Jessica Nieto
Durante los más de quince años que he estado laborando como editora en la Universidad Autónoma de Nuevo León, he visto, leído, editado, muchos títulos en torno a Alfonso Reyes. Aunque por supuesto no somos la única casa editora de libros de o acerca de Reyes, la UANL ha asumido como un compromiso vital ser uno de los espacios desde donde se divulgue su pensamiento. Ya sabemos que una parte importante de su acervo bibliográfico se encuentra aquí, en el estado, en la Capilla Alfonsina, y que muchos de los tomos de los libros que componen dicho acervo están marcados por valiosas dedicatorias, pero sobre todo, por sus gestos de lectura, los cuales, por lógica, nos orientan a sus gestos de escritura. ¿Sobre qué escribió Alfonso Reyes? En reiterados prólogos, presentaciones, conferencias, mesas, pláticas, comentarios, cartas, he encontrado la afirmación de que escribió sobre todo, sobre todos los temas, o al menos sobre todos los que estaban a discusión en la época en que vivió. Y pongamos que sí, que Reyes escribió sobre todo. No en balde su obra completa se compone de unos 26 o 27 tomos, muy bien organizados por él mismo, además de sus diarios y de las muchas cartas, muchísimas, que intercambió con gente de todo tipo, variada y múltiple como el contexto en el que siempre se desenvolvió. Así que, es muy posible, sí, que Alfonso Reyes no solo haya leído con una curiosidad y un fervor intensos, sobre todo lo que se le ponía enfrente –no solo libros, la vida misma–, sino que además, en efecto, haya escrito sobre todo eso. Entonces, entendemos que con los años, después de su muerte, el leer su obra provoque el mismo efecto que a él le generaba el leer una necesidad imperiosa de escribir, escribirlo todo. En particular, de escribir en torno a su escritura, y en torno a aquello que lo impulsaba a escribir. Por ello, contamos con múltiples libros escritos por eminentes alfonsistas en donde van desmenuzando, una por una, cada obra alfonsina, cada interés, cada momento de su ajetreada vida, cada vínculo de amistad, y de enemistad, cada amor y cada desamor, cada alegría y cada decepción. Porque todo esto va construyendo su pensamiento, y no puede obviarse. Sin embargo, ante la cantidad de impulsos escriturales que inspira la lectura de Reyes, me ha puesto de muy buen humor, porque eso es lo que es, me pone de muy buen humor la publicación de este libro La sombra benéfica, ensayos alfonsinos (UANL, 2022), de Gabriel Trujillo Muñoz. Como mencioné al iniciar este breve texto, en estos últimos años he podido leer muchos libros con Reyes como esa figura central desde la cual se proyectan miles de ideas, libros editados por la Universidad, quiero precisar. De todos esos, siempre me gusta recordar dos que precisamente llamaron mi atención por salirse un mucho de los temas habituales: uno es el Bestiario alfonsino, editado por Gisella Carmona, e ilustrado por Gerardo Cantú, que como su nombre lo dice se trata de una antología de todos los momentos en que Reyes menciona a un animal, sea real o fantástico, en sus obras. Es un libro hermoso y divertido. El otro es A la mesa con Alfonso Reyes. Glosa de la gastronomía alfonsina, de José María Infante, en donde el autor compone todo un glosario sobre los platillos que Reyes comentara. Hay un tercero, publicado por la Editorial Universitaria, de Coral Aguirre, una novela llamada Dónde vas Alfonso Reyes, que también nos presenta un perfil de Reyes al cual no solemos estar habituados: el de un hombre apasionado, guiado por un deseo más fuerte que el del puro pensamiento.
Ahora este libro de Gabriel Trujillo viene a ser el cuarto que considero dentro de este grupo de textos sobre Reyes que me sacan una sonrisa precisamente porque me hacen conocerlo, leerlo, desde otra perspectiva, tan enriquecedora y feliz, porque mira y nos hace mirar momentos de la escritura alfonsina que no suelen subrayarse lo suficiente. Pero antes de destacar estos momentos escriturales a su vez destacados por la destacada pluma de Gabriel Trujillo, quiero compartir unas reflexiones del mismo Gabriel sobre la escritura de ensayos que aparecen un libro también diverso que publicamos hace como 9 u 8 años, que se llama Nada es lo que parece. Gabriel dice:
- Para escribir ensayo es necesario un bagaje cultural considerable tanto en cultura general como en conocimientos específicos del tema a tratar.
