sábado, abril 27, 2024
    «Maya escucha otra forma de silencio» y «El asunto con el amor»

    Estefanía Arista

     

    Maya escucha otra forma de silencio
    que es lo mismo que decir
    que Maya sostiene en su silencio
    otra forma de decir te amo.

    No con la boca
    ni con la mirada
    ni con algún objeto que intentara yo
    otorgarle
    que es lo mismo que decir
    que cada que le arrojo la pelota o le hago
    señas con la mano
    el amor no me cabe en el cuerpo,
    pero tengo un cuerpo pequeño. 


    Mi pecho es un vasito de unicel
    que mi hermana hizo miniatura
    muy en el fondo
    del mar.
    Mi hermana trajo a Maya también
    desde muy lejos
    que es lo mismo que decir
    que tuvo que llenar muchos formularios
    de un asilo
    y firmar desde antes de conocerla
    un te amo
    inquebrantable por contrato.

    Lo que yo hice
    fue una promesa
    y me senté en la cama
    y esperé a que vinieras.
    Y dije tu nombre.
    Y pensé también:
    no sabes que te llamas Maya.
    Y aunque no tienes pruebas de su nombre
    ni de mi promesa
    tus ojos me dicen todos los días:
    gracias. 

     

     

    El asunto con el amor

     

    El asunto con el amor
    es que lo negro
    se vuelve común,
    como la ropa designada
    en un funeral
    de coronas blancas.

    En el pizarrón de la infancia
    las fracciones
    y divisiones incomprendidas
    no se resuelven cuando la otra
    responde: te entiendo.
    No puedes borrar el gis
    escrito con odio,
    su grito agudo,
    no puedes hacer espacio
    para nuevas anotaciones
    hasta que se quede
    quien te responda:
    no te entiendo,
    no sé cómo resolverlo. 

     

    (Pero ella te regaló
    alguna vez una hortensia
    y tú no quieres rendirte
    ante ese milisegundo de pena).

    El problema con el amor
    es que lo negro puede reverdecer
    y las preguntas
    regresan
    y ahogan como la montaña rusa
    donde las bajadas son más
    que la línea recta sosteniendo
    un suspiro de alivio
    o una sonrisa.
    ¿Cómo pueden un par de manos resistir tanto?
    ¿Cómo puede la hiedra
    no paralizar con su veneno?

    Porque no se trató nunca
    de un toro mecánico
    ni de salir del clóset
    ni de las mitologías
    con sus pequeñas magias inútiles.

    Es el milisegundo
    en el que se confiesa la infancia,
    criatura adicta y desplazada,
    entre risas.

    Es la obesidad de envenenamiento
    a la que regresas,
    un líquido excedido
    al que le sumerges la cara
    sin dudarlo
    para saciar una y otra vez la sed.


     

    Estefanía Arista. (Tijuana, 1995). Licenciada en Escritura y Literatura por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Fue becaria del Festival Cultural Interfaz en la categoría de poesía (Culiacán, 2018) y en ensayo (Real del Monte, 2018). Obra suya aparece en revistas digitales como Tierra Adentro, Este País, Periódico de Poesía, La Novicia, Punto en línea y en algunas antologías nacionales e internacionales. Fue residente de la decimoctava promoción de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores en España, donde terminó de escribir su primer libro, Hipocampo (Dharma Books, 2021). Actualmente es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en poesía.

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