por el derecho a escarbar

Donnovan Yerena

 

recuerdo la incesante manía de mi madre por encontrar las pulseras adecuadas y el bonche de anillos que la acompañan durante el día. la luz encontraba su camino por los bordes de la puerta de su cuarto y el vapor de la regadera anunciaba que eran las seis y veinte de la mañana. abro los oídos y aún escucho el titilar de los cuarzos y cadenas y brillos como una danza de pequeñísimas hadas y libélulas revoloteando en las manos de mi madre por las mañanas. 

 

admiro el tiempo que dedica en materializar y agrupar los aditamentos que la visten, quisiera contemplarme más como lo hace ella. mi madre siempre ha sido en mi memoria un constante choque de metales y minerales contra su piel. un momento capturado en la memoria en el que mi madre escarbaba montañas y manantiales en busca del objeto indicado. 

 

pienso en el acto de contemplar y reconsiderar una segunda opción, en perseguir otra alternativa. creo que mi madre me ha mostrado el poder de tomar un paso fuera de sí misma para contemplar y echar el cuerpo a descansar. reclamar nuestro derecho de no accionar, de rebuscar opciones y versiones alternas en el pasado que nos causen nostalgia y nos permitan abrir la boca y llorar. 

 

hace algunos meses trabajé para el hombre más cómico que he conocido. sin saberlo, me enfrentaría a un constante desbordamiento de ego y una noción de poder exacerbado. ese hombre es el resultado de una cadena de privilegios que le han dado un falso sentido de dominio y lo han llevado a pensar que el mundo le pertenece y que todos le deben algo. además de ser misógino y homofóbico por definición, se consideraba a sí mismo como un filántropo empedernido, por lo que lleva un blog online para el cuál, y en contra de todos mis valores y creencias, yo escribía periódicamente. 

 

el proceso de escritura de estos artículos retaba los límites de lo absurdo y lo horroroso. normalmente él solía vomitar sus ideas en un documento en blanco y agregar citas de libros de negocios, de autoayuda, de filosofía, de economía, para resolver conflictos éticos y morales que sólo le aqueja a la gente que tiene el tiempo de poder fijarse en ellos. recuerdo aquellos momentos en los que tuve que escribir artículos sobre cómo las estrategias del exdirector técnico de tigres pueden inspirar un cambio real en la sociedad, o cuáles son las mejores estrategias para recaudar dinero para combatir una enfermedad que fue erradicada en 1994 en américa, o aquella vez que me pidió escribir sobre él mismo como si fuera lancelot, sorteando las aventuras de un camelot amenazado por la injusticia. 

 

ahora puedo ver que lejos de traicionarme a mí mismo, lo único que hice fue prestarle mi voz y mis manos para darle cuerpo a las siluetas dispersas de la burbuja en la que nació. tuve que buscar una y otra vez maneras de emular su voz, de hablar con sus dientes y sobrevivir un día más en esa oficina que me apresaba y ahogaba en angustia y zozobra. agradezco todos los días que mi madre me regaló la oportunidad de renunciar y alejarme de esa nubarrada obscura en mi vida. reconozco a distancia que él sólo hacía lo mismo que mi madre cada mañana que presencié su ritual: reclamando lo que también puede ser, lo que está ahí esperando a suceder. él también elegía cuidadosamente los artilugios y anécdotas que quería atribuirse y con las cuales presentarse al mundo. así como lo hacemos todos antes de salir de casa. 

 

rebuscar es ahondar en un vacío de posibilidades infinitas, abrir la ventana y esperar que el arrebol llegue con las golondrinas, un recuerdo alterado por el rastro de los días y la esperanza de llegar a ser sueño. pienso en los sueños como la mejor manera que tiene nuestro cuerpo de salir de casa y dejar la puerta abierta, las posibilidades devienen en melodías que nos recuerdan a algo. por las noches, nuestra mente escarba, desentierra y vuelve a esconder pedazos de nosotros que desearíamos poder olvidar, pero laten más fuerte.

 


 

Donnovan Yerena. De Morelia, capital del estado de los pescadores. Estudiante de Letras Hispánicas fuera del agua. Formó parte de la segunda generación del Centro de Creación Literaria de la Casa del Libro de la UANL. Anteriormente obtuvo el primer lugar en el Certamen de Literatura Joven Universitaria UANL con un cuento sobre añoranza y té. En la actualidad, con eso sobrevive en la gran ciudad de las montañas. Certero creyente de que todas las historias son peces pero solo aquellas que se escriben, jamás serán pescados.

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