domingo, mayo 5, 2024
    Adelantos de <i>El chicano-rap en Monterrey</i>

    Erik Mejía Rosas “Fusca Mexica”

     

    “El rap cambió mi vida…”

     

    ¿Te consideras rapero o historiador?, me preguntó un amigo investigador. ¡Soy rapstoriador!, le respondí con fe y con flow. Y es que llevo más años de maestro de ceremonias del grupo de rap Mexican Fusca que de amante de la historia. Pero a la vez, con el rap cuento historias: lo que vivo, lo que veo, lo que siento, lo que pienso y lo que escucho. Mejor le hubiera contestado con una de mis rimas:

    Soy el hijo del maíz, la cosecha del azteca

    La sangre derramada del que murió en Chinameca 

    La voz de aquel jinete, para muchos asesino 

    Trabajando por mi tierra, lucho por el campesino […] 

    (Mexican Fusca, 2014, 0m52s).

    Escribo canciones sobre personajes de la historia como Emiliano Zapata y Pancho Villa, sobre hechos históricos como la Noche Triste, pero también, sobre la vida en los barrios bajos, con una influencia del chicano-rap de Los Ángeles y de Houston, así como del rap que se gestó en el Bronx con la cultura Hip Hop de los cuatro elementos. No obstante, nuestros colegas de música nos consideran rap estilo cholo, pero yo bauticé a nuestra música como rap regio-mexica.

     […]

    Recuerdo que en la colonia donde vivía las calles no estaban pavimentadas, y que para tomar el camión hacia el centro o para hacer una llamada telefónica, teníamos que caminar más de tres kilómetros. Además, frecuentemente cortaban el servicio de luz, agua y drenaje, y mi madre tenía que lavar la ropa en el Río La Silla. Los robos, las drogas, las rencillas entre pandillas y con la policía eran el pan de cada día. Cómo cualquier joven en ese contexto, vivía entre riñas pandilleras para proteger la cuadra o la zona. Era un dolor de cabeza para mis padres a pesar de mis excelentes calificaciones en primaria y secundaria. No obstante, cuando formé junto con mi hermano el grupo de rap Mexican Fusca a mediados de los años noventa, sentí que el rap había cambiado mi vida pues, al componer rimas, reflexionaba acerca de todas las problemáticas que pasaban en el barrio, en la política y en el sistema. Mi visión del mundo había cambiado.

    Cuando me di cuenta de que había otros grupos de rap en Nuevo León y que se juntaban en las canchas del Penny Riel para exponer sus temas musicales, dejé de sentirme solo en este género musical que muchos consideraban extraño y agresivo. La primera vez que acudí a un evento quedé sorprendido: bicicletas y autos lowrider, jóvenes bailando Breaking, grafiteros plasmando murales y raperos con indumentaria de cholos de Los Ángeles y raperos de Nueva York. Esto me emocionó y me dio fuerzas para seguir componiendo rap de por vida. Gracias a nuestras rimas, fuimos conocidos en varios barrios de raperos con los cuales formamos alianzas y redes que ayudaron a construir una escena musical local que se formó en el centro de Monterrey. Muy pronto me gané el respeto de varios exponentes por ser el líder del grupo y de la familia de barrio que formamos para protegernos en las calles.

    Asimismo, nos convertimos en un ícono del rap local gracias a nuestras constantes producciones musicales. Me sentía orgulloso de formar parte de la historia del rap en México, de ser cholo, underground y respaldar un barrio: Mexican Fusca Familia. No obstante, al mismo tiempo que construíamos una escena musical rap, surgió en 1996 un grupo de rap en Monterrey llamado Control Machete, que fue proyectado internacionalmente por una disquera transnacional. Sus rimas hablaban del barrio, de las calles, de drogas y de la cultura regiomontana. Algunos de los medios de comunicación los consideraban raperos, pero al mismo tiempo los encasillaban en el rock. Creía que Control Machete no formaba parte de la escena local underground que habíamos construido junto con otros grupos, pues ellos provenían de grupos de rock de la llamada Avanzada Regia, sin embargo, tiempo después me di cuenta de que su conexión con otros raperos de la escena fue parte fundamental para que esta creciera.

