viernes, abril 19, 2024
    Mis encuentros con los grandes maestros periodistas.*

    Carlos Mora Álvarez

     

    Don Jesús Blancornelas

    Enamorado prácticamente del ciclismo desde la infancia, estudió Contabilidad durante su juventud para terminar siendo, ya en su temprana madurez, uno de los más grandes y reconocidos periodistas, no solo de su generación, sino quizás –como algunos de sus lectores podemos asegurar– el de mayor valor, conocimiento y dedicación que en nuestro querido país podría haber nacido: Don Jesús Blanco Ornelas, como su nombre se escribe correctamente en su acta de nacimiento y que sin embargo se integró en un solo vocablo, al parecer un poco largo para las primeras colaboraciones firmadas, y que dieron pie a la leyenda de las letras escritas generando el sínodo de su vida, Blancornelas, así de sencillo, de espontáneo e integrado.

    Inicié leyendo a Don Jesús en los setentas, lo conocí en los ochentas, me abrió las puertas de sus oficinas en los noventas y fue durante la década del dos mil cuando se convirtió en un guía excepcional en materia política, además de un maestro extraordinario en la rica experiencia de las relaciones públicas.

    Llegó a nuestras tierras en el año de 1960 procedente de su natal y amado San Luis Potosí, donde nació un 14 de noviembre del ‘36. Su vida fue prolífica, heroica, quijotesca, desenterró como nadie los enormes secretos de su apasionada labor, la verdad para él fue un estilo de vida, de trabajo, una constante diaria, hasta que ésta no era dada a conocer jamás se tomaba un respiro, jamás descansaba.

    Don Jesús trabajó prácticamente en cuanto espacio le fue posible, adquiriendo la paciencia como método, y la honradez como principio. Esos eran, quizás, sus mayores dones, además de su fortaleza personal y su consistencia intelectual, otro don mayor que le fue otorgado al reconocido periodista.

    Seguramente fue su vigencia y presencia constante, su principal herencia; no conozco mayor y más eficiente escuela que la fundada y forjada por este incomparable hombre que todo lo daba obsequioso en aras de la libertad. La amplitud de su vocación y entrega se aprecia todos los días, aun en su dolorosa ausencia, porque su incalculable legado está basado en personas, hombres y mujeres que aún hoy le recuerdan más que con cariño y admiración, sin menoscabo de ellos; es en la veneración cotidiana de su nombre y de su obra, por la que ésta sigue y seguirá siempre vigente.

    Noviembre es el mes más emblemático en su larga y extraordinaria trayectoria. En este mes vio la primera luz, igualmente en coincidencia con la efeméride, fue cobardemente despojado de uno de los espacios más libres de que tenga recuerdo y previo a la formación de ZETA, desde donde entonces ejercía sus luchas contra la injusticia, el vespertino ABC; continuando con el mes, fue en estas fechas cuando sufrió un terrible atentando, un jueves 27 de noviembre, y para terminar fue un 23 de noviembre de hace 6 años cuando partió para la posteridad.

    Don Jesús fue un gran hombre, un hombre contra el mundo. Combatió como nadie la estructura mafiosa y su formación al denunciarla valerosamente un día sí, otro también. Dueño de una enorme y profunda fe en el Creador, a Él se entregaba, en Él confiaba, no requería más soporte que el de la luz que desde lo alto lo guiaba. La formación otorgada generosamente en su caso, era conmovedora, llena de motivación y de una absoluta inspiración, enseñaba con el ejemplo del esfuerzo absoluto y constante de la lucha por el pasada o futura, su análisis le hacía prever lo que se avecinaba y alertaba a todos, sociedad, políticos y empresarios que en él confiaban. Muchas e infinidad de veces intentaron callarle, desviarlo de su inmaculado e incólume camino, la paradoja es que en cada ocasión intencionada para hacerlo desistir, para hacerlo detenerse, para amilanarlo, producía un efecto contrario, de ahí la dureza de sus artículos, de ahí lo rígido de sus publicaciones, de ahí lo vasto de su obra, que solo creció hasta hacerse indispensable en la afectación de su duro encierro por constantes amenazas.

