Paulina Villalpando
I.
deja que te cuente
cómo es que de niña tenía un sexto sentido
escuchaba voces más allá
de nuestro tiempo
los insectos me seguían por las noches
y las lechuzas siseaban bajo nuestra piel
alguna vez salió un alarido de nuestra boca
las dos conocimos el sabor del metal
que rodeaba nuestro refugio
y pensé, madre, que tal vez
habíamos sido bendecidas
II.
cuando no podía dormir
te quedabas a mi lado
apretaba mi cabeza sobre la almohada
escuchaba a un tren que venía hacia mí
como las olas del mar, pero tú,
sintiéndote marea, deseabas retroceder
tu sabes que siempre quise soñar
con tu sol
seguir su trayectoria
hacía la piedra en lo alto, mapimí
quise inventar una historia
y nunca contártela
III.
mis pasos aún no marcaban la arena blanca
y tu vientre era todavía una crisálida
madre, quise conocerte cuando fuiste niña
verte en la casa de tu abuela
en las misas de domingo
caminar contigo de la mano
regalarte zapatos y muñecas
no dejar que nadie
te hiriera
entonces no sé qué cantos sonaban
entre las calles de grava y piedras
algo parecido a un rezo
que ambas no supimos descifrar
IV.
cuando el sol despegaba sus labios
y nos tragaba enteras
cargamos el fuego desmedido
quisimos quemarlo todo
pero yo, madre, rompí nuestra promesa
deje entrar al viento
a nuestra casa de sal
quise sacudir el dolor como quien
sacude el polvo de la sala
agitar las sábanas, purificarlas
quisiera decir que el diluvio
nos purificó, madre
pero en la tormenta entendimos
una mujer es un rayo
partiendo la tierra en dos,
yo, como tú, anhelo saber
quién jala estos hilos
quién conoce la historia
si entonces, puede ayudarme
saber que llevas en tus manos
profetizar tu vuelo
liberarnos
Paulina Villalpando. (Monterrey, Nuevo León, 2000). Licenciada en Letras Hispánicas por UANL. Poeta y mediadora de lectura, le gustan los libros de literatura infantil y llora con ellos.












