<i>Aunque es de noche</i>, un viaje de duelo y esperanza

Jonathan Pérez Juárez

 

Hay días en que soy la canalización y otros días en que soy el canal, hace mucho que nadie me llama río. Rumbo al mar, oculto el río que soy.

Montserrat Rodríguez, Aunque es de noche.

 

Con Aunque es de noche, la escritora Montserrat Rodríguez Ruelas transforma lo ajeno en familiar, lo atroz y lo tierno conviven en sus páginas. En su novela describe el viaje que su protagonista Ulises realiza en busca de llegar al mar a través de un canal. Paralelo a ello corre el cuento que le contaba su madre, un cuento que no tiene un final preciso, sobre una niña que cabalga una piñata de siete picos. Ambos deberán sortear las adversidades que les salen al paso con la intención de regresar a casa y cumplir sus promesas (2023. Ediciones del Lirio).

Para llevar a cabo su propia travesía literaria, la escritora obtuvo la beca La Güera Trigos, parte del programa de residencias Under the Volcano en 2019, además de que recibió el apoyo del FONCA. En 2021 obtuvo el Premio Nacional de Novela Breve Amado Nervo. A propósito del galardón, el jurado describió a su obra como “una novela que entreteje diversas voces narrativas, con bellas imágenes que describen situaciones atroces con niños como protagonistas. La prosa, a veces poética, siempre impecable, tiene ritmo y cadencia, y denota dominio de sus recursos literarios” (Universidad Autónoma de Nayarit, 2023).

Uno de los mayores méritos, como destaca el jurado, es el balance que logra entre la crudeza de las situaciones retratadas (indigencia, golpes, violaciones) con lo entrañable de los protagonistas. Ulises vive en la canalización de esta ciudad que parece no tener nombre, y Aura busca develar el secreto que esconden sus padres y que se relaciona con el oficio de hacer piñatas. Los protagonistas no se detendrán ante nada para luchar por sus propios objetivos aun cuando lo han perdido todo. Su tenacidad provoca que el lector empatice con ellos hasta el final.

Por otro lado, el río convertido en canal cumple la doble función de escenario y voz narradora; ahí se mueven Ulises, El Viejo y muchos otros personajes. Anteriormente la autora había escrito otros textos en los que la ciudad o el paisaje eran quienes llevaban la voz; y una de las aristas de esta novela responde a las inquietudes por la destrucción del medio ambiente de nuestros días:

A mí me construyeron para prevenir inundaciones, para que dejara de partir la ciudad en dos cuando llovía, para que ellos pudieran controlar el cauce del agua. (…) Cuando quise abrir nuevas venas, el cemento ya había penetrado las grietas. Pero se les olvidó que el agua conoce su tiempo, y que antes de ser canal, fui río (p. 5).

La memoria forma parte esencial de esta novela, pues muchas escenas son recuerdos de Ulises y los demás personajes. Pero también la desmemoria toma un lugar relevante. Los habitantes del canal son olvidados por su familia y la sociedad. El Viejo, un hombre que acompaña y guía a Ulises a través de ese limbo, le dice que si quiere olvidar debe drogarse. El canal se asemeja al Río Lete de la mitología griega, del que se bebía para olvidar completamente. La acción de revivir la memoria, y con ella a los que ya no están, cobra más fuerza:

Por eso siempre la ando buscando, Ulises, tengo que hacer el esfuerzo por conseguirla, porque para de verdad olvidar, para sentir que esa paz que entra a tu cuerpo, no hay de otra más que conectarla. Yo escuchaba al Viejo hablar, lo veía acercando su boca a la oreja de Ulises y quería decirle, quería gritarle que en el agua sucia nadie puede encontrar su reflejo (p. 19).

Que en ningún momento se mencione el nombre de la ciudad en la que se desarrolla la historia cumple un propósito. Puede ser Tijuana, pero la autora le abre la puerta a la ambigüedad para que cualquier lector de cualquier parte del mundo proyecte en ella algún sitio similar. La presencia de la perra que acompaña a Ulises forma parte de la simbología que la ambigüedad multiplica. Como los Xoloitzcuintles en el imaginario prehispánico, la función de la perra que acompaña a Ulises es la de ayudarlo en su camino por el Mictlán, el río que atraviesa la tierra llena de muertos hasta el paraíso que es el mar en la novela.

