<i>Mucha madre</i>: subversiones del signo

Andrea Fuentes

 

En el performance Semiotics of the kitchen, de la década de 1960, la artista Martha Rosler (  Nueva York, 1943), vestida con delantal, realiza una demostración de cocina a la manera (irónica, claro) de las que por la época se hacían en televisión. Frente al refrigerador, ante la mesa y junto a la estufa, ella recorre el alfabeto desde la A hasta la Z asignando a cada letra el nombre de algunas de las distintas herramientas que se encuentran en el espacio doméstico. Y las empuña mientras se afana en realizar sus labores con gesto profundo de rabia y frustración. Rosler, según lo registra su ficha del Museum of Modern Art (MoMA), dijo que al hacerlo le “interesaba la noción de algo así como el ´lenguaje hablando al sujeto´ y la transformación de la propia mujer de su ser signo a su ser sistema de signos que representan otro sistema: de producción de alimentos y de aprovechamiento de la subjetividad”. Ese lenguaje que habla al sujeto me hace pensar en la alteración de la normatividad, es decir, es una invitación a trastocar una asunción, la de que somos sujetos hablando un lenguaje predeterminado. Más aún, que esa predeterminación nos convierte en lo que somos, una imagen estereotipada, y también, en consecuencia, explotada: la maternidad.

Pensé mucho en este performance desde antes de haber escrito —hace ya tiempo— las primeras notas de mi texto “Estamos viento” (una conjugación indebida, digamos), que forma parte de lo que ahora es el libro Mucha madre (Almadía y Universidad Autónoma de Nuevo León, 2021). Me hacía sentido la crítica que representa y, sobre todo, la reconfiguración que propone de la identidad. Pero lo he recordado con frecuencia después de publicada la obra y una vez que el mosaico–coro de voces se conformó en su totalidad, porque han cobrado cada vez más sentido las palabras de Rosler sobre su pieza y el eco que me han provocado se ha extendido: una reconfiguración del lenguaje no es posible sin el cuerpo que le produce, que le encarna y simboliza. Es preciso desbaratar la acepción unívoca que se la ha asignado y abrir la caja de pandora desde, justamente, el lenguaje . 

Ese fue el principio de Mucha madre: la necesidad de practicar una escritura sobre la maternidad, de tomar la palabra para esculpir con ella los innumerables significados que tras ese término, entronizado y asumido,  se hallan en realidad. No estamos hablando de las experiencias de maternidad tal como el sistema se ha empeñado en catalogar (aquellas que gracias a ese mismo sistema inmediatamente pensamos como un asunto de la mujer, de una intimidad incluso insulsa); sino de una forma de repensar la propia práctica de la escritura al proponer nuevas configuraciones narrativas de ese territorio del que todos provenimos y que, como sea que maternemos, sostiene nuestra existencia.

La escritura, claro, no podía ser una sola: porque no existe una maternidad, sino muchas maternidades, en distintos seres, a distintos husos horarios y a lo largo de la historia: la pública y la privada. Porque claramente en algún momento de la historia pasamos por la planchada victoriana sobre la maternidad: la dulcificación, la “moralización”, la “regulación” de nuestras identidades hasta producir el modelo idealizado de la madre: más aún, de que sólo así nos realizamos como mujeres. Escribí primero porque me pareció impetuoso estructurar un discurso propio fuera de esa normatividad cosificante, pero, al terminar de hacerlo, comprendí con claridad que necesitábamos ser muchas voces, con experiencias distintas, con maneras diversas de articular, a través de la palabra, nuestras ideas sobre la maternidad. Y, más exactamente, la relación de nuestra identidad como mujeres con la concepción, la práctica y la institución (diría Adrienne Rich) de la maternidad. 

Pensé entonces en entablar (editar, proponer una lectura del mundo) una conversación con mujeres que escriben y que. desde sus prácticas creativas han ido concertando un pensamiento público y, por tanto, político, en torno a la vinculación mujer-maternidad, por su manera de posicionarse frente a nuestras nuevas realidades. A ellas me une un vínculo casi siempre afectivo, también intuitivo, pero sobre todo  tenía la certeza de que su voz, es decir, su particular forma de enunciar axiomas, debía ser escuchada. Todas, además, con caminos e identidades y posturas muy diversas, coincidimos en un momento específico de la crianza o de nuestro pensar sobre sus alrededores.

