Emociones lentas [selección], de Valeria Tentoni

De Antitierra (2014)

 

ESTABA POR ESCRIBIR UN POEMA DE ODIO

pero me tiré un poco en la cama

no atendí el teléfono.

Pensé el asunto:

decía cosas que tenían que ser dichas

todos los versos que se me ocurrían me parecían brillantes

encajaban bien, se movían bien,

las palabras eran tiburones embadurnados con aceite en mi cabeza,

aparecían, una detrás de la otra, dictadas por una supernova

 

me decía sí, ahora me voy a levantar

y voy a escribir esas líneas definitivas de venganza

y bronca y dolor y repulsión y venganza

y todo va a estar bien después, el poema

va a curarme, va a quedar ahí

como una cicatriz humeante,

va a hacer por mí ese camino. Me voy a levantar y el poema

o si no es eso

por lo menos levantarme.

 

Pero me quedé dormida.

 

SALGO A LA CALLE, YA SÉ

que una de las ruedas de mi bicicleta

está pinchada.

Avanzo las primeras cuadras

sin pensar en casi nada, salvo

en que hace frío, en este viento

que podría volver loco a cualquiera,

hasta que ese sonido

de aire yéndose

se convierte

en una música.

 

Ahora puedo sentir mi peso

apurando el escape: no es culpa

del aire, es culpa

de mi peso, es culpa

de todo ese mundo que pesa sobre mi peso.

 

Y así con todo.

 

MAMÁ QUIERE QUE LA ACOMPAÑE AL HOSPITAL

a saludar

ella dice a Ia tía y yo digo a su tía. Nunca

antes me crucé con esa mujer. No la conozco.

Solamente sé que está muriéndose, que está grande,

que mi mamá

quiere despedirse de ella y, por lo que me refiere,

que la quiere mucho.

 

Quedo detenida, unos segundos, en el pasillo

del segundo piso del tercer hospital más grande de mi ciudad.

Me pregunto

si debería entrar a saludar a esta mujer.

 

Si ella se muere antes de que yo la conozca, para mí

no habrá muerte, como tampoco hay muerte para mí cuando

un auto atropella a un desconocido.

Habrá otra cosa, habrá, si me entero, si por algún motivo

en las noticias —por ejemplo, si ese muerto era famoso, si

las circunstancias fueron excepcionales, si—,

empatía, o un desvío de atención momentáneo,

o, si me entrenaron bien,

un sentimiento de compasión, pero no

habrá muerte, lo que se dice

muerte, necesariamente cercana, porque la muerte

a lo lejos, la muerte

desconocida, será otra cosa, será

el tenue desvanecimiento del mundo y sus constantes, será

un dato estadístico, un número, una pancarta, un juicio, una causa,

un horror, otra cosa, el derrumbe imperceptible del presente.

 

Termino mi cigarrillo y en eso sale mamá, empujando

la puerta giratoria de la guardia.

Parece que se recuperó bien, al final. Mañana le dan el alta,

me dice.

 

¿VISTE QUE LAS ESPINAS TAMBIÉN SE MUEREN?

me decís, señalando

las del limonero que plantaste en invierno

por sorpresa

para mí

en el patio de casa.

 

Quiebro una, amarillenta, desde la base

la guardo en mi mano.

Intento pincharme, despacio

—mueren pero siguen lastimando, estoy por decir

pero no digo nada: ya estamos

mirando el arcoíris que se estira sobre nuestras cabezas

en el diminuto patio del diminuto mundo

en el que estamos.

 

EL AMOR ES UN TORO MECÁNICO

del que nadie se baja con elegancia,

Una atracción de feria

abandonada,

desafiando Ia intemperie.

 

Todos se paran frente al toro y se dicen

Yo puedo con él. Todos, sin excepción, confían

en sus talones

y se montan a la violencia eléctrica

de su lomo. Confían todavía cuando el movimiento

se inicia,

como si una mano poderosa e invisible

echase una ficha al aparato

sin previo aviso.

El clic metálico se recorta en el sonido,

una topadora minúscula

derribando

al silencio de un empujón. Entonces todo comienza, y ya

no hay manera

de emprolijar el cuerpo, esa forma

de la que antes creíamos tener dominio y que ahora

se nos revela

como si hubiese estado esperando su turno

comiéndose las unas

desde que le pusieron nombre.

 

De Piedras preciosas (2018)

 

POR QUÉ HIEDO Y SE ME VULCANIZAN

las neuronas

por qué se me coagula un resentimiento atroz

 

por qué quiero lastimarlo todo y morderlo todo

y destrozarlo todo

y por qué

además

no dejo de sonreír con este cuenco deforme.

 

SALGO A LLAMAR AL GATO PORQUE ESTÁ LLOVIENDO

y que vuelva, que se va a mojar.

En vez del nombre del gato digo el tuyo. A los gritos,

varias veces. Hasta que me doy cuenta.

 

A LA DEBILIDAD SE ENTRA

como a un país extranjero:

 

las señales confunden.

 

La música está ahí como algo que cubre

una música mejor.

 

Debajo del silencio

lo que hay

es el óxido de todo lo que no se dijo

por temor a decirse

y quedó dicho a los gritos

quedó dicho mal, quedó dicho para otros.

 

De Pirámide (2023)

 

POR QUÉ ENTRO EN LAS IGLESIAS

 

Por el silencio, y contra nadie,

el silencio húmedo de las iglesias

y sus mosaicos,

por lo que las iglesias le hacen a la luz,

cómo la dulcifican y la tiñen y la devuelven

al lugar del que proviene

 

por lo que esa luz, antes de irse,

transforma en las estatuas,

en las figuras esmaltadas

y sus manos perfectas

 

por la perfección, además,

de los confesionarios

en los que nunca me arrodillo

aunque las primeras muecas de la fe

como las del terror

jamás nos abandonen.

 

Porque en medio de la ciudad

y del ruido

hay silencio,

y porque el silencio es húmedo

y esmaltado

 

porque casi siempre estoy sola

en las iglesias

donde hasta las flores que se pudren

son hermosas

 

y porque no entro

con la mirada lacia

de los que van de visita.

 

CUANDO DAN POR MUERTO A ALGUIEN QUE VIVE

cuando felicitan antes de tiempo por cumpleaños

cuando devuelven favores a la persona equivocada

cuando confunden los nombres

y son amables con quienes deberían rechazar

y al final del día se están riendo,

quizás besándose,

y una de las dos partes se pregunta

¿cómo lo logré?

 

NO ME QUIERO AVERGONZAR

por oler las rosas de noche

 

sola en el parque

después de hora

 

no quiero ser

la loca del parque

con todo mi corazón

no quiero ser

 

pero soy

la que huele las rosas blancas

de noche, sola

en el parque.

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