domingo, junio 23, 2024
    Sobre el deseo de tener en la pantalla

    Cordelia Rizzo

     

    El deseo de tener lo que otras personas tienen es un importante motor de la vida en sociedad. Rene Girard lo desarrolla en su teoría de deseo mimético en la que, a partir de textos religiosos y medievales, interpreta que una de las grandes tramas de la vida humana es aprender a desear al ver a otrxs desear. Se nos olvida con frecuencia que una de las fuentes de esta imitación son las elites, y nos olvidamos que también nos perjudican. En resumen, deseamos lo que nos daña. Para hacer una pausa de nuestros hábitos de deseo, tocaré algunos aspectos de la fascinación que ejerce el privilegio económico y racial en nuestra cultura a través de algunos millonarios hechos famosos por las pantallas.

     

    Por la carretera costera de California se llega a San Simeón donde está La Cuesta Encantada, el icónico castillo de William Randolph Hearst. Hearst fue un patriarca de la dinastía que aún es dueña de muchas de las revistas que consumimos como Elle, Cosmopolitan y Esquire. Hearst, para su dinastía, hizo este período de expansión económica posible. Compró muchos pequeños diarios y medios locales en Estados Unidos. Los conglomerados mediáticos, quizás hasta una invención de Hearst, son fuerzas poderosas que instruyen cómo desear y pensar. Hearst era muy consciente de su poder de influir en la opinión pública y utilizó el castillo para consolidar ese poder, cultivando una corte de influyentes políticos, productores de cine, e intelectuales que confluyeron en La Cuesta Encantada. 

     

    El castillo es una de las piedras angulares de la trama del Ciudadano Kane de Orson Welles, película que ha sido considerada la joya más grande del cine. Xanadu, en el filme, es en espíritu una copia del Castillo Hearst. Funciona como un símbolo unificador de todos los ámbitos de trabajo del magnate. La famosa frase “Rosebud” que pronuncia Kane al morir, es una referencia a la marca del trineo de su infancia. La casa está llena de antigüedades, y cuando se tienen que vender al caer la crisis, aparece el trineo. Hearst, al igual que Kane, vendió mucho de lo que coleccionó en su casa. Si una decide no pagar el boleto para ir hasta la mansión en San Simeón, como quiera hay un museo gratuito con algunos objetos y la historia. Como el famoso techo de la Antigua Universidad de Almagro que Mauricio Fernández, Hearst coleccionó techos y partes enteras de casas en su mansión. Fernández dijo haber comprado varios a lxs Hearst. 

     

    ¿Por qué nos tiene que importar el trineo del millonario? En Tabú, Franz Steiner discute cómo era común, en las islas Polinesias y otras etnias, ponerles nombres de los gobernantes a las mascotas . Bromear acerca de ellos es una forma de afrontar el poder que tienen sobre sus “gobernados”. Tomemos, como sugiere la nueva película sobre el guionista Joseph L. Mankiewics, Mank, al Ciudadano Kane como una representación de la vida de Hearst. Nos importa el trineo porque anuncia que detrás del brillo de las cosas de las que se hacen dueños, se anuncian los peligros de la megalomanía. Este vicio lo cultiva la corte del magnate, que él mismo instruye a nunca le contradigan lo suficiente.  

     

    Los ciudadanos, en el esquema de la visión de un líder así tendemos a volvernos daños colaterales del proyecto o gran visión. 

     

    Digerir una historia como esta pasa primero por admirar el retrato del hombre inteligente que crece y aparentemente hace crecer a los demás. El Ciudadano Kane y Hearst tienen el toque de Midas para los negocios y una mirada sagaz sobre las posibilidades políticas de las telecomunicaciones. Pero la historia también los muestra  “quitando obstáculos” sólo porque objetan la forma de ver las cosas del líder. Como buenos narcisistas, esta manera de operar supone que ni Kane ni Hearst deban perder un gramo de su poder económico y político. Son inflexibles, lo cual sus biógrafos confunden con tenacidad. 