    Hubo descontento entre los raperos que habíamos formado la escena musical regia, pues creíamos que los de Control Machete pregonaban algo que no eran y se llevaban el crédito de ser los impulsores del rap en Monterrey. Pensaba que todo por lo que habíamos luchado se había ido a la basura. Solo quedaba una esperanza: mantener lo real y luchar contra la comercialidad que había transformado al rap en pop. No obstante, con el surgimiento del internet hubo un crecimiento de exponentes del rap en Nuevo León y una difusión más global de la escena local. Volví a creer en el rap regio.

    […]

    Alguien debía contar la “verdadera” historia y difundirla, y ese, debía ser yo, no por ego o por vanidad, sino por compromiso y respeto a los otros grupos y promotores que aportaron una buena parte de su vida para que creciera el Hip Hop regio. Pero ¿cómo lo haría? ¿qué necesitaba estudiar? Investigando, me encontré con la carrera de Historia en la UANL.

    Al ingresar a la facultad, y conforme aprendía en cada semestre el oficio del historiador, presenté mi proyecto sobre la historia del rap en Monterrey, sin embargo, algunos profesores del colegio no lo veían viable: “Esto no es historia, ¿quién conoce el rap o hip hop? No es relevante”, “no veo una aportación a la historia regional”, “para qué quieres hacer la historia del rap si alguien ya está trabajando la del rock”, “en los archivos históricos no hay información de eso”. Un golpe bajo para mi proyecto que me hacía sentir con el ánimo excesivamente abatido.

    […]

    Cuando conocí el proyecto del Dr. José Juan Olvera sobre música norteña y Hip Hop me animé a retomar mi investigación y, al ser aceptado en su grupo de trabajo, volví a sentir la misma emoción como la primera vez que me subí a un escenario a rapear. Tomé la pluma como si fuera el micrófono y comencé a fluir en el cuaderno como si fuera un beat.

     

    “Ser parte de la escena”

    La primera vez que asistí a un evento de rap en el Penny Riel, me quedé impresionado por la cantidad de raperos que se presentaron en las canchas de ese lugar para convivir y escuchar a los exponentes de rap. La mayoría de ellos vestían al estilo cholo chicano, con indumentaria que representaba su barrio o clika: pantalones de la marca Dickie’s, tenis Nike Cortez, playeras blancas o jersey; algunos andaban a rapa, con el cabello largo o peinado hacia atrás, con una malla de las que usaban en los negocios de comida.

    Soldados montados en sus bicicletas lowrider hechas artesanalmente observaban atentos a los de River Side, Cripta Mala, Bastardoz, Eric Santos, Dancing and Jumping, SBN y Vagabundos Underground, mientras estos expresaban sus mejores rimas referentes al barrio. Pañuelo azul, café y rojo colgado en el lado izquierdo de su pantalón, otros, lo portaban en sus frentes o cubriendo sus bocas. Parecían miembros del EZLN, aquellos que se habían manifestado el 1 de enero de 1994.

    No éramos los únicos que representábamos el cholismo y la cultura chicana con nuestra indumentaria, había más gente de diferentes barrios del área metropolitana de Monterrey: Escobedo, Santa Catarina, San Pedro, San Nicolás, Apodaca, Guadalupe y los barrios bajos de Monterrey; clikas que desfilaban juntas como ejércitos que vestían casi igual, cada uno con accesorios extras como gafas, mallas en la cabeza y gorras.

    Cripz, Bloods, Sureños, Norteños, y otros barrios, se mantenían firmes en los eventos. También, se veían algunos con la indumentaria del pachuco; otros, portaban la vestimenta del rapero neoyorkino, con ropa de marca que se veía en los videos que transmitía MTV y que se conseguían en el mercado de la calle Reforma del centro de Monterrey. Califas y Nueva York en un solo lugar, con algunos curiosos que se acercaban a escuchar y observar.

    Raperos que se aprendían sus canciones y las exponían en público; otros, pasaban con su hoja de libreta llena de rimas, leyéndola en tono de rap. Instrumentales de Cypress Hill, Goodie Mob, Wu-Tan Clan y Psycho Realm, adornaban sus vivencias y experiencias que expresaban con sentimiento. A veces no se contaba con instrumental, pero sí con las ganas de rimar, y un grupo que ya había rapeado anteriormente prestaba su base a cualquiera que se quisiera aventar un “palomazo”.

     

    Referencias

    Mejía Rosas, E. (2022). “El rap cambió mi vida…” El chicano-rap en Monterrey. Orígenes, circulación y apropiación en la construcción de una escena musical 1989-2000. Universidad Autónoma de Nuevo León