Editorial: mayo 2025

Este mes, invitamos a escritoras y escritores, así como personas becarias del Centro de Creación Literaria Universitaria a reflexionar en torno al verbo rebuscar. ¿Qué historias emergen en los pliegues de la realidad? ¿Qué se revela a quien no se conforma con lo evidente y escarba en lo que parece olvidado? ¿Hasta dónde es posible llegar al hurgar entre palabras, recuerdos y silencios? 

Estefanía Arista presenta Cuaderno de definiciones, un poema sobre el deseo y la rendición, donde la identidad fluye entre cuerpos. “Negar el impulso era eso: / evadir las lágrimas de mamá, / habitar el silencio / de tu bisexualidad dormida. / Un universo donde las flores / no devoran otras flores”.

El rebuscado estilo de Ánimas Rocafuerte de Daniel Salinas Basave reflexiona con ironía sobre el prefijo re, la autoexigencia creativa y el desencanto de escribir por obligación y no por deseo. “El espíritu de la época había puesto de moda expresiones como repensar, revisitar, reimaginar. Repensar el arte contemporáneo desde la interdisciplinariedad sería un título muy acorde al Zeitgeist reinante.”.

Reflexionar la contemplación, la herencia materna, el disfraz social y el poder de rebuscar entre recuerdos es la propuesta de Donnovan Yerena en por el derecho a escarbar. “tuve que buscar una y otra vez maneras de emular su voz, de hablar con sus dientes y sobrevivir un día más en esa oficina que me apresaba y ahogaba en angustia y zozobra”.

Aniela Rodríguez combina humor ácido, incomodidad y absurdo con una escritura precisa y profunda en su Tesis de la soledad, de Rodrigo Ramírez del Ángel o de cómo destruir al mundo en 25 relatos cortos. “A su estilo, no buscan lucrar con el morbo, sino que el lector sobreviva y se adentre en la compleja psicología de sus personajes a pesar de todo. Que la mierda, pues, sea lo menos importante en el relato”. 

Una manada de bisontes de Alan Valdez mezcla memoria, absurdo, ternura y soledad con la belleza de lo que apenas queda. “Por la tarde me quise recostar en la llanura. No para mirar al cielo. El cielo, ¿qué con él? Me quise recostar para que el mundo fuera mi espalda. Para sentir que mi principio y mi final eran solo dos itinerarios dispuestos con capricho.”.  

Dentro de No nos vamos a morir mañana [Fragmento], un niño arrastrado por su madre enfrenta un mundo adulto hostil y desconectado. La pérdida, la nostalgia y el rechazo emergen en su cuerpo como resistencia, intuición y duelo. “No comió nada. Movió las manitas hacia un lado y otro, impidiendo a la joven de vestido azul índigo y cofia poner un plato de papas fritas sobre la bandeja de su periquera”.

En Costura [fragmento], que forma parte de Señoras, vemos una despedida entre sombras y silencio. Doña Aria corre por las calles advirtiendo lo inminente, pero nadie escucha. “¡Ahí viene! Y sacudió rejas, sujeta a los barrotes con furor de presidiaria. Y pateó los portones de los garajes, dejándoles abolladuras. Y zangoloteó los arbustos de los jardines, que del susto soltaron sus flores”.

La frontera entre la ficción y la realidad se difumina en Muerte caracol [fragmento]. Revelando un mundo interior violento, ácido y lúcido. “Lo revisa sin leerlo, pues se sabe de memoria lo que dice. Solo le interesa el número, lo teclea y la base de datos actúa con parsimonia. La máquina prolonga su ronroneo”.

 

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¡Nos leemos pronto!

 

El equipo editorial.

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