     

    Cuenta la historia que Hearst persiguió por años a lxs realizadorxs del Ciudadano Kane y boicoteó la promoción del filme en todos sus medios. 

     

    Me gusta la historización de la clase alta que apuesta por mostrar lo que hay detrás del oropel. Percibo que escritorxs vuelven un poquito en el tiempo para recuperar lecciones de las tragedias antiguas que los muestran humanos caer del pedestal de privilegio en el que nacieron. Quienes escribimos no somos ellxs, pero en el teatro del mundo ellos nos afectan y por eso los ficcionamos. En este género, Succession, la serie de HBO, memorializó la vida de otro magnate de medios, Rupert Murdoch. Murdoch, a su vez fue clave para que se eligiera presidente a Donald Trump, quien —de hecho— admite ser admirador del Ciudadano Kane. Succession alude a este poder de los medios para encumbrar políticxs a lo largo de la serie y no diferencia mucho entre lo que cuesta impulsar a un “conservador” o a un “liberal”. 

     

    Succession se interpreta como una adaptación del Rey Lear de Shakespeare. Lear evalúa cómo repartir su reino entre sus tres hijas. Les pide que describan cuánto lo quieren, y Reagan y Goneril tratan de ganar favor apelando a su ego. Es el narcisismo de Lear que lo condena al deterioro mental porque destierra a Cordelia, la hija más honesta y su más probable aliada. Con ello las otras dos hijas, Reagan y Goneril, y sus maridos se deshacen por el control del reino. Ambas hijas destierran al padre, y como Edipo en Colono de Sófocles, gran parte de la acción se desarrolla con Lear acompañado del bufón/loco (the fool) recordándole su hybris, su propia responsabilidad en desatar la ambición de sus hijas. También el Conde de Gloucester termina ciego y guiado por su hijo.      

     

    Al igual que Lear, Logan Roy pacientemente espera que sus hijos e hija lo cortejen respecto a la sucesión de Royco. A veces estos “piquetes” o formas leves de terrorismo que les dirige elevan el desempeño de estxs en las empresas, y otras sólo les activa conductas destructivas para ellos y los negocios. El líder claramente vive su decadencia, pues al inicio se orina en la esquina antes de llegar el baño. Pero por más que sus achaques y excesos lo exhiban, nadie de su progenie o de lxs integrantes del consejo es buen sustituto del patriarca. Logan directamente disminuye, humilla a cualquier potencial sucesor. 

     

    Se ha dicho, ocasionalmente, que el Señor Burns de Los Simpsons también es Rupert Murdoch. Desde que empezó la serie, Burns es por igual decrépito y maquiavélico y lejano a sus empleados.  

     

    A diferencia de los primeros años de Los Simpsons, lxs espectadores de Succession tenemos el podcast, los comentarios, y los foros de Reddit para discutir la serie. Desmenuzamos las tramas y los claroscuros de personajes muy siniestros. 

     

    Si tenemos el acceso a estos espacios de análisis como aficionados, tendríamos que ser mejores para analizar el impacto de los líderes de industria y de los gobernantes en Nuevo León. Los magnates herederos de San Pedro son hijos de los capitanes de industria de los cuarenta. Las avenidas grandes de la zona llevan sus nombres, Roberto G. Sada, Eugenio Garza Sada, Virgilio Garza, Isaac Garza, Abelardo L. Rodríguez. Si Logan Roy y el Rey Lear perdieron neuronas y la regaron, ¿por qué tendemos a ver tan perfectos a los hijos de estos próceres?

     


    Cordelia Rizzo. (CDMX 1982) académica, activista y artista textil. Investiga y escribe sobre textiles, el tacto y la estética comunitaria en la acción política. Candidata a doctora por estudios de la performance, educadora y ocasional escritora y lectora de poesía.

     

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