miércoles, octubre 9, 2024
    <i>Los signos vitales</i>, de Merari Lugo Ocaña

    Eduardo Zambrano

    «La historia de los hospitales es la que uno cuenta de sí mismo.»
    Merari Lugo Ocaña

    La trayectoria de esta joven escritora ha terminado de compaginar su vocación de poeta, con su vocación por la medicina, y ella lo manifiesta no sin dolor, porque todo llamado, todo destino que se nos impone conlleva esa carga existencial:

    Con su dedo índice

    abrió la herida

     

    me indicó el camino.

    Atender ese llamado es reconocer la gracia de una elección que no elegimos, que nos arrastra por los días y se vive intensamente a pesar de desfigurarnos, de deshumanizarnos a veces:

    Nuestras caras son iguales todas bajo la privación del sueño.

    Al amanecer el médico de guardia que ha venido a reemplazarnos

    me alcanza la mano en señal de misericordia.

    El sufrimiento es admisible para quien lleva la fisura,

    para quien la estudia, todo excedente de dolor es suprimido.

    Ya sabemos que todo buen poeta es un observador nato, que mira, por así decirlo, con los cinco sentidos y expone sus emociones en esa mirada que busca interactuar con su entorno. Sin embargo, lo que ahora rodea al poeta no es la ciudad, mucho menos los encantos de la naturaleza, no es pues una mirada paisajista, ni de modelos que posan para la eternidad.

    En este libro de Merari se posa para la muerte, para la angustia, para el sufrimiento cotidiano, sí, cotidiano, que sucede en los hospitales:

    Meningoencefalitis

     

    ¿Te acuerdas?

    Tu cuerpo ardiente era una astilla ardiente

    en medio de la noche.

     

    “Veo a Dios en el respaldo de la cama”

    nos decías.

     

    Luego llegó la convulsión 

    y envueltos en el bálsamo de alcohol y angustia

    nosotros también lo alucinamos.

     

    Tú juraste que aquello no trascendería,

    que aquel Dios de temblor y luz

    protegía tu cabeza

     

    pero ni a él ni a ti volvimos a verlos jamás.

    De hecho todo el primer apartado el libro, es apenas una parte de un grueso catálogo de infortunios con el que el cuerpo se ofrenda a las enfermedades, a los padecimientos, así encontramos úlceras, esclerosis tuberosa, gangrena, osteoporosis, fibrosis quística, cáncer de cérvix, embolias. Toda esta temática de la miseria humana se manifiesta con una poesía muchas veces anecdótica, impregnada de vivencias e imágenes que se desdoblan en versos 

    que vacilan, porque la solidaridad con el dolor ajeno es imposible. Cito a la poeta Chantal Maillard, que lo dice muy claramente:

    Imposible soslayarlo. El dolor es nuestra condición. En él todos podemos reconocernos. Y sin embargo es lo más absolutamente individual. Nadie se duele por otro. Ésa es la paradoja. Nada hay más común que el grito de dolor de una carne herida; nada hay más intransferible.

    El siguiente apartado del libro es el Pabellón psiquiátrico, ahí donde el infortunio impone otras vicisitudes, donde destacan palabras como manía, esquizofrenia, un trastorno depresivo, una luz bipolar, mundos donde lo elemental se reduce a silencio y negación

    En un poema se describe la enfermedad con ingeniosos aforismos, apuntes de campo de la psiquiatra y poeta:

    Evitativo: Cosió sus párpados a la almohada. Tuvo vergüenza de su despertar.

    Obsesivo-compulsivo: Libra una batalla campal contra la entropía.

    Antisocial: Prendió fuego a todo lo que lleva la textura de su padre.

    Esquizoide: Encerró la voz debajo de sus huesos y aisló su ojo de la continuidad.

    Paranoide: Piensa que el futuro es un hombre que persigue con una lámpara en la boca.

    En Disecciones el discurso poético le da voz al médico, a su vocación puesta a prueba por 

    la violencia de su entorno, entonces la Médico pasante… es cinco veces violada mientras prestaba su servicio. O el diario vivir a lado de eso que llaman el mundo administrativo, y que se vuelve una pesadilla burocrática:

    La burocracia escribe tu nombre pero no sabe llamarte

    La burocracia de todo lo que se fractura

    La burocracia de todo lo que se factura

    La burocracia celeste, reservada para los enfermos de paz

    La burocracia para conseguir una prótesis de papel

    La burocracia que sólo atiende el malestar de burocracia.

    La burocracia podría, pero te dirá que nunca

    La burocracia nunca encuentra ese expediente

    Al final del libro, Merari Lugo nos propone un Ars Médica tan sensible como terriblemente realista:

    Acompañarlos mientras se vuelven número

    mientras la enfermedad los consume

    mientras desaparecen

     

    No conocer otra prueba de amor

     

    Este reconocimiento del oficio médico, no está muy lejos (según veo yo) del oficio de poeta respecto a mis propios versos:

    Acompañarlos mientras se vuelven palabras inaudibles

    mientras el tiempo los consume

    mientras desaparecen

     

    No conocer otra prueba de amor

     

    “Acompañarlos” es aquí la palabra clave; acompañar a un enfermo terminal o a unos versos expuestos al paso del tiempo, es lo mismo.

    Hoy los signos vitales y poéticos de Merari gozan de cabal salud; festejemos en el aquí y ahora de este libro conmovedor y entrañable.

     

    Título: Signos vitales

    Autor:Merari Lugo Ocaña

    Editorial: Universidad Autónoma de Nuevo León

    Año: 2022

     

     

     

     

     


     

    Eduardo Zambrano. (Monterrey, México, 1960). Poeta, traductor y ensayista con amplia trayectoria.  Además de dejar constancia en algunas antologías, ha publicado más de diez títulos, donde se destaca su obra en verso, pero también su vena aforística y su dedicación a la reseña literaria, misma que está consolidándose en su proyecto de Las huellas del lectir.

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