Este mes, navegamos. Sobre esos desplazamientos, escribimos por el agua en una embarcación, en un sistema informático como Internet o desde la imaginación.
Abrimos con emaLúa gcanchola quien revela que: «una como ahogada sueña con pisar tierra / pero es falsa la promesa de que ya no te hundirás / una como ahogada sueña navegar terrestremente.»
Alan Valdez juega alrededor de la figura de Shinobu Ishihara, oftalmólogo japonés que inventó la prueba de ceguera a los colores: «Llegué a la costa por la tarde. Cerraba los ojos y el calor de la luz en mis párpados. Una idea del amarillo y del rojo y también del azul.»
Ghada Martínez rememora la pasión en medio de la tormenta: «ojalá siguiéramos / perdidos / en ese edén / intoxicado / oasis de vapor / y piel mojada.»
Donnovan Yerena habla del amor y sus futuribles: «cada noche un camino posible hacia / los ríos que desembocan / más allá / en dirección al mar».
Edgar Alanis, al estilo breve de los haikús, devela un pasado «donde telas vestían el viento / que surcaba como tornado pequeño».
Jesús de la Garza nada ante la desgracia de una adicción ajena: «es la vocación del cielo / del cielo lleno de arenques / de peces muertos / de espinas / de cráneos / de negras y tristes bellezas / que se confunden / con una / ola / que lleva a otro lado».
Guadalupe García Alcoforado afirma que «escribir es navegar (…) por los ríos que corren en medio del bosque, esas enormes figuras acuosas con forma de serpiente que atraviesan países enteros.»
Yaroslabi Bañuelos con nostalgia comparte recuerdos del verano: «Nosotras, cómplices de alboradas y oleajes, buceábamos en el estío como si el viento caliente no fuese un cardumen de ausencias. Jugábamos a inventar marionetas de sol, adorábamos el resplandor de los framboyanes, invocábamos luciérnagas».
Diana Garza Islas experimenta con la idea de navegar desde otras latidudes como la digital: «que esto no me interesa en lo más mínimo / pues yo navego al scrollear / hasta lo imposible:».
Iveth Luna Fuentes desplega los significados de navegas en línea: «Navegar es preciso si quieres ver pornografía a cualquier hora. Navegar es preciso si quieres vigilar a qué hora se conecta la persona que te gusta«.
En Adelantos, les compartimos un cuento de Fernando A. Flores, que explora la vida fronteriza, la música rock, la identidad y lo fantástico a través de personajes marginales y leyendas underground, todo esto en el contexto del sur de Texas: «El cantante principal de la efímera y desconocida banda ERIKKKLAPTON acabó trabajando diligentemente en una bodega por algunos años, en los que ahorró, y pudo abrir una pequeña tienda de discos en la Nolana Avenue de McAllen llamada Raging Records. Siguió fumando hierba todos los días de su vida y mantuvo una distancia calculada con el lado feo de su familia».
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¡Nos leemos pronto!
El equipo editorial.












