Nadie te quita lo bailado

Jesús de la Garza

 

a Alejandro Rodríguez

 

Me dices, Alejandro: “no sabes bailar. Bueno,
en realidad, bailas como abuelito.”

Y pegas tus codos al torso,
y mueves tus puños en círculos,

y mueves la cadera como péndulo,
y mueves tus labios, tus ojos, Alejandro.

 

Yo me río al principio, porque creo que es imposible
que pueda verme así de ridículo.


¿Te imaginas a Octavio Paz
al ritmo de un perreo intenso?

O bueno, a Salvador Novo,
que seguro lo hubiera hecho muy bien.

Y ya sé qué poco te interesan estos nombres,
que para ti no quieren decir nada, o casi nada,

pero se trata de nombres importantes en la literatura ¿sabes?,
en la literatura mexicana, quiero decir,

se trata de nombres casi tan importantes como Olivia Rodrigo,
Sabrina Carpenter o Wendy Sulca.

Y, hablando de ellas, ¿recuerdas ese perfume?
Fue un regalo de Navidad, me parece,

que terminaste recogiendo en primavera,
porque tenías la vida atravesada por otras cosas.

Recuerdo que yo había intervenido la caja,
garabateando metáforas con un marcador

encima de la Carpenter, que posaba, creo,
si no recuerdo mal, sentada en un sillón.

Quiero creer que no bailo tan terrible.
Dice Elena Poniatowska, en mi defensa,

que los intelectuales no saben bailar,
con la notable excepción de Carlos Fuentes.

Pero tú sabes, Alejandro, que yo soy intelectual solamente
de las siete veinte de la mañana a las dos cincuenta de la tarde,

cuando tengo que dar clases y explico,
usando palabras muy largas,

como esas que usan mis amigos poetas,
lo que pasó en la Revolución Francesa.

Yo siento que no bailo tan terrible,
porque, cuando era más joven,

Iveth y yo íbamos al Jardín y bailábamos cumbias,
y, con la cerveza en mano, mojábamos espaldas

a diestra y siniestra. Aunque tienes razón,
y puede que eso no sea, exactamente

bailar bien, pero sí es estar bien bailado.
Te digo, me río al principio,

¿te acuerdas cuando nos abrazamos?,
y sonaba una canción

que nadie podría bailar,
porque cualquiera estaría llorando,

Me dijiste, Alejandro: “¿Por qué
me abrazas tan fuerte?

 

No es necesario que me abraces tan fuerte.
No me voy a ir a ningún lado.”

Y al cabo de unas semanas ya no estabas,
ya te habías marchado a no sé dónde.

Por eso bailé solo esa canción
que nadie podría bailar.

 


Jesús de la Garza. Autor de La máquina de Warhol (2022) y La máquina de Turing (2024). Premio Nacional de Poesía Carmen Alardín 2024.

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