lunes, mayo 6, 2024
    ¿A qué hora inicia el ensayo del animal circense?

    Felipe de Jesús Saavedra Martínez

     

    ¿A qué hora inicia el ensayo del animal circense?

    Lo más difícil de los ensayos es iniciarlos. Es como cuando vas a hablar por primera vez con una persona extraña. Debes afinar la voz, calibrar el tono y elegir tus palabras. Tal vez para este texto deba elegir un tono autobiográfico. Pero tengo malas experiencias al hablar de mí mismo cuando el contrato social me lo exige. En situaciones acartonadas cuando me dicen: “cuéntame de ti”, me paralizo como un tlacuache al que le agarraron por la cola y mi conciencia se escapa dilatando hasta por casi un minuto el silencio incomodo. Se va al Oxxo por un café y le toca que en la fila una viejita necesita hacer dos depósitos y tres recargas de celular. Cuando el alma me regresa al cuerpo eructando café quemado solo puedo decir que me gusta leer un poco de todo, la ciencia, escribo ensayos y de vez en cuando trepo cerros. La dificultad para la autobiografía de seguro viene de que creo que mi escritura es como un circo de pocos actos. En donde el acróbata es el mismo tipo que hace de payaso, es maestro de ceremonias y el que barre las cáscaras de cacahuate del piso. De vez en cuando en la pista ponen la jaula donde está el único animal del circo. Una bestia que lee, escribe y limpia sus propios excrementos. Criatura que resulta ser yo mismo intentando iniciar una conversación con una alegoría forzada al Artista del Hambre de Kafka. El público desilusionado preferiría ver una implacable pantera afilándose las uñas o al menos un elefante obligado a pintar al óleo con su trompa en lugar de un hombre extraño sudando frente a una laptop sucia. Pero eso jamás, este circo respeta los derechos animales excepto los de su personal que resulta ser un solo Homo sapiens experimentando con el lenguaje y su subjetividad. Se representa mucho la imagen de poetas y narradores, pero el ensayista es una estampa poco ilustrada. La más común es la imagen de Montaigne, la del pensador encerrado en su torre llena de libros e inscripciones en latín en las paredes. Lo más cercano que tengo a eso es la letra de una cumbia escrita en los azulejos de mi baño. Tiene su propósito la falta de representación, que sentirían la poca y fina audiencia al saber que los ensayistas son sólo otra especie de obsesivos con culo sudado de tanto tiempo sentados leyendo y pensando escenarios donde sus reflexiones tienen sentido. Por eso me reservo el uso de la autobiografía. En un solo párrafo me aburro de mí mismo y me invento circos que me mantienen preso. La ventaja de los ensayos es que para volver a empezar siempre puedes disgregar, fingir demencia para supuestos fines estéticos; hacer de cuenta que el lector no puso atención a la fantasía circense y la proyección astral que leyó hace algunas líneas. Para eso casi toda creatura escribiente utiliza un truco viejo y confiable conocido como “punto y aparte”. Tal vez la próxima vez logremos arrancar como dice en uno de sus ensayos Cesar Aira: desde lejos y lateralmente.

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    Es ruin voltear el tablero al lector después de unas cuantas líneas. Podría dar la impresión de que no respetamos su inteligencia y que nos saldremos con la nuestra al menos robándole algunas migajas de su precioso tiempo. Pero no dejemos que la aceleración de estos días nos quite la oportunidad de intentar de nuevo la conversación. Creo que para ahondar en la dificultad de los inicios es necesario aclimatar la lectura con un poco de datos duros sobre el tema. No lo suficiente para noquear a quien nos lee, solo lo necesario para entrar en confianza y que su credibilidad nos permite deslizarnos unas cuantas líneas más hasta llegar al verdadero inicio y de allí al núcleo acidulado y subjetivo que tanto gusta en los ensayos creativos. Sin embargo, carecemos de fuentes de información y de bases de datos de textos incompletos, borradores y primeras líneas sueltas. Es como si existiera un encubrimiento de las dificultades a las que se enfrentó el mundo moderno para comenzar a llenar bibliotecas. Tal vez ese tampoco sea el inicio de este texto, ya que los datos duros son una estrategia pasada de moda que deja al lector unos minutos más viejo y cansado. Pero antes de desfallecer de sueño tirando su refresco con edulcorante cancerígeno al piso e imaginando el olor salado del ensayista enjaulado. Atendamos a una pequeña hipótesis respecto a los inicios. Es imposible definir un punto de partida en cualquier fenómeno. Todo es continuo y lo que entendemos como inicio es solo una descripción de un momento en el infinito. Queremos especular si fue primero el huevo o la gallina, cuando aún no tenemos claro si fue primero el huevo o el dinosaurio, las flores o las abejas. Iniciar algo es poner punto en el pasado que le da cuerpo al presente. Comenzar en la escritura es continuar una conversación que dejaremos suspendida en el tiempo para que alguien más la reinicie. Diego Rodríguez Landeros sugiere que la escritura es un pretexto recursivo para saludar a los cuerpos distantes o íntimos, enemigos o aliados, vivos o muertos, presentes, pretéritos o futuros, conocidos o extraños, humanos y no, villanos o buenos. Todo cuerpo va dejando sus rastros de lenguaje por la tierra, la lectura y la observación son vías para darnos cuenta de que recortes ajenos nos componen. 

    Además de un circo me gustaría que mi escritura se sintiera como un saludo extraño o un chiste incómodo que saque al menos una risa por el absurdo. Si es que alguien llega al final de este dilatado inicio espero que al menos abra la puerta de la jaula para darme la mano. Y así reanudar la conversación que fueron dejando en fragmentos otros cuerpos como flores abiertas con un ansia de jamás cerrarse.  

     


     

    Felipe de Jesús Saavedra Martínez. (Estado de México 1993). Egresado de la licenciatura de Biotecnología Genómica UANL y autodidacta en ciencia ficción. Tiene la hipótesis de que la vida es una metaficción escrita por células. Trabajó en un museo divulgando ciencia y fue becario en el Centro de Escritura Creativa de la UANL (2019), donde desarrolló un libro de ensayos híbridos entre la literatura y la ciencia. El libro se titula Transcriptoma, donde intenta encontrar lo biológico en lo literario y lo literario en lo biológico. Ganador del certamen de Literatura Joven UANL 2020 con un cuento titulado Blue Ranger.  Textos suyos pueden leerse en la antología Ellipsis 2019, la antología Ab animalibus editado por ENE y en la antología La presencia lunar editado por la UANL. Le gusta ir al parque a mirar árboles y escuchar cigarras.

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