lunes, abril 29, 2024
    Grillar

    Felipe de Jesús Saavedra Martínez

     

     

    -Y Tú Don Pavón ¿Sabes siquiera donde hace su madriguera el grillo?

    Diálogo del cómic de ciencia ficción agroecológica “Hay Elotes”, escrito y dibujado por El Manchón.

     

    Estoy sentado afuera de mi trabajo e intento escuchar lo que ocurre a mi alrededor. Está el flujo continuo de la avenida con cientos de motores de combustión interna fluyendo y bombeando CO2 a la atmósfera. Escuchar tanta aceleración me hace creer que el humo de los motores es el soporte vital de esta ciudad-máquina. Recuerdo que de niño me entretenía tapando y destapando mis oídos con los dedos para sentir como la acústica se alteraba. Lo hago por algunos segundos y los rugidos vehiculares resuenan lejanos. Escucho mis entrañas, latidos y respiración. El repertorio  de mis tripas es disonante con el retumbar de tantos motores. Como si yo fuera un diapasón desafinado de hueso y carne. 

    Me destapo los oídos y el volumen del tráfico vuelve a saturar mis tímpanos. Veo un árbol, pero no escucho el viento entre sus hojas. Tampoco escucho al ave oscura que salta entre las raquíticas ramas.  ¿A dónde podrá llevar el polen arbóreo un río que poco a poco quema la atmósfera? Me alejo de las avenidas buscando un parque. Está atardeciendo y encuentro una arboleda en medio de una colonia semiprivada. Tomo asiento en una banca y logro escuchar. Ahora lo que resuena en este diapasón es un canto antiguo y artrópodo. 

    cri cri cri cri… 

    Cierro los ojos y respiro lento para que resuene más este afuera. El volumen y la rapidez aumentan poco a poco y dejan de subir cuando por fin anochece por completo. Se que en el pasto hay más de un grillo. Pero por más que me concentro en ubicar distintos tonos y fuentes del canto, este grillar parece salir de un solo cuerpo. En la música es fácil distinguir con un poco de concentración el sonido los instrumentos, si se tiene el oído lo suficiente entrenado es posible escuchar en qué instantes se rompe la melodía. 

    También somos capaces de direccionar la mayoría de los sonidos humanos si es que estos se mantienen bajo ciertos decibeles. El tono de un  grillo  tiene una longitud de onda similar a la distancia que hay entre los oídos de la cabeza humana. Por eso nuestras orejas de homínidos no pueden distinguir fácilmente el lugar preciso en donde se encuentra uno, y  cuando estamos cerca de muchos su canto nos envuelve. Existen entre entomólogos varias muletillas antropocentristas al referirse a la expresión acústica de los insectos. La mayoría de las explicaciones en la literatura científica dicen algo así como “se le dice canto, pero en verdad es una estridulación”. El lenguaje científico también se resiste a tomarse licencias poéticas. 

    Me gusta más decir que lo que acompaña esta noche entre la arboleda es una canción. Pues lo que implica para los grillos su estridular coincide con la etimología. Cantus del verbo cantare, relacionado con la raíz indoeuropea kan presente también en las palabras chantaje, convencer e incentivar. A través de variaciones en la duración, el ritmo y la frecuencia de los sonidos, los grillos pueden comunicar su vigor, dominancia y su disposición para que otro de su especie se aproxime, todo esto en la oscuridad. En la mayoría de las especies el sentido de la vista sólo distingue los grados de luz y oscuridad. Lo que oigo esta noche cálida es un cortejo que mantiene a limite el metabolismo de los grillos machos en la  urgencia por preservar su estirpe. Ellas con su cuerpo entero como una oreja endurecida sí logran escuchar las diferencias en el tono y el ardor de los distintos intérpretes.

     cri cri cri cri…

     El repertorio es formado por las notas que se resuenan desde su pequeño cuerpo, cuando la parte superior de un ala se mueve sobre la lima surcada de la parte inferior de la otra ala. Se dice que es similar a cómo la aguja de un tocadiscos emite lo grabado en minúsculos surcos del vinilo. Se sabe que esta capacidad acústica es antigua en este tipo de insectos. Laboratorios de bioacústica han logrado reproducir el estridular de uno de los posibles ancestros de los grillos actuales. Al escanear con láser las alas de un espécimen llamado Prohalangopsis obscura y mediante un algoritmo que reproduce las ondas grabadas en sus  surcos fue posible recuperar el registro de un canto de hace más de 150 millones de años. Es el más viejo de los cantares. 

    Tal vez comenzó a repiquetear rompiendo el silencio animal junto con la proliferación de las flores, en algún momento acompañó los pasos de los tiranosaurios. Tal vez estuvo a punto de cesar cuando la tierra fue golpeada por un meteorito, sobrevivió para amenizar las noches de los primeros mamíferos, fue la marcha fúnebre de miles de especies extintas, resonó entre bosques, selvas, montañas, desiertos y llega a mis oídos en una noche de verano del holoceno en un parque suburbano. Es posible que su antigüedad sea el motivo por el cual interpretamos como silencio a este canto. Una ausencia del ruido y del lenguaje humano. Me hace pensar en la posibilidad de que Pepe Grillo se  una metáfora del silencio animal, que nos permite escuchar nuestra conciencia. ¿Cuánto deben grillarme en el oído para convertirme en un niño de verdad? 

