Estefanía Arista
Maya escucha otra forma de silencio
que es lo mismo que decir
que Maya sostiene en su silencio
otra forma de decir te amo.
No con la boca
ni con la mirada
ni con algún objeto que intentara yo
otorgarle
que es lo mismo que decir
que cada que le arrojo la pelota o le hago
señas con la mano
el amor no me cabe en el cuerpo,
pero tengo un cuerpo pequeño.
Mi pecho es un vasito de unicel
que mi hermana hizo miniatura
muy en el fondo
del mar.
Mi hermana trajo a Maya también
desde muy lejos
que es lo mismo que decir
que tuvo que llenar muchos formularios
de un asilo
y firmar desde antes de conocerla
un te amo
inquebrantable por contrato.
Lo que yo hice
fue una promesa
y me senté en la cama
y esperé a que vinieras.
Y dije tu nombre.
Y pensé también:
no sabes que te llamas Maya.
Y aunque no tienes pruebas de su nombre
ni de mi promesa
tus ojos me dicen todos los días:
gracias.
El asunto con el amor
El asunto con el amor
es que lo negro
se vuelve común,
como la ropa designada
en un funeral
de coronas blancas.
En el pizarrón de la infancia
las fracciones
y divisiones incomprendidas
no se resuelven cuando la otra
responde: te entiendo.
No puedes borrar el gis
escrito con odio,
su grito agudo,
no puedes hacer espacio
para nuevas anotaciones
hasta que se quede
quien te responda:
no te entiendo,
no sé cómo resolverlo.
(Pero ella te regaló
alguna vez una hortensia
y tú no quieres rendirte
ante ese milisegundo de pena).
El problema con el amor
es que lo negro puede reverdecer
y las preguntas
regresan
y ahogan como la montaña rusa
donde las bajadas son más
que la línea recta sosteniendo
un suspiro de alivio
o una sonrisa.
¿Cómo pueden un par de manos resistir tanto?
¿Cómo puede la hiedra
no paralizar con su veneno?
Porque no se trató nunca
de un toro mecánico
ni de salir del clóset
ni de las mitologías
con sus pequeñas magias inútiles.
Es el milisegundo
en el que se confiesa la infancia,
criatura adicta y desplazada,
entre risas.
Es la obesidad de envenenamiento
a la que regresas,
un líquido excedido
al que le sumerges la cara
sin dudarlo
para saciar una y otra vez la sed.
Estefanía Arista. (Tijuana, 1995). Licenciada en Escritura y Literatura por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Fue becaria del Festival Cultural Interfaz en la categoría de poesía (Culiacán, 2018) y en ensayo (Real del Monte, 2018). Obra suya aparece en revistas digitales como Tierra Adentro, Este País, Periódico de Poesía, La Novicia, Punto en línea y en algunas antologías nacionales e internacionales. Fue residente de la decimoctava promoción de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores en España, donde terminó de escribir su primer libro, Hipocampo (Dharma Books, 2021). Actualmente es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en poesía.