- Y esta visión general incluye la lectura de ensayos o trabajos de otros autores sobre el mismo tema. La regla áurea del ensayista es: la originalidad está en el estilo de cada autor, en su perspectiva personal, pero el tema es de todos y ya ha sido, seguramente, explorado por otros antes que uno. Dale a tu antecesor lo que es de tu antecesor y dale a tu ensayo un nuevo giro, una nueva óptica o estructura que brinde una vuelta de tuerca sorprendente sobre el tema a escribir.
[…]
- Para muchos la fortaleza del ensayista está en su capacidad intelectual o en la brillantez de su estilo escritural. Yo apuesto por el ensayo como ensayo, es decir, como objeto de indagación del mundo que nos rodea, como reactivo o piedra de toque ante la realidad. Su función primordial es, al contrario del texto como dogma o revelación, exponer un discurso que duda de lo ya establecido tanto como duda de sus propias certidumbres, un texto en libertad que cuestiona su propio pensamiento, que incomoda o conmociona a sus lectores más allá de lo obvio, lo convencional y lo ya sabido.
Ante lo que estamos aquí es ante una escritura nacida de la fascinación por otra escritura, y si hubo algo que disfruté en estos ensayos, es la forma en la que están escritos, porque creo que él logró esto mismo que comenta: “dale a tu ensayo un nuevo giro, una nueva óptica o estructura que brinde una vuelta de tuerca sorprendente sobre el tema a escribir.”
El primer ensayo del libro “Alfonso Reyes y el diario vivir de la escritura”, se trata de la costumbre de Reyes de escribir en diarios. Este gesto escritural, el de llevar un diario, no es exclusivo de los y las escritoras. Todos lo hacemos, o lo hicimos. No precisamos de vidas extraordinarias. Pero la vida de Reyes, lo sabemos, se vio enmarcada por muchos acontecimientos no comunes, al menos para nosotros, ahora, algunos incluso funestos. Pero más que mencionar en sí acerca de esas experiencias de vida, lo que destaca es el gesto: escribir a diario, un diario. Qué compromiso. Para que lo vivido no se quede en el olvido. Para repensarlo, reinterpretarlo, reconstruirlo. Pero desde el principio, Reyes se topa con obstáculos para mantener esta escritura, para poder grabar “los matices de cada idea”: al inicio de su diario, sigando por esa etapa convulsa de 1911 a 1914, el escribir no solo era una manera de dejar constancia del flujo de su pensamiento, sino una forma en sí, una huella, el trazo importaba: Gabriel destaca una cita de su diario donde Reyes dice que se esfuerza “para que los rasgos de mi pluma sean del todo regulares”. Entonces, aquí yo como lectora encuentro algo que no suele: ese interés por la caligrafía, por cómo se ve lo que escribe, por la forma en que las formas de de su escritura se leen o no. Entonces, hay un interés por la legibilidad, en su diario. Quizás ya anticipaba que algún día alguien o muchos alguienes lo leerían. Y por ello, la angustia por registrarlo todo: cuando en Europa se refiere su vida social y creativa, dice: “aún no logro sentarme a escribir en forma: esta respiración de mi alma me está faltando”. El 17 de enero de 1926 pone en su diario que “ha dejado pasar mil cosas y mil cosas, y no por pereza, sino por la absoluta falta de tiempo para sentarme a escribir”. Incluso el 7 de noviembre de 1925 confiesa en su diario “No tengo fuerza para llevar el registro de tanta cosa”.
