viernes, abril 26, 2024
    Pájaros en la boca, de Samanta Schweblin

    Carolina Tobar

    Nominada por su traducción al inglés para el premio Man Booker 2019, Pájaros en la boca y otros cuentos (Random House, 2017) de Samanta Schweblin (Argentina, 1978) es una colección de relatos inesperados, breves y punzantes, que se despliegan en universos propios. Esta compilación consiste en una selección, hecha por la autora, de textos publicados anteriormente, y de dos nuevos, “Olingiris” y “Un gran esfuerzo”, y permite una lectura de distintos momentos de la obra de Schweblin.

    Como sucede desde las primeras páginas con “Irman”, Pájaros en la boca reúne una serie de relatos en los que el suspenso crece, alcanza un punto máximo y luego decae, pero nunca se disipa por completo. Los cuentos acaban y en algunos casos alcanzan algún tipo de resolución, pero el sentimiento de extrañeza que provocan permanece, extendiéndose más allá del momento en que se cierra el libro. Oliver y el narrador de “Irman” escapan –dejando atrás al pequeño hombrecito, Irman, con su escopeta de doble cañón y el cadáver de su mujer–, pero la intriga que genera el encuentro se mantiene, tal como quedan flotando en el aire las cartas que los protagonistas encuentran en la caja que roban creyéndola llena de dinero.

    A pesar de este movimiento característico de los relatos, en los que lo que no se revela o queda oculto es casi tan importante como los detalles precisos que dan vida a las escenas, no se puede decir que “Irman” sea representativo del conjunto. Hay un contraste marcado entre este cuento y los tres que lo siguen, “Conservas”, “Mariposas” y “Pájaros en la boca”. A lo largo de la colección, lo fantástico ocurre en distintos grados. Si bien hay relatos cuya fuerza proviene de lo real, de la amenaza de una violencia palpable, como “Cabezas en el asfalto” o “Matar a un perro”, hay otros en los que lo fascinante nace de lo improbable. Sin embargo, incluso los relatos en los que predomina lo inusual tienen un fondo que remite a lo cotidiano y a preocupaciones universales, como las que surgen de las tensiones entre los miembros de una familia, de viajes a lugares desconocidos, o de la ansiedad en torno a la reproducción. En ese sentido, Schweblin no solo les devuelve la extrañeza a eventos singulares pero comunes –entre ellos el embarazo y la maternidad / paternidad–, sino que también imagina alternativas con respecto a la forma en que se suelen vivir.

    Aunque muchas de las situaciones que se presentan pertenecen al terreno de la ciencia ficción, la distancia entre el lector y los protagonistas es mínima, porque incluso cuando predomina lo fantástico, los personajes son seres con preocupaciones conocidas con los que es fácil empatizar. Así, “Conservas” abre con un embarazo imprevisto y la angustia que le provoca a la narradora y a su pareja:

    Tengo insomnio. Paso las noches despierta, en la cama. Miro el techo con las manos sobre la pequeña Teresita. No puedo pensar en nada más. No puedo entender cómo en un mundo en el que ocurren cosas que todavía me parecen maravillosas –como alquilar un coche en un país y devolverlo en otro, descongelar del freezer un pescado fresco que murió hace treinta días, o pagar las cuentas sin moverse de la casa– no pueda solucionarse un asunto tan trivial como un pequeño cambio en la organización de los hechos.

    Después de recurrir a varios profesionales sobre los que dice “a su manera cada uno presenta soluciones conformistas o perversas que nada tienen que ver con lo que busco”, la narradora finalmente encuentra una alternativa. Se trata de un tratamiento dirigido por el Dr. Weisman que le permite ese “pequeño cambio en la organización de los hechos” para que ella y su pareja puedan retomar control de su vida y seguir con sus planes, sabiendo que Teresita “estará bien, hasta el momento indicado”.

    Al contrario de la narradora de “Conservas”, la de “En la estepa” busca la fertilidad. Sin embargo, las dificultades que le presenta esta búsqueda no están relacionadas con la medicina, ni con su cuerpo, sino con algo más parecido a la caza. Explica:

    Oscurece tarde en la estepa, lo que no nos deja demasiado tiempo. Hay que tener todo preparado: las linternas, las redes.

    […] Cuando estamos listos Pol me pasa la campera y la bufanda, o lo ayudo a ponerse los guantes y cada uno se cuelga su mochila al hombro. Salimos por la puerta trasera y caminamos campo adentro.

    Si es cierto que la sorpresa y el desconcierto son elementos recurrentes en los relatos, no se puede decir que conforme se avanza en la colección estos se vuelvan predecibles o repetitivos. Debido a las variaciones en las estructuras y en las formas de narrar, Pájaros en la boca continúa poniendo a prueba nuestra capacidad para el asombro hasta el final. Como lo anuncia Mario Bellatin en la contratapa interna, no se trata de una colección de cuentos tradicional: leer a “Schweblin es una experiencia más parecida a la que se puede tener en una galería o frente a una película de autor que delante de un libro sacado de un estante gris”.

    Cuando uno piensa que sabe lo que Schweblin es capaz de hacer, entonces se encuentra con los relatos finales, que posiblemente sean los más logrados. El penúltimo de los cuentos, “Olingiris”, abre con un grupo de señoras que se permite el placer –sádico– de arrancarle con una pinza los pelos de las piernas a una mujer que permanece quieta en una camilla. Sin embargo, el relato no se centra en este pasatiempo, sino que da un giro inesperado y se convierte en un retrato íntimo de la vida de dos mujeres, solitarias, que descubren que, aunque ocupan diferentes puestos en la jerarquía que se establece en el local, no son tan distintas. En el último relato, “Un gran esfuerzo”, un hombre intenta curarse de un sueño molesto que se repite, en el que “Él y su padre eran un animal amarillo, un mismo animal mirándose al espejo”. Este sueño lo lleva a examinar su relación con su hijo, rememorando la suya con su padre, un padre a quien recuerda por sus intentos repetidos de fuga, pero inhabilidad final de abandonar a su familia. Contrario a lo que se podría esperar, la profesional a la que el hombre asiste en busca de ayuda es una masajista –la Señora Linn– quien alivia sus síntomas y lo ayuda a solucionar los problemas con su padre e hijo, únicamente ejerciendo presión en los lugares indicados. Quizás sea posible comparar la labor inexplicable de la señora Linn a la prosa de Schweblin, que únicamente a través de las palabras precisas, y una labor invisible de descartar lo superfluo, alcanza resultados extraordinarios.

     

     

    Título: Pájaros en la boca
    Autor: Samanta Schweblin
    Editorial: Random House
    Año: 2017

     

     


     

    Carolina Tobar. (Guatemala, 1989). Obtuvo un BA en Creación Literaria y Francés en Loyola University New Orleans. Es doctora en Estudios Hispánicos por Brown University, donde escribió una tesis sobre narrativas latinoamericanas del siglo XXI y su conexión con las artes visuales. Ha dado clases de español en Brown University y Tulane University. Actualmente vive en Buenos Aires.