<i>Armas y Letras</i>: un ideal en el corazón de la república universitaria

Greta Ramos y Ander Urteaga

 

En un lugar del norte, de cuyo nombre es preciso acordarse, no hace mucho tiempo vivía un hombre intelectual, de aire melancólico, con lentes que le otorgaban una seriedad prístina. Un 30 de enero de 1944 escribió: Con este número se inicia la publicación de Armas y Letras, boletín de la Universidad de Nuevo León.1

Celebramos el 90 aniversario de la Universidad, y en ese contexto, las casi ocho décadas de Armas y Letras. El lector no me dejará mentir: esta historia ha sido convulsa, pero idealista, como todas las grandes historias.

Durante veinte años estuvo al mando de Nuevo León un general, de aspecto robusto y severo que murió en la Decena Trágica, como advierte el soneto en el que su hijo escribió: y si seguí viviendo desde entonces es porque en mí te llevo.2 Era singularmente querido por él, que, frente a la identidad gubernamental y militar de su padre, decidió convertirse en literato. Un mes después de aquella muerte, nace Raúl, el fundador de esta publicación, y quien agrega en su primer Boletín la nota epistolar de este hijo solitario: ¿Por qué no, siquiera, Letras y Armas? Aunque Reyes no estuvo a cargo de la revista, fue un colaborador asiduo al que se recurría en busca de aquella dirección hacia la cual orientar el sentido del crecimiento intelectual y la sensibilidad artística que la publicación podía desarrollar con sus esfuerzos.

Despidiéndose de las palmas artesanales que la hicieron emerger, dándole forma cual ser de barro, esta criatura pasó de mano en mano, de escritor a escritor, más como un Lazarillo que como un Quijano, de modo que, entre alegrías, algunas penas y otras caídas más, la revista se fue configurando, ya no únicamente como un suplemento universitario de carácter informativo, sino como una legítima demostración de las artes más bellas en tiempo presente.

El espacio llegó a ser ocupado por importantes caras de la historia literaria, al punto en que, si uno afirma que ha publicado un artículo entre estas páginas, estará diciendo que comparte el espacio atemporal de las letras con jóvenes poetas; con Mistral, Paz o Neruda, o escritores como Carlos Fuentes, Sergio Pitol y Cristina Rivera Garza. Destaca el encuentro entre nuestra revista y el poeta Pedro Garfias3, quien, exiliado político que era, fue derecho a su destino con su vida en la mano.4 

Al esfuerzo de Raúl Rangel Frías en los años 40, que continuó hasta los 50, le siguió el de Alfonso Rangel Guerra, acompañado por una matriz de escritores regiomontanos nacidos en el período de entre guerras.

En definitiva, la década de 1970 fue la más complicada. Fue durante estos convulsos movimientos del 1969 que uno habría pensado (a buen acuerdo) que esta se habría vuelto “una publicación panfletaria y demagógica, sectaria y adocenada”.5 Pero si de algo debe sentir certeza el lector, es que Armas y Letras es, por sobre todas las cosas, libre y humana. Aunque no andamos a calles perfectas, esta publicación siempre se ha encaminado hacia un objetivo fundamental y no puede ser mejor expresado que en palabras de nuestro querido Don Quijote:

 

Las armas requieren espíritu como las letras… dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas (…) A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de corsarios, y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra6 

 

Uno puede concluir que ambas son importantes por igual. Nuestras letras han sido aquellas que defienden nuestra no tan pequeña república universitaria, nuestra voz humanista. Y lo cierto es que este insólito fruto, tan hermoso como terrible, comparte corazón con su propia alma máter, de modo que quienes no recuerdan las amenazas previas al Jueves de Corpus, conservan en la memoria aquel momento en que la propia autonomía quedó en tensión.7 De estos síntomas, a pesar del apoyo previo de grupos artísticos como Caligrama y algunas efímeras reinvenciones estéticas, este Quijote que es Armas y Letras sufrió su primera pausa significativa en la que “transcurrió un largo periodo de casi 20 años en que la revista dejó de publicarse”.8 Magnífica casualidad que Cervantes escribiera también una secuela.

A partir del 1996 fue un caballero con la posición de rector de ese tiempo, Reyes Tamez, el que reanimó a la revista. El crédito, sin embargo, radica en un esfuerzo colectivo. Carmen Alardín, la primera mujer en ocupar el cargo de directora editorial, fue la encargada de entrar en el frente y defender con firmeza una publicación que estaba en pleno renacimiento.

Fue la armadura a la que se prestó especial mirada durante esta nueva etapa de crecimiento. A partir de un ideal dulce y regio, pronto evolucionó el contenido visual de la publicación, paseándose por las manos expertas de fotógrafos y diseñadores que hoy día procuran que el trabajo visual tenga el mismo peso que las palabras que deambulan entre los ojos de nuestros lectores.

A inicios de este siglo Minerva Margarita Villarreal fue la segunda mujer en dirigir esta querida publicación. No perdió nunca su compromiso con las letras, y aunque se la recuerda más por su alma poeta y su gallarda trayectoria académica, en el Departamento de Publicaciones dejó una huella que se mantiene cálida aún, como una caricia reciente. Definió con cariño y esmero, las secciones quijotescas de Armas y Letras que nos permiten habitar, desde la disposición del contenido, la historia que mora en casi todos los lectores: la de un lector que se vuelve loco por los libros y que ha marcado esta narración, Don Quijote de la Mancha.

Hace al menos dos décadas, la revista desarrolló su formato digital que, paralelo a la publicación periódica, buscaría otros alcances, otros lectores e incluso otros medios de producción, siempre preservando un ideal estético y un contenido prioritariamente literario.