Ulises, agazapado, con los ojos muy abiertos, sin poder dormir, sin llorar, contaba. Traía puestas las mismas piyamas con las que había salido de su casa, como habitando una noche interminable (p. 15).

La obra toma su nombre del Cantar del Alma, poema de San Juan de la Cruz, en el que la fuente es la metáfora de la fe que perdura sin importar que la oscuridad impida verla. “Su origen no lo sé, pues no le tiene, / más sé que todo origen della viene, / aunque es de noche” (San Juan de la Cruz, 1577). He ahí el tono conciliatorio que prevalece en la obra.

En cuanto a influencias, la autora ha mencionado el trabajo de la directora Ana Andrade, específicamente su serie fotográfica Ñongos, y su ópera prima, Donde los vientos se cruzan. Ambos trabajos exploran la vida de las personas que por una u otra razón se ven orilladas a vivir en El Bordo, en donde construyen sus ñongos, casas hechizas donde pueden cubrirse del frío por las noches. De la obra de Andrade, la novela parece rescatar “lo eléctrico, punzante, vital, de una comunidad separada de la sociedad” (IMCINE, 2022). Si bien se retrata tanto la violencia de quienes habitan el canal como de las fuerzas policiales y criminales, también surgen lazos como los del Viejo, la perra y Marta, quienes apoyan al protagonista sin pedir nada a cambio.

Silencio es otra obra también premiada, de la escritora oaxaqueña Clyo Mendoza, quien ganó el Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz en 2018. La fusión de géneros está presente en ambos trabajos. Mientras que Silencio es un poemario narrativo, en Aunque es de noche ocurre el mismo fenómeno pero a la inversa; se trata de una novela poética. Para prueba este extracto de la novela de Rodríguez Ruelas, cuya construcción y esencia es la de un poema:

Tú buscas el mar, Ulises.

No las lágrimas,

el sudor,

la sangre,

la orina,

la saliva,

el semen.

Tú buscas lo que no puedo ofrecerte (pp. 85-86).

La naturaleza también asume un papel protagónico en Silencio. En una parte la madre suicida de la protagonista se fusiona con el mar, con las aves que lo sobrevuelan y con la playa que lo limita:

Estoy aquí, tan lejos de los otros, porque lo elegí. Mi voluntad es un bucle sin retorno. Ni siquiera aquí descanso de elegir, es la sentencia que elegí con la forma de mi muerte. Y al mismo tiempo aquí el mar me llenó de flores. Embisto una ola y al hacerlo me embisto también a mí misma. Soy todo lo que me acontece. Soy el músculo del mar, su carne líquida y maciza. Sobrevuelo buscando alimento en las orillas, o recojo los cadáveres de los peces que murieron sobre la arena. Soy la muerte de esos peces, soy la mordida, soy el pájaro que cree que tiene capturado al mar y la cabeza trozada que atraviesa una garganta de pez, una fisura (p. 175).

El río de Tijuana y otros tantos lugares de esta ciudad compleja no se han explorado tanto en la literatura como la evidente frontera. El gran logro de Rodríguez Ruelas con Aunque es de noche es hacer de lo desapercibido, de lo despreciado, el centro. Cuántos de nosotros tijuanenses pasamos todos los días por ese río sin detenernos, ya sea por miedo o pericia, a observar. Casualidad o destino, cuando terminé de leer las últimas líneas de la novela, el taxi en el que iba pasó por la mermada presa Abelardo L. Rodríguez en la periferia de la ciudad. Serán otras plumas las que exploren los secretos y las voces de esa otra masa de agua.

 

REFERENCIAS

Rodríguez, M. (2023). Aunque es de noche. Ciudad de México: Ediciones del Lirio.


Jonathan Pérez Juárez

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