Protocolo para el fin de una amistad

Estefanía Arista

 

Un nombre es una afirmación. Da por cierta la personalidad de la palabra o la persona. Afirma su identidad.

Inspirados en 27 poemas con nombres de personas, de Cecilia Pavón.

 

Ana

Antes de tomar el tren
le pido a Ana que me corte el fleco
y algo entre ella y yo
asemeja el ritual de quien va maquillando
el cuerpo de un muerto,
lo embalsama,
lo viste con la ropa que usaba en vida,
va peinándole con la esperanza
de que su familia lo reconozca.

Intento no irme del convento
donde ha florecido
el cráneo que meses antes rapé
y el pelo cae sobre mi mejilla,
aquí fui digna de nuevas cicatrices
que se hacen las niñas que pintan,
bailan y meriendan descalzas,
ensuciándose la falda
en el lodo de amarillos inmaduros
mientras pintan casetas de feria,
beben rebujito
y dan vueltas en los columpios de la lluvia
hasta abrirse la cabeza.

Volvemos siempre a los instantes
en los que dejamos de ser felices
buscando lo que nos han quitado:
los pavorreales que forman el nombre de Ana,
la taquicardia que tienen mis piernas,
los meses donde las sillas de oficina
sí fueron para traer la infancia
a casa.

Veo este instante
como si ya fuera parte de mi memoria.
Decir adiós es un cáncer
que extingue el cuerpo e impide formar
células nuevas más allá de la despedida:
por eso le pido a Ana que me corte el pelo
y no decimos ni una palabra.

 

Anna

No es de mí de quien quisiste escapar, eso lo sé ahora.
Lo que no sabía entonces
es qué tanto puede romperse una persona
sin la aguja que era tu nombre en mi brújula,
mi norte, mi cabeza mirando el cielo a la altura de tu hombro.
Qué tanto dejaría de ser yo si de pronto borraba
tu sufijo gemelo junto al mío de todos los chats y las cartas.
Qué tanto los ojos verdes sí pueden mentir en las fotos.
No es de mí de quien querías despedirte,
sino del ataúd en el que ya habías encerrado mi cuerpo
todavía respirando,
todavía pensando que eso era una casa
a la que habías llamado amistad.

 

Alan

La escritura se nos presentó amable
pero no todas las veces.
Aquel día en que la lluvia
transformó el color de nuestros zapatos
la escritura fue generosa,
y cambió
con el óptica del agua
muchas otras cosas:

la voluntad de la pérdida,
el abandono de un apellido por otro;
en las lagunas,
las nutrias escogen piedras
y eligen a otras nutrias
para no soltarles la mano.
De ellas aprendimos
a aguantar la respiración
tanto así
que la vida se convirtió en un hoyo negro
expandido en los resultados médicos,
pegado como recordatorio
en la puerta del refrigerador.

Olvidamos su símbolo
y el tacto de la mano que escogimos,
pero no pudimos olvidar
el frío de las algas nocivas
ni el dolor,
que también es generoso
y amable.

La lluvia arde tanto en los ojos,
¿te acuerdas?
Y la amistad arde también
en algún lugar fuera de los cuerpos
que se han dejado de hablar.

 

Bruno

es quizá el único nombre
que de ser el adiós más difícil de mi madre
es ahora sol
juego
rizos
violines

es el único latido
de las percusiones que dan la bienvenida
a un soldado después de la guerra

cuánto tiempo permanecimos
sin luz
debajo de los escombros
antes de tu llegada


 

Estefanía Arista. (Tijuana, 1995). Licenciada en Escritura y Literatura por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Fue becaria del Festival Cultural Interfaz en la categoría de poesía (Culiacán, 2018) y en ensayo (Real del Monte, 2018). Obra suya aparece en revistas digitales como Tierra Adentro, Este País, Periódico de Poesía, La Novicia, Punto en línea y en algunas antologías nacionales e internacionales. Fue residente de la decimoctava promoción de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores en España, donde terminó de escribir su primer libro, Hipocampo (Dharma Books, 2021). Actualmente es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en poesía.

Artículos Relacionados