Editorial: septiembre 2025

En septiembre escribimos sobre bailar. ¿Qué hay en un movimiento de nuestro cuerpo? Expresión e interacción social, seguir el compás. Una oscilación y ritmos variados. Invitamos a personas escritoras destacadas y personas becarias del Centro de Creación Literaria Universitaria de la UANL para danzar entre las palabras.

Inicia Coral Aguirre, que aborda algunos de los bailes de Nuevo León mientras recuerda Argentina y el sur: «Danzar lleva el ansia de poseer y de aniquilar. Se estira el humano en busca de su propio ser. Se estira en todas direcciones, se agranda y se achica, se hunde y se yergue, es el sueño de lo infinito y lo múltiple, de lo íntegro y lo diminuto. Ser un grano de arena, y también una nube sin bordes, un horizonte y un abismo a sus pies. Por eso habemos gente que nos regocijamos con el viaje y otras que se pierden en los páramos. El desierto de Atacama y la selva tropical».

Carlos Lejaim Gómez ensaya alrededor de la ritmicidad de la imprenta: su historia, su dinámica, su actualidad. «Montaron de nuevo las mangueras, calibraron la presión del aire escuchando el ritmo del papel bailando sutilmente con el flujo de los sopladores, humedecieron la placa, encendieron la máquina, el compresor y a echar nuevos tiros que seguían bailando.»

El poeta Jesús de la Garza rememora una relación bajo el motivo de un baile: «Quiero creer que no bailo tan terrible. / Dice Elena Poniatowska, en mi defensa, / que los intelectuales no saben bailar, / con la notable excepción de Carlos Fuentes.»

En los poemas de Yaroslabi Bañuelos, hay alternancia y musicalidad: «Con los movimientos de una curandera sabia, / mamá bendijo mis brazos / en agua tibia y pulpa de sábila fresca.»

María Bautista Salas escribe de los procesos del cuerpo de las mujeres: «Empecé a practicar ballet poco después de mi primer periodo, me acostumbré a la ropa ajustada y limpia, me obsesioné con los peinados perfectamente alisados y recogidos, el dolor de los estiramientos se volvió una constante que me liberaba, sentía que recibía un castigo, que contenía mi culpa, que así era mejor, que de alguna manera sí merecía vivir.»

Dana Atalia Hernández Tovar nos comparte un poema contundente sobre la fuerza de sus propios pasos: «soy la tormenta / y en mi baile / se hunden los muebles, / se esconden los espejos, / se ahogan fantasmas.»

La poeta Paulina Villalpando explora  la cadencia de una noche de bodas : «Voy a casarme con una desconocida / que regresa, huye y se va / a veces se escapa de la sombra / y a veces baila frente a ella / en las mañanas de domingo.»

Estefanía Arista anota la nostalgia de un enamoramiento fugaz: «El verano se agota, / un húmedo bailar indomesticable que intenta diluirse, el jugo de fruta roja / como el miedo de las perras blancas / cuando se quedan solas en la habitación / con la misma duda / sobre el enamoramiento / que nadie les ha podido responder.»

Alan Valdez rinden un merecido tributo a las andanzas del astro rey: «Lento, seguro como piedra, / comiendo el paso, / el tropiezo, / el danzante.»

Guadalupe García Alcoforado hace un breve recorrido por la historia literaria del baile en medio de sus recuerdos de adolescencia: «Pienso en Meg y Jo March preparándose para el baile de Nochevieja ofrecido por Amalia Gardiner. Igual a Meg, quien suspira por el deseo imposible de utilizar un vestido de seda y no el de popelina, yo suplicaba a mis padres para que me comprasen una blusa nueva—que vergüenza utilizar la que había llevado en la fiesta anterior—y me preocupaba de no moverme mucho para que la mancha imborrable en mi pantalón favorito no se notara, como Jo se preocupa de no mostrar la quemadura en su vestido.» 

Iveth Luna Flores compara enamorarse con bailar: «alguien dijo que el amor / era una especie de baile / un dar dos pasitos adelante / y esperar a que el otro / diera dos pasitos más.»

Cordelia Rizzo escribe sobre los espacios y su impacto personal y político: «En los tránsitos dentro de la plaza se puede escuchar el designio implícito en su diseño y construcción. Este futuro, que diseñaron desde los ochenta, es nuestro presente. Por ello el tránsito del grupo de bordadoras y madres de personas desaparecidas estudió el desdoblamiento del proyecto modernizador.»

La poeta emaLúa gcanchola parte de varias canciones para interiorizar los estímulos del bailar:  «tienes razón / como el sapito / brincar y no pensar / ser manospies despreocupada / disfrute.» 

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¡Nos leemos pronto!

 

El equipo editorial.

 

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