Esa conversación, que tomó varios años, fue volviéndose poco a poco un libro, quizá porque todo, diría Mallarmé, deriva en un libro; quizá porque me es inevitable concertar los pensamientos así, en ese dispositivo, o porque editar, pienso, es justamente erigir una conversación. Inventar universos. Formular preguntas. Fue así que imaginé el despliegue de las páginas, las planicies donde se llevan a cabo ya las pequeñas y contundentes representaciones que, además (así lo visualicé), debían escenificarse con un discurso gráfico: otra forma de la escritura, otro lenguaje, otras voces, esas otras mujeres que piensan ilustrando, cuyas imágenes dialogan con los textos, sí, pero que también trazan y delinean su propia forma de pensar y de interpretar. El acontecer de palabras y el acontecer de imágenes platican entre sí generando un nuevo sentido.

La escritura es borramiento: deleterewrite, rehacer escritura, deshacer escritura, doundo, tal como la práctica de la maternidad. Un ensayo constante, sempiterno, un ensayo real que, desde el verbo y entre varias, se vuelve un diálogo urgente que registra la experiencia articulándola: para establecer de otro modo al mundo, para abrir con ella nuevos campos semánticos. 

 

Mucha madre es abrir espacio a las preguntas que nos atraviesan a nosotras, las voces disidentes que aquí resonamos: formas textuales y visuales de interpelar al mandato; “de sustraernos al mandato”, diría Rita Segato. En los diez ensayos y un prólogo, todos ilustrados, que conforman Mucha madre, cada quien y desde muy distintas aristas lanza una bola de fuego para hacer arder las nuevas preguntas. ¿Qué es luz y qué es oscuridad? ¿Realmente es una oposición ser y no ser madre? ¿Nos realizamos como mujeres al ser madres?  ¿Qué es todo lo hay detrás de la palabra “maternidad”? ¿Cómo se vinculan los feminismos y las maternidades? Estos son fragmentos de un debate imprescindible, esta es una invitación a realizarlo. El registro que debe llevar es aún muy amplio, es preciso sumar todavía muchas voces, varias de las cuales curiosamente han surgido a partir de la conversación del libro mismo.

De estos ensayos se desprenden tantos asuntos como de hilos está tejida la infinidad: las consideraciones sobre el relato feminista de lo que sostiene la vida; la maternidad en solitario; la maternidad lesbiana; la turbiedad de la maternidad; la elección de no ser madre; la maternidad sexual; la maternidad animal; la maternidad como categorización; la discusión sobre las políticas de los cuidados y la transversalidad: porque los cuestionamientos sobre la maternidad están atravesados por interrogantes a los sistemas en donde están insertas. ¿Cómo nos resistimos? ¿Cómo nos liberamos?

Descolonizando el inconsciente, dice Suely Rolnik. A través de los vínculos político-afectivos, dice Gabriela Jáuregui; a través del desearse madre y odiarse madre, dice Clarisa Moura; a través del encuentro de la belleza y el impulso vital dentro de lo terrible, dice Sara Schulz; a través del decidir no ser madre, dice Ave Barrera; a través de ser una madre disidente, dice Abril Castro. Lo hacemos escribiendo la ruptura y practicando la reconfiguración de las gramáticas y sus signos sobre las mujeres y las maternidades, que son también, no hay que olvidarlo, hijtudes.

 


 

Andrea Fuentes. Articula la escritura y la creación de dispositivos artísticos y culturales con la edición, especializándose en la invención de libros donde el tejido entre palabra e imagen genere nuevos lenguajes y políticas del mundo. Ha publicado de su autoría Mucha madre: Maternidades subversivas (Almadía, 2021), Antimanual de maternidad (Chilango, 2021), Palabras para nombrar al mundo (Caja de Cerillos, 2017); Rosario Castellanos y Juan Ruiz de Alarcón (Planeta, 2015), así como diversos ensayos en antologías (Meditations in an emergency, PSC-Jumex, 2022 y Nada, Piztelin Books, 2018) así como en revistas y periódicos. Es directora general y cofundadora de La Caja de Cerillos Ediciones y jefa de la Sección Editorial de Extensión Universitaria UAM Xochimilco. Becaria del Fonca, jurado en diversos premios literarios, ha impartido talleres y seminarios sobre Libros ilustrados, Mujeres y feminismos gráficos y Edición.

 

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