    La vida premió grandemente la valía de Don Jesús, le dio una bella familia y una compañera excepcional en la admirable figura de Doña Genoveva Rosalba Villalón Aguilar de Blanco, a la que amó profundamente y que fue sin duda alguna su mayor soporte y su columna personal más sólida, además de sus tres adorados hijos: José de Jesús, Ramón Tomás y César René, que orgullosos hoy sostienen la bandera que su padre les enseñó a enarbolar; sin olvidar los cuatro nietos que fueron su adoración, Patricia, Ramón, Alejandro y Paola.

    Pero no solo la vida lo honró, también la comunidad internacional y el periodismo a nivel mundial homenajeó a este mexicano sin igual, otorgándole los más grandes premios y reconocimientos que un hombre de su profesión, formación y vocación pudiera merecer: en el ‘96 el Comité de Protección a los Periodistas le otorgó el premio a la Libertad de Prensa Internacional; en el ‘98 recibió el galardón Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia en Nueva York; en el ‘99 el reconocimiento mundial a la Libertad de Prensa otorgado por la UNESCO; en el 2000 fue seleccionado por el congreso de Baja California como Ciudadano Distinguido; en el 2001 fue homenajeado con el Premio Nacional de Periodismo; en el 2003 recibió el mismo reconocimiento por el Congreso Federal; fue en el 2004 cuando se hace acreedor a la Medalla Daniel Pearl, por el valiente ejercicio de su profesión, además del premio de Reporteros Sin Fronteras. En el 2005 nuevamente es homenajeado con el Premio Nacional de Periodismo así como el premio a la Libertad de Expresión otorgado por la Fundación de Francia.

    Las ausencias adelantadas de sus entrañables compañeros; Héctor “El Gato” Félix, Luis Lauro Valero y Francisco Ortiz Franco, fueron siempre su mayor aliciente, su más amplio acicate para seguir luchando por libertad, la paz y la justicia en nombre de ellos. Donde quiera que se encuentre vayan estas breves y conmovidas palabras, para rendirle un sentido homenaje a la valentía, la fortaleza, la integridad y la honradez que en vida nos regaló, a todos sus lectores, a todos sus amigos, a todos sus admiradores; en todos aquellos en los que sembró los más altos valores de espiritualidad, fe y esperanza, que seguirán presentes gracias a este Don sin parangón, a este Don incomparable, a este Don de leyenda. Gracias, querido Don Jesús, por sus infinitas y sabias enseñanzas.

    Don Héctor Félix Miranda

    Como suele suceder con personalidades de su talla, lo conocí antes de conocerlo. Más que un periodista, escritor, reportero o contador, que fue lo que estudió, era un verdadero provocador social, el inolvidable Don Héctor Félix Miranda. Me presenté con él, hace más de tres décadas, ya que siempre me motivó el acercamiento basado en la profunda admiración que me despertaba. La oportunidad fue inmejorable ya que se dio el primer encuentro en la casa de mis padres en el marco de la conmemoración para reconocer a los comunicadores más importantes de nuestra ciudad y ahí, el realmente famoso, con el mayor número de lectores y quizá el más temido era Don Héctor.

    Desde el primer momento me sorprendió su enorme sencillez, incluso su timidez, además de su seriedad que contrastaba gigantescamente con su forma de hacer periodismo. Tres pasiones nos identificaron instantáneamente: los toros, el box y el béisbol, actividades, deportes y espectáculos que eran la mayor alegría del “Gato” Félix, además de fuente de inspiración e información constante para la columna que con fecundo arraigo y miles de seguidores nos regalaba cada semana en esta casa editora. “Un Poco de Algo”, título de su colaboración y entrega hizo escuela en el periodismo con su estilo heroico y temerario, agresivo y satírico, enjundioso y bromista, agudo y tronante, duro y peculiar, columna que desvelaba a más de algún político, religioso, empresario, policía o miembro de la mal llamada alta sociedad.