Gabriel menciona algo que me resonó mucho: la preeminencia verbal de Alfonso Reyes: todo lo que le interesa saber, y todo lo que le interesa dar a conocer, pasa por la escritura. Por ejemplo, en el segundo ensayo “El norte y sus nostalgias en la poesía de Alfonso Reyes”, donde Gabriel nos comparte una reflexión en torno a los espacios y fantasmas referidos en la poesía de Alfonso Reyes, en particular aquella en donde encontramos nostalgia por la infancia. Gabriel vuelve a enfatizar la preeminencia verbal de Reyes, al sostener: “Son síntomas de que hay muchos fantasmas rondando sus días sobre la tierra. […] Y desde ese dolor sólo hay dos caminos a seguir: la vuelta a los tiempos felices de la infancia y la adolescencia, donde se puede poetizar la vida en sus recuerdos; o la paulatina aceptación de que las pérdidas deben ser conjuradas a través de la escritura, deben ser puestas en perspectiva, como objetos de estudio, como realidades a desmenuzar hasta el último detalle y resonancia”. La escritura es para Reyes, entonces, ese lugar seguro, un cobijo, donde él puede revivir a su manera los recuerdos más felices y los más oscuros. Menciona Gabriel en la introducción que para él este libro de ensayos tiene la intención de compartir su lectura de “…la vasta obra de un escritor que fue él mismo su propia utopía creadora, su quimera ambulante”. Y en esta serie de poemas-remembrazas, queda claro eso mismo, cómo a través de la escritura, Reyes no solo compartía su interés por el saber, sino que se compartía a sí mismo, tal y como él quería ser leído.
De los siguientes ensayos quiero destacar dos cosas que me han permitido reencontrarme con la figura de Reyes, la cual, debo decirlo, quizás por mi trabajo, veo en todas partes y de todas las maneras. La primera es del ensayo “Alfonso Reyes: escarceos con la narrativa policíaca”, Gabriel Trujillo subraya la inclinación de Reyes por este género, que no era muy popular entre los intelectuales de su tiempo. Dice Gabriel: “La posición de AR es opuesta a la de muchos escritores mexicanos de su tiempo para quienes la novela policíaca era no sólo un género menor de la narrativa de ficción, sino una literatura sin méritos literario… De ahí la importancia de su discurso para su época y, de algún modo, para las siguientes generaciones de lectores mexicanos”. Esto en sí ya nos presenta a un Reyes visionario, que vio en este género algo que podemos confirmar hoy día, con la potencia que tiene y cómo se publican y publican novelas y se hacen películas y series. Pero lo que más me ha gustado es que Alfonso Reyes afirma esto sin avergonzarse: “El secreto está sin duda en la distracción”. Es decir, estas novelas nos atrapan porque logran distraernos. ¿Y no resulta maravilloso pensar en una escritura capaz de sacarnos un poco de la línea recta en que vamos avanzado día con día? Reyes lo vio, es decir, vio a la escritura y la fue siguiendo sin dudarlo. Porque es este espacio, el de la escritura, en donde Gabriel ubica a la utopía alfonsina, un lugar que al no existir se encuentra en todas partes. En el ensayo final, “Alfonso Reyes, autor de ciencia ficción”, la fuerza de este lugar, es decir, la escritura, y la contundencia de su aparecer en el mundo, son incuestionables. La escritura por venir, pienso y me acuerdo de Blanchot. No solo la literaria, la escritura toda, la de diarios, la de notas escolares, la de las cuentas, la de los muros… toda esa escritura funge como un espacio de lo posible. Por eso la escritura de ciencia ficción, para Gabriel, quien también reflexiona en torno a la escritura teniendo a Reyes como pretexto, es con la que cierra este libro. Porque en este género, Reyes es “Un escritor que ve el futuro con los ojos bien abiertos”.
En La sombra benéfica. Ensayos alfonsinos, sin duda veo-leo un texto con rostro. Veo a Gabriel trazando un escrito sobre Reyes, sí, pero además lo veo entramando una idea sobre la labor del escritor, y su herramienta, la escritura. Un futuro en incesante creación que nunca deja de deslumbrarnos.
Jessica Nieto. (Monterrey, 1982). Editora, ensayista y aspirante a calígrafa. Fue becaria del Centro de Escritores de Nuevo León en 2010. Ha publicado el libro Metal de la voz. Ensayos en torno a la escritura literaria (Ediciones Intempestivas, 2011).