Paulina Villalpando
Hoy quise olvidar el desierto
En el camión todos miran hacia afuera.
A mí me gusta mirar las caras
por dentro, el sueño, los ademanes de gente real.
Imagino la vida del niño
sentado en las piernas de su madre
si ve caricaturas a las cuatro de la tarde
o en su lugar, ve más allá del patio gris
allá donde el sol besa la tierra.
Si él, como yo, mira hacia arriba
cuando pasan las nubes
y se pregunta qué se sentirá
que sus lágrimas rieguen montañas
y germine el verde
que tanto me gusta;
si verá todo lo que el mundo
tiene para regalarle, aquel pequeño insecto
que nacerá de ese capullo,
me pregunto si él también se ha caído
o si las cicatrices han formado alguna extraña forma
de país o de mundo, todo eso me pregunto,
para saber si he crecido, mientras el niño duerme
en los brazos de su madre
Historia de Eleodes
He perdido varias cosas en el desierto,
me las ha robado, el insecto que bulle
bajo la farola por la noche, es el
pinacate negro que he aplastado
varias veces en mis sueños,
se ha llevado las memorias de mi padre,
y ahora mi padre es el desierto.
Dime padre, si has dejado un camino para mí,
si este camino también está espinado,
si esta raíz, padre, también va a morir
rodeando nuestra casa, como el árbol que observa
la tumba de las flores.
Dime padre, si estas lágrimas son la sal
que sacan de nuestra tierra,
dime padre, si hoy también escucharé el silbido
del tiempo,
dime padre, si eres el juez-lechuza que dice
que tengo que olvidar.
Epitafio
Aun veo la puerta cerrada de la cocina,
aun quiero llenar los vacíos de una historia
que nunca fue contada para mí.
Que hago, más que inventarla
a lo lejos escucho
risas cosidas a la pared,
murmullos de palabras pronunciadas
en el eco de otro tiempo.
Me habla el lenguaje de los árboles,
su crujido es mi epitafio, cantan
una canción de cuna pero aún soy insomne,
esta noche es oscura y algo toma mi mano
una mano que ya no es mía, y busco a tientas
en las noches de desierto, a otras
manos que sepan manejar mejor la oscuridad.
Ya no quiero ser más una extranjera
quiero ser una hermana
de las gotas que caen sobre la tierra de mis padres,
quiero ser lluvia de desierto,
y escuchar murmullo que se inyecta
en nuestra casa sin jardín, saber entonces el canto
de la tierra de mis ancestros.
Paulina Villalpando. (Monterrey, Nuevo León, 2000). Licenciada en Letras Hispánicas por UANL. Poeta y mediadora de lectura, le gustan los libros de literatura infantil y llora con ellos.