    Desde la noche del jueves y previo a su publicación, cuando ya se percibía, se sentía que “El Gato” haría de las suyas, haría justicia. Don Héctor se ganó el cariño, el aprecio, el respeto y la confianza absoluta del pueblo tijuanense, era receptor de delicadas confidencias, de grandes secretos, de sabrosos chismes, era los ojos y los oídos además de la voz de una población que necesitaba, sí, de diversión pero también de apoyo y comprensión, lo mismo con la denuncia seria que con el tono chocarrero y hasta subido de color que enrojecía las mejillas a más de alguno o alguna, basados en una formación generacional que despedía olor a mojigatería y que afortunadamente ha dado paso a otros niveles de educación y formación gracias a los esfuerzos de esa camada compuesta por personajes como “El Gato” y Don Jesús Blancornelas, que ayudaron a toda una generación a madurar logrando transformarla en una de vanguardia, convirtiéndola en un ejemplo nacional.

    Son infinitas las anécdotas que regodean la leyenda del “Gato” Félix, cuando con el poder de su pluma impulsaba causas sociales, dejando de escribir hasta lograr que todos los lectores de ZETA, regularmente desde los de menores recursos, hasta los más pudientes, aportaran los fondos necesarios para pagar una operación médica, el techo de un hospital e iglesia o como en nuestro personal caso el mencionar a un generoso patrocinador como mi querido amigo el Lic. Miguel González Calette que desde la presión de las notas de Don Héctor prefería doblar el monto de un patrocinio a seguir siendo objeto de cariñosas referencias sobre su riqueza.

    Nació un 21 de Julio del año 1940, en un pueblito llamado Choix, en Sinaloa, que colocó en el mapa del país con el peso de su fama internacional; y fue asesinado la mañana del 20 de abril de 1988, en la esquina de las Avenidas Alba Roja y Ramón López Velarde donde queda una placa de bronce en recuerdo de su valerosa memoria. En ese aún doloroso día los responsables de la tranquilidad y las garantías de todo individuo en México eran, en el ejecutivo federal, el Lic. Miguel de la Madrid Hurtado, y en el estatal el Lic. Xicoténcatl Leyva Mortera, a recordar.

    Escribir, pensar, hablar de los alcances y la trascendencia de Don Héctor, tiene una memoria histórica que, con su venia, deseo referenciarla en lo tangible para un periodista y seguramente lo más apreciado para su labor: usted, tú y yo, sus lectores. En las gloriosas épocas de oro del “Gato” y Don Jesús, el tiraje del semanario alcanzó cifras récord, que se acercaban a los 100 mil ejemplares por edición y superando fácilmente los números de los llamados medios nacionales como Reforma, El Universal y Milenio y a revistas como Proceso y Siempre, sin duda, estadísticas que enmarcan la celebridad, popularidad y autenticidad del legado de ZETA.

    Don Héctor Félix Miranda dejó una herencia de libertad y valentía, estela de los más altos valores que encuadrados en sus múltiples dones como la franqueza, la enseñanza y el misticismo, cada semana es recordado como un sólido maestro por quienes son portadores hoy de la bandera en la búsqueda de la justicia y de los principios de la entrega que su ejemplo sembró. Desde donde se encuentra seguramente sigue proclamando: “Soy libre como el viento”.

    *Estas crónicas forman parte del libro Los Dones, publicado en 2020

     



    Carlos Mora Álvarez
    . Ex regidor de Tijuana, Baja California, y extitular del Consejo Estatal de Asuntos Migratorios. Es actualmente Vicepresidente de Relaciones Institucionales de Grupo Vidanta.