica y luego sigue: “Me ha parecido que la escritura debería tender a eso, a esta impresión que provoca la escena del acto sexual, a esta angustia y este estupor, a una suspensión del juicio moral” (p. 6). Hay una conexión directa entre el impulso de la escritura, el tema de la escritura, y la forma: al fondo de todo está la desnudez y el estupor. Es interesante entonces que en este libro sobre la pasión casi no hay cuerpo. Al menos no en el sentido más evidente. Es un texto sobre una pasión, sobre un amorío, sobre encuentros sexuales que nunca podemos ver. Y sin embargo, la vulnerabilidad —que a lo mejor es lo que en el fondo despierta la angustia y el estupor— está presente en cada página.
Ahora tus manos, la fuerza de la muñeca sobre un martillo que va descubriendo. ¿Qué volumen ritmo tienen tus golpes? El escafilador saca el aire. Miras la piedra rebotar sobre el suelo, entre tus dedos hay un suspiro de polvo. En tus oídos un temblor de tierra que controlan las manos mismas que golpean. Mira bien. Aquí ya sacaste lo basto, el pedazo de mármol que no era el centro mismo de lo que buscas. Tu mano es mitad martillo, mitad escafilador, va de a poco. Estás a un golpe de la línea que trazaste con el lápiz. Vas llegando a los lugares. El sonido es pura repetición. No pierdas la lentitud. Aunque no es el tiempo del detalle, fuera queda todo lo que sobra. Cae. Tu escafilador traza derrumbes, dinamita caminos. Tu escafilador encuentra los puntos de unión que vas a vislumbrar después. Ahora eres tú y la roca y el espacio que de tan pesado se desploma. Cada vez estás más cerca de lo que hay debajo.
La autora desbastó su historia. Le quitó el aire y dejó la asfixia, le quitó el sexo, los juicios, las justificaciones, las racionalizaciones, le atenuó cualquier cosa que pudiera estorbar a la forma extraña, pura y simple, de la pasión. Y se escribe así, en su mínima expresión, porque la manera de existir de la pasión en esta novela también es desbastadora. El bloque de mármol de una existencia llena de experiencias distintas se va difuminando, en un ejercicio de obsesión en el que la forma subyacente siempre es A. La narradora aparta los demás aspectos de su vida. Debajo de las conversaciones que mantiene con otras personas, los recuerdos, los viajes, la ropa, debajo de las capas de su existencia sólo está A. O ni siquiera él, sino la idea del deseo, la sensación erótica y terrible de la espera.
La narración describe entonces cómo es esa experiencia, una en la que la narradora se empeña incluso en deshacerse de cualquier sonido: “evitaba también utilizar el aspirador o el secador de cabello, pues me habrían impedido oír el timbre del teléfono” (p. 7). La pasión toma la forma de la espera y junto con la narradora, esperamos: el chirrido del automóvil de A., el sonido de la llamada, el fin del tiempo de la pasión. Si es que ha de llegar.
De igual manera los objetos se moldean, cualquier material puede transformarse, bajo su forma basta y grosera, en una forma de experimentar angustia y deseo. La pasión lo llena todo, y debajo de todo subyace la pasión.
Al fondo de esta piedra, ¿qué buscas? Cada movimiento deja una marca distinta. En esta curvatura de tu nuevo bloque, el puente de la nariz va al encuentro con la frente. Sabes que lo que haces, lo haces porque no tiene remedio. Esta es la única manera de llegar a lo que quieres. Después del mayor desbaste del escafilador, cortas con precisión, cortes de cirujano, un golpe certero del cincel. Pasas el dedo sobre los dientes de una gradilla, buscas la textura, el volumen, la sombra. El dolor de tu muñeca es proporcional al tamaño de ese cuerpo otro que estás por descubrir. Aunque todavía no ves los detalles. Si buscaras, por ejemplo, unos ojos, no ha llegado aún la pregunta por el grosor de las cejas, a duras penas sientes párpado, blanco. Vienes en los detalles cóncavos, nada de ranuras, te mueves curvo, corto. La lentitud de la esfera es la misma que la de la caricia.
Pensaste que tu esfuerzo era el de los golpes, la resistencia de tus brazos, el ojo penetrante que trazaba. Pero debajo de tus movimientos, las mediciones que hiciste y las que no hiciste, las veces que has tocado la piedra, las veces que la rompiste sin querer, debajo queda la espera.
En el libro de Annie Ernaux, la desbastación se vive en su totalidad pero también se lee de a poco. La narración prescinde de varios elementos “tradicionales” de la novela: “Ernaux abdicates any responsibility to plot and its repetitive motions, freeing herself to focus fully on the phenomenon of desire instead […] Not necessarily in its descriptions of sex (there are few), but in its frank depiction of a mind consumed with want and how to write it, an intelligence absorbed not by guilt or shame, but by open desire, with the evident capacity to capture that which makes it so confounding” (Qasim, Noor, “The millennial sex novel”). Es decir, no le interesa construir una historia, ni mucho menos explicarla, sino describir una experiencia humana tan fuerte, que no deja cabida a otra cosa.