Si el 2020 necesitaba algo, era un respiro. Heridas aún quedan de la pandemia y no podemos afirmar que logramos una victoria. Pero para muchos las letras siempre nos serán refugio, un arma indispensable. El nuevo suplemento digital lanzado ese mismo año se ha unido a la aventura por los entramados y complejos algoritmos de la red. Ha fungido como un espacio único, con una identidad independiente y actual, en la que se invita a escritores emergentes y universitarios a que encuentren un lugar que siempre tiende brazos y abre puertas. Este espacio ha tomado en ocasiones un tono íntimo, y los artículos y textos creativos que se publican mensualmente cuentan con cierto aire personal, que da lugar a la diversidad de subjetividades y una alternativa a discursos y puntos de vista más allá de los establecidos. 

Todos los capítulos de la historia de Armas y Letras han sido fundamentales, hoy comprendemos que hasta las más pequeñas decisiones han armado esta aventura que seguramente al historiador Cide Hamete Benengeli también le habría interesado narrar. Uno de nuestros directores, Victor Barrera, escribió: ‘‘hablar de una revista cultural es, en gran medida, hacer referencia a un proyecto de identidad…’’9 y esta es la identidad en la que nos insertamos: idealista, gran contrincante y un despertador siempre interesado en que las armas sean las letras y las letras sean las armas.

El nacimiento y la vida de una revista necesita de la colectividad; la historia de esta revista es la historia de todos: de ese hombre de lentes con el que bautizaron calles y bibliotecas; de ese hijo talentoso y renombrado en los círculos académicos literarios; de los exiliados que encontraron en nuestro país condiciones para la supervivencia; de la universidad y sus universitarios; de las hojas, el aire que tocó las palabras; de Don Quijote de la Mancha; de la pistola que esconde la advertencia y como Cabrera Infante, echa mano (mejor) del libro; de los editores, los directores, los diseñadores y los colaboradores; de los autores; de las manos, los lectores; de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Es la historia de nosotros.

Celebramos la continuidad de un ideal, y, quizá en otro momento la nuestra pueda interpretarse como una nueva era, un nuevo impulso ante nuevos retos y desafíos para conectar y sostener una comunidad de lectores y creadores. Se trata de un presente que nos obliga a reconocernos como parte de la historia y de una transformación.

Tú, lector siempre reformado, eres protagonista de este azar tecnológico, pero, sobre todo, de nuestro quehacer como revista, de esta faena que nos deja en testamento que siempre habrá un cambio y que sin duda esta historia continuará.

 

1 Rangel, R. (1944). Armas y Letras. Boletín mensual de la Universidad de Nuevo León, No. 1, p. 1.

2  Reyes, A. (1990). Obras completas. Tomo XXIV. Ciudad de México: FCE.

3 Barrera, V. (2020). “Redes intelectuales, proyecto cultural y profesionalización humanística en la revista Armas y Letras (1944-1957)”. Meridional. Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos, No. (13). http://dx.doi.org/10.5354/0719-4862.54420 

4 Garfias, P. (1985). Pedro Garfias, poeta. P.89. Disponible en: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/pedro-garfias-poeta–0/html/ff8d21f0-82b1-11df-acc7-002185ce6064.html

5 Reyes, A. (2014) “En los 70 años de Armas y Letras”, Armas y Letras, no. 86-87, p. 24.

6 Cervantes, M. (s/f) Don Quijote de la Mancha, Libro 1, capítulo XXXVIII. Disponible en: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-ingenioso-hidalgo-don-quijote-de-la-mancha-6/html/05f86699-4b53-4d9b-8ab8-b40ab63fb0b3_8.html#I_54_

7 Universidad Autónoma de Nuevo León. (s/f). “Antecedentes históricos, UANL” en La autonomía universitaria. Disponible en: https://www.uanl.mx/antecedentes-historicos/

8 Salazar, H. (2012). “Armas y Letras, una larga historia”. Armas y Letras, no.80, pp.17-18.

9 Barrera, V. (2009). Renovada compañía. Monterrey: UANL, p. 9.

 

REFERENCIAS

Barrera, V. (2009). Renovada compañía. Monterrey: UANL.

Barrera, V. (2020). “Redes intelectuales, proyecto cultural y profesionalización humanística en la revista Armas y Letras (1944-1957)”. Meridional. Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos, no. 13. http://dx.doi.org/10.5354/0719-4862.54420

Cervantes, M. (s/f). El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Disponible en: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-ingenioso-hidalgo-don-quijote-de-la-mancha-6/html/

Garfias, P. (1985). Pedro Garfias, poeta. Disponible en: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/pedro-garfias-poeta–0/html/ff8d21f0-82b1-11df-acc7-002185ce6064.html

Rangel, R. (1944). Armas y Letras. Boletín mensual de la Universidad de Nuevo León, No. 1.

Reyes Martínez, A. (2014) “En los 70 años de Armas y Letras”, Armas y Letras, no. 86-87, pp. 23-24.

Reyes, A. (1990). Obras completas. Tomo XXIV. Ciudad de México: FCE.

Salazar, H. (2012). “Armas y Letras, una larga historia”. Armas y Letras, no.80, pp.17-18.

Universidad Autónoma de Nuevo León. (s/f). “Antecedentes históricos, UANL” en La autonomía universitaria. Disponible en: https://www.uanl.mx/antecedentes-historicos/

 


 

Greta Ramos. Es estudiante de la licenciatura en letras hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL. Originaria de Matamoros, cuenta con una certificación en Teorías feministas y otra en Género y Etnicidad de la Universidad de Chile.

Ander Urteaga. (Mty, 2001). Estudiante de Letras Hispánicas la FFYLde la UANL. Forma parte del programa Talentos, en el que se ha desempeñado en las áreas de investigación y corrección, y hoy participa en el área editorial de Armas y Letras.

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