De Antitierra (2014)
ESTABA POR ESCRIBIR UN POEMA DE ODIO
pero me tiré un poco en la cama
no atendí el teléfono.
Pensé el asunto:
decía cosas que tenían que ser dichas
todos los versos que se me ocurrían me parecían brillantes
encajaban bien, se movían bien,
las palabras eran tiburones embadurnados con aceite en mi cabeza,
aparecían, una detrás de la otra, dictadas por una supernova
me decía sí, ahora me voy a levantar
y voy a escribir esas líneas definitivas de venganza
y bronca y dolor y repulsión y venganza
y todo va a estar bien después, el poema
va a curarme, va a quedar ahí
como una cicatriz humeante,
va a hacer por mí ese camino. Me voy a levantar y el poema
o si no es eso
por lo menos levantarme.
Pero me quedé dormida.
SALGO A LA CALLE, YA SÉ
que una de las ruedas de mi bicicleta
está pinchada.
Avanzo las primeras cuadras
sin pensar en casi nada, salvo
en que hace frío, en este viento
que podría volver loco a cualquiera,
hasta que ese sonido
de aire yéndose
se convierte
en una música.
Ahora puedo sentir mi peso
apurando el escape: no es culpa
del aire, es culpa
de mi peso, es culpa
de todo ese mundo que pesa sobre mi peso.
Y así con todo.
MAMÁ QUIERE QUE LA ACOMPAÑE AL HOSPITAL
a saludar
ella dice a Ia tía y yo digo a su tía. Nunca
antes me crucé con esa mujer. No la conozco.
Solamente sé que está muriéndose, que está grande,
que mi mamá
quiere despedirse de ella y, por lo que me refiere,
que la quiere mucho.
Quedo detenida, unos segundos, en el pasillo
del segundo piso del tercer hospital más grande de mi ciudad.
Me pregunto
si debería entrar a saludar a esta mujer.
Si ella se muere antes de que yo la conozca, para mí
no habrá muerte, como tampoco hay muerte para mí cuando
un auto atropella a un desconocido.
Habrá otra cosa, habrá, si me entero, si por algún motivo
en las noticias —por ejemplo, si ese muerto era famoso, si
las circunstancias fueron excepcionales, si—,
empatía, o un desvío de atención momentáneo,
o, si me entrenaron bien,
un sentimiento de compasión, pero no
habrá muerte, lo que se dice
muerte, necesariamente cercana, porque la muerte
a lo lejos, la muerte
desconocida, será otra cosa, será
el tenue desvanecimiento del mundo y sus constantes, será
un dato estadístico, un número, una pancarta, un juicio, una causa,
un horror, otra cosa, el derrumbe imperceptible del presente.
Termino mi cigarrillo y en eso sale mamá, empujando
la puerta giratoria de la guardia.
Parece que se recuperó bien, al final. Mañana le dan el alta,
me dice.
¿VISTE QUE LAS ESPINAS TAMBIÉN SE MUEREN?
me decís, señalando
las del limonero que plantaste en invierno
por sorpresa
para mí
en el patio de casa.
Quiebro una, amarillenta, desde la base
la guardo en mi mano.
Intento pincharme, despacio
—mueren pero siguen lastimando, estoy por decir
pero no digo nada: ya estamos
mirando el arcoíris que se estira sobre nuestras cabezas
en el diminuto patio del diminuto mundo
en el que estamos.
EL AMOR ES UN TORO MECÁNICO
del que nadie se baja con elegancia,
Una atracción de feria
abandonada,
desafiando Ia intemperie.
Todos se paran frente al toro y se dicen
Yo puedo con él. Todos, sin excepción, confían
en sus talones
y se montan a la violencia eléctrica
de su lomo. Confían todavía cuando el movimiento
se inicia,
como si una mano poderosa e invisible
echase una ficha al aparato
sin previo aviso.
El clic metálico se recorta en el sonido,
una topadora minúscula
derribando
al silencio de un empujón. Entonces todo comienza, y ya
no hay manera
de emprolijar el cuerpo, esa forma
de la que antes creíamos tener dominio y que ahora
se nos revela
como si hubiese estado esperando su turno
comiéndose las unas
desde que le pusieron nombre.
De Piedras preciosas (2018)
POR QUÉ HIEDO Y SE ME VULCANIZAN
las neuronas
por qué se me coagula un resentimiento atroz
por qué quiero lastimarlo todo y morderlo todo
y destrozarlo todo
y por qué
además
no dejo de sonreír con este cuenco deforme.
SALGO A LLAMAR AL GATO PORQUE ESTÁ LLOVIENDO
y que vuelva, que se va a mojar.
En vez del nombre del gato digo el tuyo. A los gritos,
varias veces. Hasta que me doy cuenta.
A LA DEBILIDAD SE ENTRA
como a un país extranjero:
las señales confunden.
La música está ahí como algo que cubre
una música mejor.
Debajo del silencio
lo que hay
es el óxido de todo lo que no se dijo
por temor a decirse
y quedó dicho a los gritos
quedó dicho mal, quedó dicho para otros.
De Pirámide (2023)
POR QUÉ ENTRO EN LAS IGLESIAS
Por el silencio, y contra nadie,
el silencio húmedo de las iglesias
y sus mosaicos,
por lo que las iglesias le hacen a la luz,
cómo la dulcifican y la tiñen y la devuelven
al lugar del que proviene
por lo que esa luz, antes de irse,
transforma en las estatuas,
en las figuras esmaltadas
y sus manos perfectas
por la perfección, además,
de los confesionarios
en los que nunca me arrodillo
aunque las primeras muecas de la fe
como las del terror
jamás nos abandonen.
Porque en medio de la ciudad
y del ruido
hay silencio,
y porque el silencio es húmedo
y esmaltado
porque casi siempre estoy sola
en las iglesias
donde hasta las flores que se pudren
son hermosas
y porque no entro
con la mirada lacia
de los que van de visita.
CUANDO DAN POR MUERTO A ALGUIEN QUE VIVE
cuando felicitan antes de tiempo por cumpleaños
cuando devuelven favores a la persona equivocada
cuando confunden los nombres
y son amables con quienes deberían rechazar
y al final del día se están riendo,
quizás besándose,
y una de las dos partes se pregunta
¿cómo lo logré?
NO ME QUIERO AVERGONZAR
por oler las rosas de noche
sola en el parque
después de hora
no quiero ser
la loca del parque
con todo mi corazón
no quiero ser
pero soy
la que huele las rosas blancas
de noche, sola
en el parque.


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