     

    cri cri cri cri…

    Miro al suelo y puedo ver al fin a uno de los grillos. Me agacho para verlo más de cerca y mi aliento lo alerta. Lo veo desaparecer como un minúsculo espectro negro entre el pasto. Creo que era un macho pues le faltaba el aguijón que las hembras clavan en la tierra para resguardar los huevecillos inseminados que devendrán en ninfas y luego en adultos. Me pregunto si es que evolucionaron de un insecto que abandonó el vuelo para comenzar a estridular en las noches del tiempo profundo o si era un aspirante al vuelo con un canto grabado en sus élitros. 

    El comienzo del cantar de los insectos, al igual que el lenguaje humano, tiene un origen vago. Sin embargo, se observa que para que un animal cante debe ser capaz de huir de sus depredadores. Las alas y las patas saltarinas son  las  que les permitieron  irrumpir en el silencio geológico. El entomólogo francés Jean-Henri Fabre fue uno de los primeros en describir la acústica de los insectos. En sus diarios escribió sobre la acústica de las cigarras; un estridular diurno y más potente que el grillar. Describió la anatomía sonora como un címbalo o campana resonando en una pequeña catedral abdominal del insecto. Incluso quiso probar si era posible interrumpir su canto disparando cañones a lado de árboles repletos de cigarras. Estas continuaron resonando con el calor del día. Si es que yo, en medio de este parque, detonara algo, los grillos seguirían su concierto y podría estar en problemas por amenazar la propiedad privada. Hace tiempo escuché en un pódcast acerca de la obra de la artista postmedia Saša Spačal, que su Transversal Is a Loop  es una composición de audio de 45 minutos compuesta por el canto de los grillos Acheta domesticus que la artista crio en cautiverio. Esta pieza puede escucharse en su página web y se describe Como una línea sónica, como una transversal, atraviesa tres planos de existencia que experimentan los grillos en el Antropoceno al explorar sónicamente el equilibrio dinámico en los hábitats terrestres, la vulnerabilidad a la extinción en el ciclo de retroalimentación humano-grillo y la mercantilización de los grillos como modo de supervivencia

    Al escucharla me pareció igual que el montón de pistas de sonidos binaurales que puedes encontrar en línea, dirigida a una audiencia privilegiada y específica. No encuentro diferencia entre encerrar un montón de grillos en una cúpula de cristal para grabar sus cantos e intervenirlos y detonar pólvora para ver si estos guardan silencio. Ambas son formas humanas de intentar levantar la voz sobre algo más antiguo y ajeno a nuestro lenguaje. Como especie hemos silenciado a otros animales desde que comenzamos a ser capaces de modificar los ciclos naturales. Las apropiaciones artísticas de la naturaleza a veces me parecen pasos en falso que dilatan la brecha que el capitalismo surcó desde hace años entre los cantos animales. Entre mayor sea la desconexión que experimentamos con los animales, con el dios de los bosques y la selva, con la canción que entonan los grillos y chapulines en las tardes estivales, mayor es el vacío como especie, más es la fragmentación que busca y busca, pero no encuentra, porque los sentidos embotados ya no están hechos para dejar que el silencio animal simplemente ocurra apunta Mariana Orantes respecto al silencio animal en “Los grillos que me llevan tan lejos” del libro Paniske o cómo todo está lleno de Diosas.

    cri cri cri cri…

    Distingo un grillar a destiempo, uno más lejano, uno más lento y otro más enérgico. No puedo confiar en mis oídos, tienen sus sesgos. Así como no puedo fiarme del lenguaje humano y citadino por lo que este les ha hecho a otras criaturas. Esta canción no es para mí, así como tampoco lo es el rugir del río de motores. Ambos sonidos son capaces de resonar atravesando otros cuerpos. Resuena más gentil en este diapasón de carne y hueso el grillar antiguo y oscuro. 

     

     


     

    Felipe de Jesús Saavedra Martínez. (Estado de México 1993). Egresado de la licenciatura de Biotecnología Genómica UANL y autodidacta en ciencia ficción. Tiene la hipótesis de que la vida es una metaficción escrita por células. Trabajó en un museo divulgando ciencia y fue becario en el Centro de Escritura Creativa de la UANL (2019), donde desarrolló un libro de ensayos híbridos entre la literatura y la ciencia. El libro se titula Transcriptoma, donde intenta encontrar lo biológico en lo literario y lo literario en lo biológico. Ganador del certamen de Literatura Joven UANL 2020 con un cuento titulado Blue Ranger.  Textos suyos pueden leerse en la antología Ellipsis 2019, la antología Ab animalibus editado por ENE y en la antología La presencia lunar editado por la UANL. Le gusta ir al parque a mirar árboles y escuchar cigarras.

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