lunes, abril 29, 2024
    Si me preguntas si soy una rana, te diré que sí

    Diana Garza Islas

     

     

    La pequeña títere de sí misma 

    la belleza sepia de amazona esfuminada

    que cuelga del rubor con sus manitas de delfín

    en el calor tácito y cuántico de rímeles

    a encontrarse a sus hermanas

    en la pasarela 

    coronita, chupón, esfera triangular sobre la vista

    con las miradas truculentas del hastío

    que comparten mis vecinas, frunciendo los pies

    hacia adentro, manejadas por hilos invisibles

    y querer correr al sur, desamarrar el arito 

    que une mi cabeza al amo

    al niño con la cuenta

    de los días bajo la lluvia enojada

    sarape mal puesto y nunca más 

    las ollas de arroz 

    a una u otra hora de la tarde

    sólo el color, sólo el correr

    como una multitud atrapada 

    en el cuerpo de una araña con calvicie

    como una gorila en la antártida

    o en ny

    boba, buena, lista

    en la luna

    con pelos

    negros, rosas, frizz o primorosos

    limpios o pegasos

    fosfo o lentitud

    sus reglas

    en un marco

    y desnuda, para que por siempre 

    la veas

    desnuda de pie

    desnuda con alguien

    desnuda sin cara

    desnuda con ala y con infiernos

    propios

    decidiendo si rosa o azul

    si el sexo o la idea

    si ser a, ser con él o no ser 

    transformarse 

    como luna

    que nunca ha sido

    la misma luna

    nombrar 

    todos los colores que existan

    también

    ser hombre si quiero

    o éteres y descuerpa

    eso ya yo decidiré

    cuando termine de dibujar 

    el autorretrato de mis dedos

    uñita paarsifal

    uñita con tumor ambiguo, todas las manos 

    del mundo

    para extraerme de mí

    hasta que el pie cese de ajedreces 

    que destinos imperfectos diera el barro

    y barniz punta a talón

    que opaca — lo que no combina, los retazos

    que la memoria no eligió y no suelta

    acolchados crímenes ocultos, adalides, rombo gris 

    circuverdes, trianguazul 

    todos aquellos oscuros tesoritos 

    pies sin cuerpo y con macizo agarre 

    y, bien mirados, a más de seis

    estilos al doblar

    (caminar yo no pude porque nací valiente)

    y toda la conciencia del calor que en mí giraba

    conforme en el tiempo

    a ser sólo y nada más que una fragancia, adiós 

    mantita, adiós 

    cuerpo, adiós

     

    Entonces, ven 

    a jugar a mi mundo

    de planos y abismos

    donde el guano anida en la garganta

    y crece puertas

    que son mares

    a distintos tonos

    del negro al gris

    del gris al blanco

    del blanco a lo demás que no existe

    o no les quiero aún decir

    como cuando era una estatua y vivía en la nube

    así recuerdo yo lo curvo de los cuerpos

    su brillo untuoso

    la ciudad: árida y androides

    que en cascadas ocupaban la pereza

    a voz de caballas y trintines

    golosas en el azul del otro aire

    cabezas sueltas en el polvo

    esa tecnología del distinguir

    la ceniza del cuerpo

    que no es lo mismo 

    cosernos a un huevo de tela que irnos a dormir

    que parchar las arrugas con círculos dorados

    yemas de color estéril

    rosa, azul y un girasol

    para liberar lo blanco oculto 

    entre tules y algodones

    y algo más que nunca entendí 

    jeroglíficos esféricos 

    de fénix que hablaba

    de gatos y abducciones

    ocurridas más lejos

    que el surco donde nació

    obsidiana y olor de ostras

    en recuerdo de la hebra articulada

    hacia afuera del espacio

    sinuoso entre mitros y células cordiales

    y blancor

    donde una voz gastada en un muro

    o un dibujo verde diluido

    donde la palabra yeso era en la lluvia

    y alguien más que lo decía de otra manera

    donde inventan los colores 

    y me basta

     

    Entonces, empecé a conocer las cosas

    ¿desde cuándo existes, color rojo?

    ¿es verdad ese tu color?

    empecé a advertir la línea 

    diagonal

    surcada de rencillas fosforísimas:

    espacio, volumen y extensión

    empecé a inventar las cosas

    con un óvalo rosa, que mira

    y un trocito como dos lunas sintéticas

    ardiendo simultáneas

    como ser 

    yo

    y anclar en lo negrito

    adentro, sobre, alrededor

    de una playa sin fecha, día o noche

    desalojada

    entre diez y catorce más breves satélites

    con flujos verdosos en medio de tanto blanco hechizo 

    y la sombra de los círculos super-

    puestos

    para hacer nacer al sol-lagarto

    conectado a sí mismo

    por breves risas donadas

    a los discos de una quena

    y esto — era tan alto como el deslizar

    tan alto como los cuernos de lulú

    en medio del mensaje: una escalera

    a ningún lado

    a contemplar un agujero

    a ser suave y callar

    así nací yo y no temí la secuencia de los números

    2, 2, 2, 9, 7, 4, 2 y 1 

    2, 2, 2, 9, 7, 3 y 4

    los números, que son

    tan parecidos a volar

    sobre un fondo celeste y el hábito 

    de desaparecer

    entre franja y humo

    retrato doble con cráneo 

    sobre otro osar tampoco mío

    con ansia de laurel que confundí 

    de sábilas, bien que venga verde el polvo

    anidado, con huevitos de colibrí

    y arcaicos enemigos que sabían tan bien

    casi tal que menta duplicada

    duplicar

    duplicar, dinos la muerte

    o ya de cual que otra mentira de adeveras

    de caspas, plántulas y té 

    que entretenga al menos otro poco rato

    tanto íntimo croar—

     

     

     

     

    NOTA:

     

    Este texto parte de la consigna de escribir sobre el verbo mentir y tiene relación con esta escena de El enigma de Kaspar Hauser (Werner Herzog, 1974).


     

    Diana Garza Islas. (Santiago, Nuevo León, 1985). Su libro más reciente es Primer Infolio de las Vidas Reunidas de Almería Smarck (UAEMEX, 2021). Próximos libros: El sol es verde si lo miras (UANL, 2024) y Black Box Named Like To Me (Ugly Duckling Presse, 2024). Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte, donde actualmente trabaja la trilogía Aión B: Memoria de un planeta que no existía. 

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