Jesús de la Garza
—¿A dónde tan guapa?
—¿Qué me miras?
—¿A cuánto la caricia?
una prostituta coja sentada en la banca de argollas doradas volutas de carne
dedos ensortijados cabello de peluca de alma de peces muertos
arenques muertos noche de arenques arenques de prostituta
—¿Quién maneja mi barca?
una prostituta sentada en la banca de volutas de arenques de
carne muerta
—¡A cien! ¡A cien! ¡A cien! ¡A cien la docena de calcetas blancas! ¡A cien la docena de calcetas blancas! ¡EL PATRÓN SE VOLVIÓ LOCO! ¡EL PATRÓN SE VOLVIÓ LOCO!
el cine monterrey el cadáver de un pez que nada son sus espinas un letrero
son sus espinas un letrero el cadáver de un pez un arenque y los migrantes
marineros marineros marineros
marinero que se fue a la mar y mar y mar
para ver que podía ver y ver y ver
y lo único que pudo ver y ver y ver
—¿Qué haces aquí tan sola?
—¿Me vendes un cigarro?
la media y los peces muertos vuelan sobre mi cabeza los arenques ¿a dónde
van los arenques? las olas el vapor de ola las olas y su vapor ¿a dónde
van tan guapas las olas?
el panadero con el pan ¡PLU PLU!
el panadero con el pan
—Nombre, chiquito, aquí te cuadras.
—¡Suéltame! ¡Policía!
—¡Aleeeerta! ¡Aleeeerta! ¡Alerta, alerta, alerta que camina!, ¡es la lucha estudiantil por América Latina!
banderas rojas de peces muertos banderas rojas en un tendajo banderas rojas en
la plaza banderas rojas en el ojo de una prostituta coja banderas rojas en mi
mano banderas rojas en la tuya que sujeta la mía que sujeta mi bandera roja y
mi mano en la tuya una bandera roja
—Pst. Pst. Vente p’aca, vente.
un hombre duerme bajo un encino seco el encino es mi padre en madera el encino
de los doce pasos de AA y los arenques muertos en el cielo negro y la
bandera roja en mi mano y mi padre en un encino que grita
—¡AAA! Abre la boca.
—¿Por qué hay tantos dentistas aquí, doctor?
—Es la vocación del suelo.
es la vocación del cielo del cielo lleno de arenques de peces muertos de espinas
de cráneos de negras y tristes bellezas que se confunden con una
ola que lleva a otro lado y que seca los encinos y los derrumba en lo que
antes era una botella de tequila estrellada
en el negro
adoquín
Jesús de la Garza.