Ciertos fragmentos están estructurados de tal manera que la narración va de lo general hasta el detalle más particular de lo que es el deseo. Por ejemplo, hay un fragmento que parece ficha de personaje, en el sentido de que se enlistan los gustos de A. y, en general, los pocos detalles que conocemos de él. La narradora lo perfila, pero aún así lo mantiene lejano, menciona los trajes que le gustaban, que era extranjero, las diferencias culturales entre ella y él. Después, trata de definir el tipo de relación que tienen, se detiene en las acciones o palabras de A. que le dan pistas sobre los sentimientos que tal vez tiene por ella. Mientras se manifiestan las dudas y la incertidumbre, el texto se va desprendiendo de todo lo ya mencionado, hasta que el fragmento termina en: “la única verdad indiscutible se apreciaba mirando su sexo” (p. 14). La desbastación va de a poco y lo único que queda es una erección.
Lo mismo sucede con lo que la narradora descubre sobre la naturaleza de su pasión. Las escenas de la vida de la narradora se encausan, frase a frase, golpe de cincel a golpe de cincel, hacia A. y lo que le despierta a la narradora. Por ejemplo, se describe el inicio del verano y el calor. Después ella ve en una revista la fotografía de una bailarina. Aparecen los celos y de alguna manera se convence a sí misma de que A conoce a esa bailarina. La narración deambula entre el deseo y el miedo de la pérdida, todo esto en unas cuantas oraciones. Hasta que resume sus emociones en una sola frase, palabra a palabra pulida: “vivía el placer como un dolor futuro” (p. 19). Como una escultura que se descubre, la desbastación deja paso a la epifanía.
Las materias primas del libro son las emociones y sus destellos de consciencia, los momentos en que la pasión se manifiesta con toda su fuerza desbastando todo lo demás, y también la reflexión sobre el acto de escribir sobre el deseo.
La escritura, sin ser voluptuosa, pero sí manteniéndose desnuda, repasa el tiempo de la pasión como una manera de volver a vivirla, si no en su totalidad sí como un “residuo”. Es un eco de la sensualidad que la narradora encuentra en la memoria: “Tenía la impresión de abandonarme a un placer físico, como si el cerebro, bajo el influjo repetido de las mismas imágenes, de los mismos recuerdos, pudiera gozar y fuera un órgano sexual como los demás” (p. 17). Cada parte del cuerpo de la narradora estaba a la merced de la pasión desbastadora, para disfrutarla y sufrirla.
Ernaux, desbastada, escribe desbastando. Acumula omisiones entre los fragmentos, desecha espacios que entorpecerían el recuerdo. Incluso los encuentros sexuales que no aparecen, son el silencio, el aire ausente, la piedra que no se usa pero que es parte del bloque que nos deja de frente.
El estupor, la angustia y la suspensión del juicio moral son provocados por la descripción pura y clara de la experiencia. La escultura que construye Pura pasión no es el cuerpo de A., ni el de la narradora, es el cuerpo del deseo. La desnudez que busca es otra, una que se esculpe en la frase precisa y mínima, sin reservas para dejar descubierta la naturaleza contradictoria de la pasión.
El ritmo del principio no es el mismo que el de ahora. Ya sabes todo de cada arista. Estás limpiando bordes, rincones. Los acabados son las sombras, los detalles pequeños de los dobleces. Parte de tu herramienta se queda en el aire, nada puede romperse. Sudas. En las pausas aspiras el polvo que suelta la piedra, aunque sabes que deberías cubrirte la nariz y la boca. Las manos no te tiemblan pero quisieras que sí. No puedes precipitarte. Estás uniendo los últimos trazos. Frente a ti ya hay un rostro, solo tú ves lo que lo vuelve piedra en lugar de carne. Piensas aún en clave de formas cóncavas y convexas, pero cerca, casi besándote, ya hay unos labios, mientras tú repasas por última vez una flexión del cuello. En los detalles, con el cincel ya solo te mueves de los bordes hacia adentro. La piedra ya te dejó entrar todo lo que pudo.
Cuando levantes la vista y mires de frente tu fondo propio de piedra, la estatua y sus residuos, ¿qué dirá esa piel que acabas de tallar?
Fuentes consultadas
Cámara Hurtado, Guadalupe. “Utilización de la herramienta en talla en piedra”. Escuela de Arte La Palma. 2016. <https://www.youtube.com/watch?v=X7F1azQ-7G8>
Ernaux, Annie. Pura pasión. Thomas Kauf [trad.]. Tusquets, 2019.
Qasim, Noor. “Controlled. Annie Ernaux and the Millenal Sex Novel”. The drift. 8, 2022. <https://www.thedriftmag.com/controlled/>
Sobrino González, Miguel. “El oficio de escultor. Curso de talla directa en piedra”. EASD Mérida. 2021. <https://www.youtube.com/watch?v=9iUgciOPr6M>
Lupita Zavaleta Vega. (Oaxaca de Juárez, Oaxaca, 1997). Escribe narrativa inspirada en su lugar de origen. En el 2019 fue parte del International Writing Program’s Women’s Creative Mentorship Project. Obtuvo el Master in Fine Arts in Spanish Creative Writing por la Universidad de Iowa, donde además fue parte del consejo editorial y luego jefa de redacción de la revista Iowa literaria. Ha publicado en las revistas Este País, Tierra Adentro y Bayou Review; así como en la antología bilingüe Movimiento perpetuo Volumen III: Frontera (Iowa City, 2022). Actualmente es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas.