sábado, septiembre 21, 2024
    Protocolo para el fin de una amistad

    Estefanía Arista

     

    Un nombre es una afirmación. Da por cierta la personalidad de la palabra o la persona. Afirma su identidad.

    Inspirados en 27 poemas con nombres de personas, de Cecilia Pavón.

     

    Ana

    Antes de tomar el tren
    le pido a Ana que me corte el fleco
    y algo entre ella y yo
    asemeja el ritual de quien va maquillando
    el cuerpo de un muerto,
    lo embalsama,
    lo viste con la ropa que usaba en vida,
    va peinándole con la esperanza
    de que su familia lo reconozca.

    Intento no irme del convento
    donde ha florecido
    el cráneo que meses antes rapé
    y el pelo cae sobre mi mejilla,
    aquí fui digna de nuevas cicatrices
    que se hacen las niñas que pintan,
    bailan y meriendan descalzas,
    ensuciándose la falda
    en el lodo de amarillos inmaduros
    mientras pintan casetas de feria,
    beben rebujito
    y dan vueltas en los columpios de la lluvia
    hasta abrirse la cabeza.

    Volvemos siempre a los instantes
    en los que dejamos de ser felices
    buscando lo que nos han quitado:
    los pavorreales que forman el nombre de Ana,
    la taquicardia que tienen mis piernas,
    los meses donde las sillas de oficina
    sí fueron para traer la infancia
    a casa.

    Veo este instante
    como si ya fuera parte de mi memoria.
    Decir adiós es un cáncer
    que extingue el cuerpo e impide formar
    células nuevas más allá de la despedida:
    por eso le pido a Ana que me corte el pelo
    y no decimos ni una palabra.

     

    Anna

    No es de mí de quien quisiste escapar, eso lo sé ahora.
    Lo que no sabía entonces
    es qué tanto puede romperse una persona
    sin la aguja que era tu nombre en mi brújula,
    mi norte, mi cabeza mirando el cielo a la altura de tu hombro.
    Qué tanto dejaría de ser yo si de pronto borraba
    tu sufijo gemelo junto al mío de todos los chats y las cartas.
    Qué tanto los ojos verdes sí pueden mentir en las fotos.
    No es de mí de quien querías despedirte,
    sino del ataúd en el que ya habías encerrado mi cuerpo
    todavía respirando,
    todavía pensando que eso era una casa
    a la que habías llamado amistad.

     

    Alan

    La escritura se nos presentó amable
    pero no todas las veces.
    Aquel día en que la lluvia
    transformó el color de nuestros zapatos
    la escritura fue generosa,
    y cambió
    con el óptica del agua
    muchas otras cosas:

    la voluntad de la pérdida,
    el abandono de un apellido por otro;
    en las lagunas,
    las nutrias escogen piedras
    y eligen a otras nutrias
    para no soltarles la mano.
    De ellas aprendimos
    a aguantar la respiración
    tanto así
    que la vida se convirtió en un hoyo negro
    expandido en los resultados médicos,
    pegado como recordatorio
    en la puerta del refrigerador.

    Olvidamos su símbolo
    y el tacto de la mano que escogimos,
    pero no pudimos olvidar
    el frío de las algas nocivas
    ni el dolor,
    que también es generoso
    y amable.

    La lluvia arde tanto en los ojos,
    ¿te acuerdas?
    Y la amistad arde también
    en algún lugar fuera de los cuerpos
    que se han dejado de hablar.

     

    Bruno

    es quizá el único nombre
    que de ser el adiós más difícil de mi madre
    es ahora sol
    juego
    rizos
    violines

    es el único latido
    de las percusiones que dan la bienvenida
    a un soldado después de la guerra

    cuánto tiempo permanecimos
    sin luz
    debajo de los escombros
    antes de tu llegada


     

    Estefanía Arista. (Tijuana, 1995). Licenciada en Escritura y Literatura por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Fue becaria del Festival Cultural Interfaz en la categoría de poesía (Culiacán, 2018) y en ensayo (Real del Monte, 2018). Obra suya aparece en revistas digitales como Tierra Adentro, Este País, Periódico de Poesía, La Novicia, Punto en línea y en algunas antologías nacionales e internacionales. Fue residente de la decimoctava promoción de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores en España, donde terminó de escribir su primer libro, Hipocampo (Dharma Books, 2021). Actualmente es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en poesía.

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